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Javier Ortega Smith

Javier Ortega SmithPaula Andrade

El perfil

Ortega Smith, la bestia negra del régimen

Un relato jurídico impecable e implacable en el juicio del procés le catapultó a la primera línea política a su partido

El abogado Francisco Javier Ortega Smith-Molina (Madrid, 28 de agosto de 1968) saltó al imaginario público el día que, vestido con toga y puñetas, se sentó en el Tribunal Supremo para desenmascarar a los separatistas catalanes, a los que llevó al banquillo como acusación popular en el juicio del procés y reclamó 700 años de cárcel. Los que le conocen dicen que ese es su principal logro, del que más orgulloso está, porque encabezó con éxito y con un relato jurídico impecable e implacable, la batalla contra los golpistas, que catapultó a la primera línea política a su partido, tras una larga travesía del desierto desde 2012, recorriendo el país de cabo a rabo para romper el bipartidismo y hacerse oír por los españoles. Todo comenzó cuando en ese año ejerció de letrado de Santiago Abascal en el juicio en la Audiencia Nacional contra los filoetarras que habían increpado a éste en el Ayuntamiento de Llodio. De ahí nace una larga amistad a la que se incorpora el matrimonio formado por Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio. Todos ellos logran hacerse hueco a la derecha del PP (hasta ser la tercera fuerza del país), seguramente como antídoto a la corrupción y a la tibieza de Génova en la batalla cultural contra la izquierda.

Desde entonces, su figura se ha ido cincelando a base de plantarle cara al sanchismo y sus satélites y a las agrias polémicas. Su propio perfil duro, por momentos áspero, su vocación de no morderse la lengua nunca, le ha convertido en la bestia negra del ala zurda y nacionalista de España. Su último episodio, encarándose de una forma impropia de un cargo público, con un concejal de Más Madrid, Eduardo Fernández Rubiño, le ha hecho abrir telediarios y convertirse en carne de tertulias. La sobreactuación de la izquierda en este caso es tan cierta y obscena como necesaria hubiera sido la disculpa pública del concejal madrileño –es verdad que la manifestó en privado–, que tiene recursos suficientes para contraponer un discurso contundente contra alguien que, curiosamente, es la quintaesencia del régimen sanchista, un político que no ha dado ni golpe fuera de las arcas públicas y cuya impostura hubiera podido ser desmontada por el exsecretario general de Vox sin mayores aspavientos.

Tiene recursos suficientes para contraponer un discurso contundente contra alguien que no ha dado ni golpe fuera de las arcas públicas

Rubiño confesó posteriormente que, al paso de Ortega, le había espetado «qué asco» por sus palabras ¡a favor de las víctimas de ETA! y contra la moción de censura apoyada por el PSOE, que ha dado la alcaldía de Pamplona a los proetarras. Lo que demuestra que el político de Vox cayó en la provocación del discípulo de Mónica García, proyectando una mejorable imagen que ha sido aprovechada por sus enemigos políticos, infalibles máquinas de propaganda.

Ortega Smith optó por el camino más corto para dar gasolina al PSOE y sus terminales mediáticas que han tapado, con el ruido del vuelo de una botella de agua en un escaño municipal, el escándalo –este gravísimo– de la ley de amnistía y las vergonzosas alianzas de Pedro Sánchez, el mismo líder socialista que ha callado mientras se ahorcaba a un monigote de Abascal, se insultada a la madre del político vasco, se quemaba la figura del Rey y ahora ya trabaja para despenalizar el enaltecimiento del terrorismo y las injurias a la bandera de España. La asimetría de la izquierda en estado puro.

El portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, reprobado por el Pleno de la Corporación con los votos del PP, se ha revuelto sin piedad contra el alcalde Martínez-Almeida, con quien ha roto una relación que siempre ha sido compleja, rayando la antipatía mutua. Sobre todo, desde que, en 2019, el edil de Vox atacó duramente al alcalde por mantener Madrid Central, obra de Carmena, que el PP se comprometió a cambiar y finalmente ha mantenido bajo el nombre de Madrid 360. Como azote del PP, al que reclama siempre mayor firmeza, ha llegado a calificar de «separatista» al expresidente gallego y hoy líder nacional, Alberto Núñez-Feijóo.

Ha roto una relación con Martínez Almeida que siempre ha sido compleja, rallando la antipatía mutua

De madre argentina y padre español, Javier ha seguido la estela de su padre y de su abuelo, que fue letrado del Ayuntamiento de Madrid, quizá por eso su última peripecia política tiene el sello de la política madrileña: en 2019 encabezó las listas de Vox al Parlamento y la candidatura a la Alcaldía de la capital de España, papeleta que ha vuelto a liderar este pasado 28 de mayo, con un pobre resultado (perdió un concejal), que, unido a la mayoría absoluta de Almeida, ha desdibujado su peso político en el Consistorio. Hace unos meses, sus relaciones con Santiago Abascal saltaron por los aires y el líder de Vox lo destituyó como número dos del partido; desde entonces, ya no le sienta detrás de su escaño en el Congreso. Actualmente, ostenta la vicepresidencia y su labor se circunscribe a Madrid y a las acciones jurídicas de su grupo en el Congreso, casi disminuidas desde el 23 de julio ya que, al no alcanzar los 50 diputados (tiene 33), Vox no tiene ya capacidad para presentar recursos de inconstitucionalidad en solitario, ni presentar mociones de censura.

Cada una de sus intervenciones se cuentan por respuestas furibundas del socialismo, al que parece haber tomado la medida, como cuando difundió en sus redes un vídeo en el que aparecía discutiendo con unos okupas a los que desenmascaraba y advertía de la llegada de la policía mundial. La izquierda le critica todo para tapar sus propias vergüenzas; que se haya mostrado admirador de José Antonio Primo de Rivera, al que calificó como «uno de los grandes hombres de la historia»; que sea un rendido admirador de nuestras Fuerzas Armadas; también que en 2016 nadara desde La Línea de la Concepción hasta Gibraltar para plantar una bandera de España en el Peñón; y últimamente que encabezara las protestas en Ferraz, por no hablar de la campaña que le persigue porque no secunda, al modo que quiere la dictadura progre, los minutos de silencio por las víctimas de violencia de género.

En lo personal, uno de sus momentos más felices lo protagonizó cuando se casó en octubre de 2021 con la mexicana Paulina Sánchez del Río, directora de comunicación de un importante banco, boda a la que asistió toda la cúpula de Vox, incluida Macarena Olona, que ahora le ha convertido en diana de sus declaraciones, porque le acusa de haber promovido su salida del partido. No obstante, en lo personal no ha sido esta una buena etapa para el político madrileño: en el último año ha tenido que enterrar, pocas horas después de que arrancara la campaña a las elecciones del 28 de mayo, a su hermano pequeño, con el que mantenía una estrechísima relación. De hecho, fue una de las personas que estuvo más cerca de él cuando el portavoz de Vox se contagió de coronavirus en 2020 y pasó un momento delicado de salud, escasos meses después de que también falleciera su padre. Hasta su propio contagio fue pasto de la controversia: la izquierda le censuró que acudiera al acto de Vistalegre el 8 de marzo de 2020, con síntomas ya de la enfermedad; la misma izquierda que convocó, con la asistencia de casi todas las ministras de Pedro y de su propia esposa, la oportunista manifestación del Día Internacional de la Mujer, mientras Moncloa ocultaba las alertas de la OMS.

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