El podio de la indignidad
En el interior del sanchismo y más que en el cisco de «mini-nistros» que tiene montado, es entre sus voceros principales donde se libra cada día una enconada batalla para demostrar quién interpreta más estruendosamente los designios del patrón
El tiempo político en que nos metió Sánchez y en el que ahora estamos encenagados hasta el cuello nos está ofreciendo como seña de identidad la ascensión a los altares de toda una caterva de personajes de la peor ralea y jaez que disputan entre ellos el podio de la vileza, la mentira y la abyección. Y no solo en la kábila sanchista ni en el akelarre del caldero yolandista sino en todo ese patio de Monipodio de alborotados saqueadores que gritan y manotean por hacerse con los despojos de la nación que ha puesto en sus manos por mantenerse en su colchón. Como no podía ser de otra manera quienes ahí emergen son los que en tales artes llevan ventaja por su mayor desvergüenza, menos escrúpulos y más contumacia en la traición.
Debo reconocer que no me producen fascinación sino repugnancia los canallas ascendidos a la cima y que el hecho de conseguir y mantener el poder al precio de que sea no me parece digno de ninguna admiración. Menos aún cuando los aplastados y pisoteados somos nosotros mismos. Pero no por ello dejo de ser consciente de que esta es también una derivada de los momentos por los que nos está tocando transitar. La prensa papagaya es un vocinglero ejemplo de tal subyugación. En vez de dar cuenta de cómo se descuartiza, se desguaza, se saquea y se reparte lo que no es otra cosa que nuestro cuerpo común, nuestros propios bienes, derechos y dignidad lo que hacen es jalear alborozados las peleas y trucos de las bandadas de carroñeros para hacerse con la mejor parte del botín. Luego le dan el premio al mejor buitre a quien ha logrado llevarse el despojo mejor y miran arrobados al emperador y su guardia pretoriana buscando su aprobación.
No es menos enconada la pelea en ese círculo cambiante que coloca a su antojo Pedro Sánchez a su alrededor y donde cada vez es más notorio lo que se pone en valor y lo que no. Amen, claro, y por delante de una sumisión absoluta que no se pone en cuestión ni cuando el «amo» impone un destierro a alguno de sus siervos, pues siempre hay una opción de que se pueda volver a su gracia pues todos son muy conscientes que fuera no hay nada a lo que puedan agarrarse y que todos se convertirán en «sin techo» si cae el tejado de su señor. Lo vieron tan cerca, tan encima, tan asustados y hace tan poco que tienen impreso a fuego de que para ellos fuera de Sánchez no hay futuro ni salvación. Y es que ciertamente, y en eso llevan razón, no la hay. Están sujetos de por vida, y de por muerte, a él.
Por eso en el interior del sanchismo y más que en el cisco de «mini-nistros» que tiene montado, es entre sus voceros principales donde se libra cada día una enconada batalla para demostrar quién interpreta más estruendosamente los designios del patrón y se convierte en el can favorito, el que ladea mejor y es elegido para dirigir a la rehala.
Salió primero a la carrera el mastín de Valladolid y pareció coger ventaja. Demostró que tenía lo que se pedía de él: zafiedad, grosería, ningún respeto a la decencia y menos aún a la verdad. Pero algo le ha debido pasar en la garganta o, más bien, le han ordenado callar. Y de inmediato, raudo y veloz, ha aparecido en todo su esplendor Patxi Lopez, imbatible en torpeza, sobrado de chulería y el mayor maestro en indignidad que en toda España se pueda encontrar.
Toda su trayectoria avala tales valores, hoy los más encomiables y fructíferos para medrar en el PSOE actual. Fue lendakari con los votos del PP y hoy está dispuesto a hacer, en cuanto Sánchez mueva una ceja, a un heredero de ETA presidente del País Vasco como han hecho a otro alcalde de Pamplona. Portador un día del féretro de su compañero asesinado Isaías Carrasco cuando impidió al presidente de España, Mariano Rajoy, rendirle el debido homenaje es hoy quien más se enerva «estallando» contra un periodista que osa preguntarle por lo que ayer fue ETA y son hoy con quienes él se encama. Incapaz de respuesta, pues tal iniquidad impide ninguna, ni ética ni racional, elige lo único que sabe hacer. Barbotar contra quien pregunta, y denostar a todos cuantos se atreven a reclamar la memoria de la sangre y de la valentía contra el terror. Todo ello con un solo fin: blanquear a quien, estos sí que sí, hacían estallar las bombas y apretaban gatillos. Porque los que dicen que no existen y han desaparecido de nuestras vidas y sobre todo de Euskadi son sus socios de gobierno, y más que los serán. Son quienes se manifiestan, enalteciéndolos como héroes, exigiendo la excarcelación de los asesinos etarras presos por sus crímenes, dejando a sus víctimas tiradas en la cuneta y en el olvido a todas cuantas ni siquiera han podido tener siquiera la posibilidad de ver a sus verdugos ante la justicia. Patxi López sabe que ese es el peaje que Sánchez y todos ellos deben pagar por seguir en el poder. Y lo pagan, exultantes, felices y contentos. Y López, eufórico además por lograr haberse aupado al puesto más alto del podio de la indecencia y la indignidad.