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Ilustración: Rosa DíezPaula Andrade

El perfil

Rosa Díez, la pesadilla del 'caudillo Sánchez'

Aunque ha tenido que arrostrar siempre críticas por sus trasvases ideológicos, hoy es una de las cabezas más preparadas contra las aberraciones de este Gobierno y azote de sus alianzas vergonzosas

Salón de actos de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Es un día claro de otoño de 2010 y Rosa María Díez González (Sudupe, 1952) acude al campus a dar una conferencia. La líder de UPyD sufre una encerrona y antes de dirigirse al auditorio un grupo de estudiantes interviene y lee un manifiesto insultándola y protestando por su presencia. Lo más bonito que le llamaron fue despreciable, asesina y fascista. Uno de los que lo hizo fue un joven llamado Íñigo Errejón. Y junto a él, vestido con una camisa de leñador y con el pelo recogido en una coleta, participaba en el escrache –una voz porteña que Podemos importaría años después a la política española– el profesor Pablo Iglesias Turrión.

Venganza poética: diez años después los alumnos protestarían también cuando el por entonces vicepresidente del Gobierno de España acudió a ese salón polivalente de Somosaguas. El huevo de la serpiente puesto por Podemos había fertilizado en las aulas. A diferencia de su acosador, Rosa Díez condenó desde el primer momento ese asedio a Iglesias en 2020; y espera sentada, catorce años después, el reconocimiento público de Pablo del que le infligió a ella.

Rosa DíezPaula Andrade

Cuando es víctima de ese hostigamiento, esta funcionaria socialista hija de un obrero de izquierdas encarcelado, al que Franco conmutó la pena de muerte, ya había sido consejera socialista de Turismo en el Gobierno de coalición PNV-PSOE que presidió Ardanza. De aquella etapa se recuerda la denuncia que Díez puso al célebre dibujante Mingote por una viñeta en la que ironizaba con el turismo vasco y ETA. Inasequible al desaliento, Rosa intentó ser líder de los socialistas vascos en 1998. Derrotada por Nicolás Redondo Terreros, dos años después hizo lo propio para optar a la Secretaría General del PSOE, pero un joven diputado vallisoletano llamado Rodríguez Zapatero le ganó. A ella, a Matilde Fernández y a José Bono.

Fue el azote de Zapatero, al que ponía de los nervios con sus punzantes críticas, y de Rajoy, a quien hizo una oposición frontal

Pero en aquellos años su dilata carrera socialista estaba llegando a su fin: el acercamiento de su partido, con ZP a la cabeza, a los nacionalismos y especialmente las turbias negociaciones con ETA entre 2005 y 2006 (ella misma fue víctima de un paquete bomba que no llegó a explotar) hicieron a Díez abandonar las siglas en las que había militado treinta años, para formar parte de una plataforma nacida de Basta Ya, que un año más tarde se convertiría en la formación Unión, Progreso y Democracia (UPyD), de la mano de Mikel Buesa, Fernando Savater y Martínez Gorriarán.

En las elecciones de 2008 fue la primera mujer candidata a la Presidencia del Gobierno: consiguió un solo escaño que le supo a gloria. Desde esa posición fue el azote de dos presidentes del Gobierno. Primero de Zapatero, al que ponía de los nervios con sus punzantes críticas. Y después, de Mariano Rajoy, a quien hizo una oposición frontal: Díez se convirtió en un arma judicial contra la corrupción de la época llevando a los tribunales casos como el de Bankia. Tanto que la líder de UPyD llegó a reclamar una moción de censura contra el presidente gallego por las revelaciones de Bárcenas. Al correr del tiempo, sería Pedro Sánchez, hoy su principal enemigo político, el que recogería ese guante.

UPyD, cuyas tramas se confunden con las de la famosa serie Borgen, terminaría disolviéndose víctima del hiperliderazgo de Díez, que se tradujo en una imparable pérdida de apoyo popular. La formación le abrió una grieta gorda al bipartidismo, que aprovecharon Ciudadanos (el choque de Rosa y Albert fue también antológico) y Podemos. Curiosamente, los tres partidos han corrido la misma suerte. Hoy son pasado y no parece que hayan regenerado nuestra vida pública.

Desde la vida civil da saltos continuos a la esfera pública para denunciar la deriva anticonstitucional de su otrora partido

Aunque la política vasca ha tenido que arrostrar siempre críticas por sus trasvases ideológicos, hoy es sin lugar a duda una de las cabezas más preparadas contra las aberraciones de este Gobierno y azote de sus alianzas vergonzosas. Paradójicamente, ella descubrió a Irene Lozano, hoy autora de los panegíricos que firma Pedro Sánchez, que hizo el viaje inverso al suyo: de UPyD se fue al PSOE. Autora de dos libros que desenmascaran al presidente del Gobierno, es especialmente destacable el último, Caudillo Sánchez, en el que le diagnostica brillantemente la triada oscura descrita en psicología como la combinación de narcisismo, psicopatía y maquiavelismo. Aunque en teoría está alejada de la política desde 2016 (el último intento de que se reincorporara lo protagonizó Pablo Casado en 2019, pero Rosa le dio calabazas), sus acerados tuits son fuente de derecho antisanchista.

Desde la vida civil, donde disfruta en el País Vasco de su marido, sus dos hijos, Diego y Olaya, y de sus nietos, da saltos continuos a la esfera pública para denunciar la deriva anticonstitucional de su otrora partido. El pasado martes firmó una histórica intervención en el Parlamento Europeo, donde ya ocupó un escaño por el PSOE, para alertar a la UE de la ley de amnistía que han pactado Sánchez y Puigdemont. Y desde la lucha cívica en las calles sigue batallando para que, más pronto que tarde, «el caudillo Sánchez» termine, como vaticina en su último ensayo, en el lugar de la historia que le corresponde.