Prevenciones a las Banderas
Los oficiales legionarios mantendrán siempre el deseo de ser empleados en los lugares de más peligro, en los puestos de mayor sacrificio
Los fundadores del Tercio de Extranjeros escribieron una serie de instrucciones y órdenes para los mandos legionarios exponiendo cuestiones tácticas y de la buena marcha de la joven unidad, tareas que había que hacer durante la campaña de Marruecos en cada caso que se presentase en la vida legionaria.
Por su interés histórico y su vigencia en muchos apartados los traemos a estas líneas que junto con los espíritus del Credo Legionario dieron forma a un Cuerpo que ha demostrado su eficacia en África, Europa y Asia. El autor es el primer comandante de la I Bandera del Tercio de Extranjeros con 28 años, reclamado por su fundador, Millán Astray.
La disciplina
Es nuestra más preciada joya. Con el mayor cariño, hemos de cuidarla, manteniéndola firme, en todos los momentos y en todos los grados, inculcándola constantemente en los inferiores, a quienes se dará saludable ejemplo comportándonos siempre como ejemplos vivos de subordinación y respeto. Manifestación exterior de disciplina, el saludo ha de ser constantemente recordado a la vista. La actitud y la arrogancia al hacerlo deben poner de manifiesto la marcialidad Legionaria.
No olvidar el artículo del reglamento de campaña que dice, siendo condición inherente al mando militar, poder emplear. El superior a todos y uno de sus subordinados. Como tenga por más conveniente al mejor servicio. Ni está obligado a sujetarse en su elección ni a nadie. Tampoco será permitida la menor reclamación sobre puestos, procedencias y prerrogativas, pero cuando las circunstancias no manden otra cosa, un equitativo reparto de penalidades y combates produce en los inferiores la interior satisfacción que tanto preconizan nuestras ordenanzas. Los oficiales legionarios mantendrán siempre el deseo de ser empleados en los lugares de más peligro, en los puestos de mayor sacrificio.
Allí donde siendo la vida más difícil llena de penalidades, así lo pedirán constantemente a sus superiores y se lo inculcarán en sus inferiores. En la Legión, todos somos hermanos, la gloria es de uno, son glorias de todos y la gloria de nuestra bandera nos pertenecen. Una a una. Porque su paño lo teñimos con sangre legionaria. Los oficiales en el combate serán ejemplo constante de su tropa.
De hecho, habrán conseguido el respeto y el cariño y al utilizarla, cuidarán de sus vidas en los estacionamientos, en los parqueos, desplegando el celo y la actividad posible, cuidando igualmente de su vida para derrocharla. Con la de su gente en el momento preciso. En los avances en lo más rudo y álgido de la acción, cuando todos los alardes de valor son pocos, entonces es cuando el oficial debe demostrar ser digno jefe de sus valientes legionarios. Hacerse querer y desear de sus superiores y querer y respetar de sus inferiores debe ser el norte del oficial legionario.
Las órdenes
Las órdenes han de ser cortas, claras, precisas y completas. La claridad que excluye incertidumbre tiene más importancia que la forma. Si la transmisión es verbal, hacer que el portador repita el contenido. Las órdenes o noticias de cierta importancia serán a ser posible transmitidas por un oficial o clase. Toda pregunta hecha por el portador de una orden, sea cualquiera la categoría del interrogado, será contestada, dándole las noticias que conozca para facilitarle la más rápida transmisión. Todo oficial, clase o soldado que viese a un agente transmisor herido, recogerá su orden y procederá a su transmisión por sí o por una gente a sus órdenes. Toda unidad o fracción de tropas está obligada, aún sin orden expresa a auxiliar y facilitar la transmisión de órdenes, facilitando los medios a su alcance. No vacilar al dar vuestras órdenes. Y medir mucho las contraórdenes por el mal efecto que producen. La manera de mandar es de gran importancia en la guerra. Toda orden escrita debe ser conservada por el que la recibe.
La instrucción
Jamás la Legión debe estar ociosa si quiere conservar sus cualidades guerreras. La instrucción. Y tiro han de ser lo más frecuentes posibles. Todas las compañías han de estar adiestradas en el lanzamiento de granadas de mano, nombrando granaderos a dos soldados por sección que reúnan mejores condiciones, los cuales seguirán perteneciendo a sus respectivas escuadras y llevarán en el coraje varias granadas de mano. Una mecha. Y a las cartucheras superiores. 30 cartuchos más adelante. Cuando los efectivos sean mayores se les elevará el número de granaderos por escuadra. No variar nunca, aunque los efectivos sean pequeños, el número de secciones y escuadras que seguirán funcionando. Reuniéndolas para el servicio y tomando el mando el más antiguo de Los Cabos. Al estacionarse las tropas en campaña no deberán jamás abandonar sus prácticas de instrucción y tiro. Que continuarán con la misma precisión, así como las instrucciones orales. Hacer con frecuencia ejercicios de combate de sección y compañía. Y en algunos hacer intervenir a los granaderos. Ya sea al intentar coronar una cresta para limpiar de enemigos un barranco o rechazar un ataque, dando siempre a estos ejercicios mayores visos de realidad. Volver de nuevo a insistir sobre el credo legionario que es indispensable sostener y activar, y muy especialmente lo que respecta al espíritu de compañerismo con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo hasta parecer todos. El incumplimiento de este artículo puede traer grave quebranto para el espíritu de la Legión en el día de mañana. También hay que convencer al legionario de su fortaleza, despertando la confianza en sus armas y en sus jefes para que nunca dude del éxito de la empresa. La instrucción debe ser amena, darle variación. Y brevedad. Y los reportes serán para nosotros la válvula de escape de energías. El soldado legionario instruido solo necesita sostener, recordar y perfeccionar. También debe distraerse. Cansarse. No pensar y esto solo se consigue con los deportes.
El servicio
Que se sostenga. Estilo legionario, manteniéndose el oficial del mismo. Precisamente fuera del alojamiento recorriendo los puestos nunca reposará ni marchará una fuerza sin su servicio de seguridad. Aumentando la intensidad de éste a la proximidad del enemigo. Los servicios de noche durarán una hora y los centinelas serán siempre dobles. Las fuerzas de servicio no se quitarán jamás el correaje. Ni se dedicarán mientras dure el mismo a la limpieza de los fusiles. Las avanzadillas y puestos de servicio deben estar siempre en condiciones de rechazar un ataque, siendo de ello responsable el jefe de la misma. Los hombres de las centinelas dobles serán inmediatos, observan simultáneamente y se comunican sus observaciones. Sus consignas generales serán: no sentarse. No tenderse sin expresa autorización, no abandonar jamás su arma, no distraerse jamás ni en presencia de un superior, espiar constantemente si observa algo importante. Uno de ellos, que deberá estar designad, da parte al jefe del puesto del que dependa. Regresando seguidamente. Si pasan patrullas recorriendo el servicio, le comunican sus relaciones últimas.
Permitirán el paso durante el día sin retenerles a oficiales. Fracciones constituidas, patrullas, estafetas y ciclistas. Toda persona deberá ser conducida por centinelas o cabos de servicio. Los centinelas deberán hacer fuego sobre quien no obedezca sus intimidaciones. En lugares tranquilos y de noche darán el alto tres veces preparando el arma para hacer uso de ella. Y harán fuego sobre toda persona que le den el alto. Además de estas consignas generales, se le darán a los centinelas a las particulares del puesto que ocupen.
Los relevos se harán siempre mirando al enemigo. La fuerza mínima de una patrulla será de un cabo y dos soldados. Los avances de patrullas de seguridad, de exploración, reconocimiento, etcétera. Se harán con prudencia. Y escuchan tomando generalmente otro camino de regreso. Los hombres para patrullas Irán los más desembarazados posibles de equipo marchando sin mochila. Siempre que una fuerza salga del campamento a algún servicio sin armas llevará una fracción armada con inmediata protección. Cargará sus armas y pondrá el seguro.
La marcha
Los oficiales y clases velarán por sostener la más perfecta disciplina de marcha. Todo oficial ha de considerar como una de sus principales misiones el conservar las actitudes de marcha de su tropa. Se interesará por el aseo y cuidado de los pies y sostendrá una vigilancia rigurosa del vestuario equipo, debiendo ser éste llevado en la forma reglamentaria. Observarán los preceptos higiénicos para la marcha y cuidarán de la buena alimentación de hombres y ganados prodigándoles en todo momento los cuidados necesarios para disminuirle en las fatigas de la marcha.
Los capitanes en la marcha no tendrán puesto fijo y marcharán en el más conveniente para ejercer una completa vigilancia sobre su tropa. Los hombres no podrán por sí alterar la forma de llevar el vestuario. Cuando las circunstancias lo requieran, el jefe de la fuerza autorizará el desabrocharse el cuello y los primeros botones y soltar hebilla del correaje. La tropa antes de la marcha deberá llenar sus cantimploras de agua y durante la jornada. Solo con autorización del oficial podrán salir los soldados designados por escuadra que recojan y llene las cantimploras de los demás.
Queda prohibido terminantemente que ningún soldado se separe de filas sin la autorización expresa del comandante de su sección. Los soldados aprovecharán los saltos para sus necesidades corporales. Y cuando por excepción se separa un soldado en marcha de filas, con este u otro objeto le acompañará otro soldado de su escuadra, nombrado al efecto, incorporándose a ambos con la mayor urgencia su unidad. En marcha, ni durante los descansos se rinden honores. Y solo en el caso de que un superior les dirija la palabra, se levantarán y cuadrarán.
Los oficiales siempre se levantan y saludan todos los oficiales en marcha y reposo ejercerán la mayor vigilancia para asegurar la conservación de los víveres de reserva, siendo los sargentos y cabos de escuadra celadores de esta orden. No olvidar nunca los altos horarios. Y el primero al cuarto de hora de marcha para corregir distancias, asegurar cargas, arreglar equipos y apretar cinchas y hacer pequeñas necesidades. Los altos horarios se darán si es posible en lugar de sombra que haya agua y nunca en lugares en los que pueda estar la fuerza en una mala situación táctica, alejándose de parar en barrancos profundos en el interior de desfiladeros, etcéteras, aunque hayan pasado los 50 minutos de marcha y corresponda alto.
Los sapeados y soldados rezagados en la marcha serán recogidos por la retaguardia, que puede librarles del peso del equipo y aún subirlos en acémilas, evitando que nunca quede un soldado en el camino.
Esto es punto de honor para el oficial de retaguardia, los enlaces deberán ser sostenidos durante la marcha por todos los medios, empleando parejas de enlace, ciclistas, etcétera y siempre de detrás hacia adelante. Los suboficiales y todas las clases deberán conocer el alfabeto morse para más facilidad en los enlaces. Si se marcha por lugares que sea difícil encontrar leña, hacer que cada acemila lleve una sobrecarga de un pequeño haz. No deberá una unidad pararse ante tiros aislados del enemigo, cuyo objeto será retardar la marcha. Los exploradores constituyen patrullas de combate con los encargados de alejar a los agresores frente al enemigo en su proximidad.
No pasar jamás un desfiladero sin tomar las alturas que lo dominan con flanqueos, que se unirán a la retaguardia una vez pasada la fuerza. Si se han de cruzar barrancadas, emplear el sistema Frich, aventurándose en el paso, sin establecerse.
Los flanqueos móviles procurarán no marchar por la misma cresta en forma que puedan destacarse sobre el horizonte, siendo sus exploradores los únicos que deben marchar si es necesario en esta forma. Los enlaces de noche deberán ser sostenidos con especial atención y sobre todo, en la marcha. Si la proximidad del enemigo o misión de la tropa no lo impiden, los oficiales deberán llevar la linterna y los banderines. Deberán tenerse señales acústicas convenidas, así como cohetes y otras señales luminosas que permitan dar la noticia a distancia de una situación crítica o señalen la situación.
En caso de pérdida, solo en los casos de pretender sorprender al enemigo u ocultar la situación, dejará de establecerse estos enlaces acústicos y ópticos. Por mucho que se quiera ocultar, el enemigo siempre sabe la situación de la columna. La longitud de las marchas ante el enemigo no deberá rebasar los límites normales huyendo del empleo de marchas forzadas, pues hay que evitar a toda costa el dejar soldados rezagados.
Las marchas de noche deberán hacerse siempre con tropas aguerridas. De confianza. Que tengan gran cohesión. Son expuestos a pánicos y descalabros.
Cuando se va a efectuar una marcha de noche, deberá tenerse oculto hasta el último momento, comunicándose a todos los oficiales el objetivo, la situación enemiga y conducta en caso de ataque. No se separarán servicios de vanguardia y retaguardia. Estos marcharán unidos a la columna y solo se colocarán en cabeza un grupo decidido de soldados.
Se prohibirá con rigor apartarse. En los altos de lo lado del camino, ni sentarse si no se ordena claramente. No se cargarán las armas ni se hará fuego si paquean. Para no contestar y seguir la marcha, el fuego tiene alguna intensidad, pararse en el mayor silencio y sentarse. O tenderse para hacer fuego. En la marcha de noche deberá llevar guía a ser posible el mayor número de unidades. Caso de pérdida de una unidad con señales, toques, cohetes, etcétera. Interrogará la situación. Que será indicada. Con otra señal o cohete por columna. En marcha de noche, la fuerza marchará. De a cuatro.
El combate
Es de muy poco gusto militar discutir después del combate. Y jamás se debe incurrir en él proverbio ruso que dice «después del combate hay muchos valientes». La infantería debe encontrarse en todo momento en condiciones de tomar la ofensiva. La ofensiva es la mejor salvaguarda de la moral de las tropas.
Dada las características de la guerra en Marruecos, la compañía es unidad de combate que puede bastarse por sí en la mayoría de las ocasiones. Cuando el enemigo está a corta distancia hacer armar el cuchillo bayoneta. Debe huirse de estacionar las fuerzas en posiciones defensivas que disminuyen notablemente la moral de las tropas. La defensiva solo debe adaptarse en el caso de una gran superioridad numérica del enemigo o si las órdenes recibidas y la situación táctica lo exigen.
No extender demasiado los frentes. Ante las diluidas cortinas de tiradores enemigos, conservar la fuerza con sus escalones y sostenes y estos rebasando los flancos. Y enviad patrullas exploradoras que les alejen. Si en el frente de combate existen cortaduras, barrancos, etcétera, establecer puestos en ellos. Que los batan y vigilen, pues la sorpresa es una de las principales características de la práctica primitiva del marroquí y hay que evitarla.
El egoísmo al combatir es el puente de la cobardía. No acorralar al enemigo en su huida, dejarle una salida pues, al batirse a la desesperada, aparte de las bajas sensibles que ocasionan, puede retardar el avance. Dejarle una puerta y si es posible, batirle en ella. Sostener los combates en la mayor disciplina, castigando con gran severidad todo desorden al penetrar en kábilas o en lugares donde haya razzias.
La misión del soldado es solo combatir y excepto en el caso de que expresamente se le ordene pueden rociar y recoger el botín. La retaguardia, la retirada, no debe empeñarse mucho y su misión será mantener distanciado al enemigo. En casos precisos, la acción ofensiva, a reacción. Ofensiva calculada alejará definitivamente al enemigo.
En el combate se prohibirá que nadie se aparte con la disculpa de cuidar heridos. Todo herido leve entregará las municiones a sus compañeros y se reservará solo algunos cartuchos y marchará al puesto de socorros llevando sus armas. Ningún soldado que no sea camillero podrá transportar heridos sin orden expresa de un oficial. Si alguno se emplease deberá inmediatamente y sin demora, volver a su puesto en el combate. No deberá jamás quedar un soldado herido o muerto en el campo, siendo todo oficial responsable de los que quedasen en su frente.
Para esto debe en cualquier momento conocer la fuerza a sus órdenes apuntando, al emprender la marcha, el número de soldados y fusiles que conduce y el lugar exacto donde se encuentra, pues una equivocación en este sentido puede dar lugar a que quede alguno olvidado en el campo contrario.
Muertos o heridos, todos deben volver legionarios. Oficiales y soldados. El fuego a discreción en el combate debe hacerse por ráfagas con la limitación natural de los cartuchos, pudiendo emplear descargas.
No mostrar jamás ante la tropa desánimo por lo numeroso del enemigo o las malas condiciones defensivas de la posición que se ocupe, supliendo estas deficiencias con vuestro valor y ejemplo animoso. No olvidar que el soldado siempre observa sus jefes. Su presencia de ánimo y ecuanimidad le dará gran confianza. El fuego de noche es ineficaz. Solo hacerlo a muy cortas distancias en el caso de ataque formal y prohibir bajo severo castigo que nadie dispare en el interior del campamento o vivac.
Ante tiros aislados del enemigo, el silencio es la mejor respuesta. El combate en Marruecos se caracteriza por no presentarse el enemigo en una situación decidida y franca, permanece oculto y hace del terreno su escudo.
No se debe aparecer en esos enormes serrijones (sic) en los que muy escaso enemigo puede causar gran número de bajas. A ella se subirá en marcha reptante con precauciones y gateando si así conviene en los últimos espacios, dispuestos siempre a tropezar con el enemigo y a evitar las sorpresas.
Al soldado se le debe enseñar. Que no se sorprenda. Que lejos de ellos esté dispuesto al añagaza y aprovecha el momento para castigar al enemigo utilizando granadas de mano convenciéndoles de que ha de obrar con tranquilidad, pues el moro no llega el arma blanca contra el que espera combatiendo.
Otra de las modalidades se presenta en la ocupación de las crestas. En una guerra regular, la colocación de las guerrillas en la cresta militar es lo apropiado. Pero en Marruecos hay que abandonar la mayoría de los casos esta práctica y ocupar las crestas topográficas, colocando solo en la militar un pequeño número de soldados que vigilen el acceso de la loma en el fondo de la barranca, escogiendo para ello lugares a los flancos o aquellos puntos en los que el terreno permita llegar a cubierto.
Esta colocación de las tropas que es contraria a lo preceptuado nos ofrece por la índole del combate muchísimas ventajas, librándonos de los inconvenientes que llevan la ocupación de la cresta militar.
En la cresta topográfica, las guerrillas se encuentran al abrigo de los fuegos enemigos. Y el municionamiento y retirada de heridos no ocasiona ese sin número de bajas que lleva consigo rebasar las crestas topográficas. Y en el caso de ocupar la militar, los soldados estarán al descubierto, las bajas se aumentarán y la retirada de cada hombre costará las de otros varios.
El único peligro aparente de este dispositivo es el caso de una reacción enemiga, pero para evitarlo están esos soldados o escuadras adelantadas en los sitios favorables.
Para este enemigo las lomas constituyen excelentes caminos cubiertos para aproximarse. Y no basta ocupar las Lomas y vigilar las alturas vecinas: es imprescindible vigilar los barrancos. A los flancos y retaguardias y adelantar por ellos. Si así conviniese. Escuadras de 6 u 8 hombres que a la hora de la retirada lo hacen a cubierto siguiendo el Barranco.
La retirada es toque a la moral de las tropas. Todas las precauciones han de ser pocas para llevarlas a feliz término, esas retiradas lentas por escalones tan frecuentes en nuestras escuelas prácticas.
El moro aprovecha los momentos de la retirada para echarse encima, ganar la cresta y sorprender con su fuego a la tropa en los momentos de repliegue. En las retiradas en que una fuerza se para para hacer un escalón aumentarán mucho el número de bajas. Y si la moral de las tropas no es excelente y la zona está muy enfilada acaba abandonando los heridos y sembrando en ella el germen del chaqueteo. Para evitar esto, es conveniente que los saltos se ajusten a las condiciones del terreno teniendo establecida previamente a otras unidades que protejan la retirada que harán los soldados a paso ligero y teniendo una señal convenida para volver a ocupar el puesto en caso de que alguno caiga herido
Evitar el fuego de nuestros aviadores marcándoles nuestro emplazamiento con los lienzos de señales. Hemos llegado a ser temidos, conservar la leyenda y aumentarla en la guerra, sembrando el terror y la muerte al enemigo en los ataques. Dar gritos y hacer cuanto pueda influir en el carácter impresionable de los moros, disminuyendo su moral. A sus ataques, responder. Con timos y bromas.
No poner en duda el éxito de la empresa
El oficial tiene el deber inexcusable de economizar permanentemente sus municiones. Y velar por su reposición rápida. Deberá saber en todo momento los cartuchos de que disponen sus soldados sin que jamás les sorprenda la escasez o falta de cartuchos. Cuando las tropas marchan al combate, se repartirá un suplemento de cartuchos de los pertenecientes a las compañías. Las guerrillas serán municionadas. Por hombres destacados de retaguardia, ningún soldado puede abandonar la línea de fuego para buscar cartuchos sin orden expresa. Solo en casos excepcionales se dará.
Recoger siempre los cartuchos de los muertos y heridos y repartirlos entre los soldados en fuego. Deben emplearse todos los medios para que siempre se tengan el número reglamentario de cartuchos y, si es posible, más. Sembrar constantemente entre los hombres la desconfianza del Moro. Hacerle avisado contra su táctica de agresiones y emboscadas.
El trato
El cariño de sus superiores compensará al legionario de la falta de familia. El trato con el soldado ordenó que sea lo más afectuoso interesándose por su salud tomando por él el interés que vuestro gran espíritu ha de dictar. Prohibir terminantemente castigar.
En la Legión existen procedimientos de represión más que suficientes con el solitario. No permitir en el trato con el soldado escenas violentas ni insultos u ofensas que puedan herir su espíritu caballeresco. El maltrato de obra o palabra hace siempre perder a un soldado. Despertad en los legionarios, la confianza y al afecto, corrigiéndoles con rectitud y cariño.
La deserción
Una vigilancia activa en los cantineros paisanos. Y que las agrupaciones de cantinas vigilen mucho a quienes se concedan autorizaciones para establecerse. Cuando algún desertor sea aprehendido, interrogarle con el mayor interés, enviándome a fin de mes información hecha en el momento encaminada a que confiesen sus causas de disgusto en el cuerpo y su deseo de marchar sin ocultar nunca lo que digan. Pues mi objeto es encaminar la marcha del cuerpo en el sentido de disminuir esta pérdida de hombres.
Se da el caso frecuente de que el número de desertores aumenta en las interinidades del mando de las unidades. En aquellas en que las multas son más frecuentes que no se imponga ninguna sin el conocimiento y la aprobación del jefe de bandera, que graduará la extensión de la misma.
Los ranchos
Seguir la marcha de la Legión haciendo que la comida del soldado tenga buena calidad y variación acostumbradas. Vigilando muy constantemente la marcha administrativa de la misma y utilizando dos soldados de compra nombrados por turno que verán firmar la papeleta. No tener en los remanentes de cocina cantidades superiores a 1.000 pesetas. Y procurar que las unidades de las banderas se aproximen en la cifra.