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Imagen de la víctima del suceso de Castro Urdiales

La confesión del menor que mató a su madre en Castro Urdiales: «La acuchillé para que dejase de maltratarme»

En su confesión Diego (nombre ficticio) reconoce los hechos, cuenta su día a día y se muestra triste y desolado por el resultado de su comportamiento

Con el paso de las horas es difícil encontrar testimonios de personas de Castro Urdiales que llamen mentiroso a Diego, el hijo de 15 años adoptado que arrebató con violencia la vida a su madre: Silvia. El entorno escolar de Diego y su otro hermano, Pedro (nombre ficticio) de 13 años, reconocen que los adolescentes llegaban al colegio con moretones y que ellos afirmaban que se los hacían en casa.

A la Guardia Civil le queda investigar la profundidad de estas acusaciones. De ser ciertas, no estaríamos hablando de dos chavales que encarnarían la maldad, sino de dos adolescentes que vivieron en un infierno, sin que eso justifique el crimen en ningún caso.

Diego se confesó culpable. El Debate ha tenido acceso a ese relato en primera persona. Aterroriza y comienza así: «Yo sacaba malas notas. Mis padres me insultaban y me pegaban ambos, tanto mi padre como mi madre. Me daban empujones, patadas, tortazos y con zapatillazos en los brazos. Una herida que tengo en la oreja me la hizo mi madre hace tres días. Además me maltrataba psicológicamente».

Se refiere a insultos y desprecios como «inútil», «gilipollas», «idiota», «no vales para nada» y otras lindezas del estilo. «Me pegaban desde que era pequeño (lo adoptaron con 4 años). A mi hermano Pedro le dan desde hace dos años. Las agresiones físicas han aumentado a medida que me hago mayor. Los del chalé de al lado se han quejado a veces por los ruidos y gritos. Una vez se lo dije al tutor, lo que pasaba en casa. Él llamó a mis padres y se lo dijo. Esa vez no me pegaron como represalia».

Respecto al día del crimen cuenta lo siguiente: «Ayer llegaron a casa las notas. Mi madre al verlas me dio un guantazo en la cara. Empezó a insultarme y a gritarme. Yo me quedé quieto y no respondió. Ocurrió sobre las 15.30 cuando llegó ella a casa. Después comimos los tres juntos. Llevé a mi hermano a clases de inglés y al regresar ella seguía riñéndome por las notas. Fui a buscar a mi hermano y al volver ella estaba más enfadada todavía».

Es a partir de este punto que ocurren los hechos: «Estando en la cocina los tres, mi madre me agarró por el cuello con dos manos y me seguía insultando: »Eres un mierda«. La agarré de las manos para intentar soltarme. Mi hermano trató de ayudarme y la cogió por detrás. Los dos se cayeron al suelo de espaldas. Ella se intentó levantar. Yo tuve un ataque de furia y agarré un cuchillo y se lo clavé varias veces en el cuello y la cabeza. Al ver la sangre, paré y me di cuenta de lo que había hecho. ».

Pensaron rápido: «El cuchillo lo limpié y lo guardé en su sitio. Luego decidimos limpiarlo todo. No se nos ocurrió avisar nadie. Le pusimos una bolsa de plástico en la cabeza para que no siguiera manchando. Cogimos una fregona para limpiarlo todo. Nos quitamos la ropa y limpiamos con ella. Lo hicimos entre los dos. Después le quitamos la ropa de mi madre, llevaba puesta una bata y el pijama, y la metimos en una bolsa de basura que tiramos a un contenedor. Nosotros íbamos en chándal».

Es el momento de trasladar el cuerpo: «La bajamos al coche. ya sin ropa y con la cabeza tapada. Son dos plantas. la metimos en los asientos de atrás. Utilizamos cinta adhesiva que había en casa para atarla manos y pies. Me puse al volante. Arranqué, pero como no sabía conducir me choqué. Pensamos en irnos lejos aunque no sabíamos dónde. Subimos arriba. Cogimos una mochila, libros, comida, dinero y el móvil de mi madre».

Cuando salieron estaba oscureciendo. «Nos encontramos con una vecina, pero no le dijimos nada. La abuela llamó varías veces al teléfono. Lo cogí y no se qué le dije, quizá que estábamos secuestrados y que avisara a la Policía. Luego fuimos al parque Cotolino y nos escondimos. Allí fue donde nos localizaron».

Ahora la Guardia Civil está recogiendo testimonios periféricos para tratar de corroborar o no esta versión de los hechos, sobre todo lo referido al contexto. De confirmarse su versión la estrategia de defensa sería muy diferente.