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Ana Martín

Galicia confirma la transformación del PSOE en subalterno de nacionalismos e independentismos

En el pecado del presidente lleva su partido la penitencia en Cataluña, Galicia, País Vasco y hasta Navarra. Es el precio del apoyo de ERC, Bildu, el PNV y el BNG a su persona

Madrid Actualizada 19:00

Pedro Sánchez, durante un mitin en VigoEugenia Morago/ PSOE

En plena precampaña de las elecciones gallegas, el PSOE celebró una convención política en La Coruña, de mucho copete y poco debate. La llamó Un impulso de país. En el documento de conclusiones, los socialistas proclamaban con orgullo: «El PSOE es el partido que más se parece a España. Una España unida en su diversidad, orgullosa de sus distintas lenguas y culturas. Por eso, no es casualidad que sea el único partido que ha gobernado en las 17 comunidades autónomas y que más años ha gobernado en el Estado».

Para ser el partido que más se parece a España, en la única comunidad donde los socialistas gobiernan con mayoría absoluta, Castilla-La Mancha, lo hacen con un presidente al que sus propios compañeros han situado en el «extrarradio del PSOE» (Óscar Puente dixit). Menuda ironía.

Visto lo visto en la campaña de las elecciones gallegas, y lo que puede pasar este domingo, cabe hacerse una pregunta: ¿se ha resignado el PSOE a ser un secundario, un subalterno del nacionalismo/independentismo en Cataluña, el País Vasco, Galicia y hasta Navarra a cambio del apoyo de esas formaciones a Pedro Sánchez?

No hay que esperar a conocer el resultado de los comicios gallegos, vascos y catalanes (estos dos aún no tienen fecha, pero están próximos) para concluir que el partido que presume de ser «el que más se parece a España» va por ese camino.

En Cataluña, el PSC de Salvador Illa lleva haciendo de flotador de ERC desde que, en octubre de 2022, Junts abandonó el Govern de coalición que hasta entonces compartían ambas formaciones independentistas. En febrero de 2023, los socialistas llegaron a un acuerdo con Pere Aragonès que permitió al presidente catalán aprobar los Presupuestos de ese año. En este 2024 el pacto también se intuye.

Pere Aragonès y Salvador IllaEFE

Es cierto que, en las elecciones generales del 23 de julio, el PSC fue el partido más votado, a mucha distancia. Obtuvo 19 escaños y ERC y Junts, siete cada uno. Los socialistas se apresuraron a proclamar que aquel resultado era la antesala de un triunfo en las catalanas. Sin embargo, el éxito se debió a que el voto útil del independentismo fue para Sánchez. Buena prueba de ello es que, en los sondeos publicados sobre las próximas autonómicas, Esquerra va por delante de Illa. Así que a lo máximo que podrían aspirar los socialistas es a escoltar a ERC en un gobierno bipartito o tripartito (con los Comunes).

Los socialistas despidieron el año 2023 entregando la Alcaldía de Pamplona a Bildu, tras una moción de censura para desalojar a Cristina Ibarrola, de UPN. Supuestamente, el PSN no iba a entrar en el equipo de gobierno ni a participar en la gobernabilidad del Ayuntamiento. Supuestamente, Joseba Asiron iba a tener que componérselas solo con Geroa Bai y Contigo-Zurekin, marcas del PNV y Podemos. La realidad es otra. La realidad es que, este mismo viernes, el alcalde abertzale se reunió con los concejales socialistas para dejar encarrilado un acuerdo para los Presupuestos.

Joseba Asiron, de Bildu, es alcalde de Pamplona desde diciembre gracias al PSNEFE

De diciembre llegamos a este 18 de febrero, en el que el PSdeG tiene nulas opciones de quedar por delante del BNG. La máxima aspiración de Sánchez es que los escaños socialistas sirvan para desahuciar al PP de Alfonso Rueda de la Xunta y para entregar Galicia al nacionalismo cool de Ana Pontón.

En tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, los socialistas ya gobernaron en Galicia y Cataluña con el BNG y ERC, cierto. Sin haber ganado las elecciones, cierto también (las ganaron el PP y la extinta CiU, respectivamente). Pero la gran diferencia es que, entonces, en ambos casos el PSdeG y el PSC eran el socio mayoritario de la coalición. Emilio Pérez Touriño gobernó Galicia con sus 25 escaños y los 13 de Anxo Quintana en la legislatura 2005-2009. Pasqual Maragall gobernó Cataluña entre 2003 y 2006 con el apoyo externo de ERC e ICV, la marca de IU. Y José Montilla lo hizo entre 2006 y 2010 con sus 37 escaños, los 21 del republicano Josep Lluís Carod-Rovira, que se convirtió en vicepresidente, y los 12 de Joan Saura, el candidato de ICV.

José Montilla (derecha) y Josep Lluís Carod-RoviraEFE

Ahora las tornas han cambiado. El socialismo ha ido cediendo soberanía y terreno electoral a nacionalistas e independentistas en territorios clave para la integridad de la nación. Peligroso quid pro quo ése de esperar que quien vota al BNG, a Bildu o a ERC en las autonómicas vote después al PSOE en las generales.

Y mientras, en ese documento salido de su convención política de enero el PSOE promete «dar un nuevo impulso de país a nuestro modelo de descentralización territorial». «Un modelo que, en términos generales, ha servido para construir una España más próspera y cohesionada desde el respeto a la diversidad y la pluralidad que nos identifica», celebran los socialistas a renglón seguido.

A la espera de comprobar si a Sánchez le sale bien la jugada de Galicia, después vendrán las vascas. La novedad esta vez es que, si gana Bildu, el PSOE deberá elegir entre el PNV y Arnaldo Otegi (si gana el PNV todo seguirá igual). Por lo demás, allí el PSE ha sido el mozo de espadas del PNV de forma intermitente desde 1987, desde que José Antonio Ardanza se convirtió en lendakari tras un pacto con el PSE de Txiki Benegas. En todos estos años ha habido un único lendakari socialista, Patxi López, y fue gracias a los votos del PP. Cuando el PP ha tenido que optar entre el nacionalismo/independentismo y el PSOE, siempre lo ha tenido claro. Que se pregunten al alcalde de Barcelona, el socialista Jaume Collboni. Cuando ha sido el PSOE el que ha tenido que elegir, también lo ha tenido claro. Pero en otro sentido.