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Alfonso Rueda y su secretaria general, Paula PradoEFE

Galicia habla claro

El nuevo ciclo electoral empieza con siniestro total de Sánchez y Díaz, y con Feijóo revitalizado

El presidente pretendía dejar herido de muerte el liderazgo del popular, y lo único que acabó herido de muerte este 18-F fue el PSdeG, víctima de la política de pactos y muros de Sánchez

La de este 18 de febrero fue una noche negra para Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno ansiaba dejar herido de muerte el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, pero lo único que quedó herido de muerte tras el recuento fue el PSdeG, hundido en nueve escaños y condenado a seguir siendo el subalterno del BNG. Sánchez está acostumbrado a ganar aun perdiendo, como en las elecciones generales, pero esta vez la moneda no cayó de su lado. Ni del suyo ni del de Yolanda Díaz, cuyo partido no fue capaz de obtener un solo escaño y será totalmente irrelevante en esta legislatura. Sí logró uno Democracia Ourensana, la sorpresa de la noche, aunque no será llave de nada.

El PP de Alfonso Rueda conquistó su quinta mayoría absoluta con holgura, 40 escaños. La que Feijóo necesitaba para apuntalar su liderazgo después de meses de tribulaciones internas y dudas. Después de meses de digestión de la amarga victoria del 23 de julio, y en medio de la tramitación parlamentaria de la amnistía. «España se jugaba mucho en Galicia y los gallegos han sabido responder. Entre muros y puentes han elegido puentes», se felicitó la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, que dio por inaugurado un nuevo ciclo electoral.

El líder de los populares llegó a la sede de Génova 13 tarde, pasadas las nueve de la noche, y siguió el recuento acompañado de su comité de dirección al completo. Para todos ellos fue un alivio ver el resultado final, porque hubo vértigo durante las últimas jornadas de la campaña. Tanto se equivocaron las encuestas el 23 de julio que en el PP nadie se fía ya de nada.

Feijóo y el resto del comité de dirección del PP aplaudiendo a RuedaTarek/ PP

Se había hablado de estos comicios como una especie de bola de partido para el gallego. Quizá tanto no, pero él y su equipo eran conscientes de la transcendencia de unas elecciones que el PP planteó en clave nacional y después casi acabó lamentando. Fue tras ver cómo los socialistas embarraron el terreno de juego en los últimos días, exprimiendo la polémica por el no pacto entre Feijóo y Carles Puigdemont. Sánchez llegó a afirmar en el mitin de cierre de campaña que el presidente del PP negoció la amnistía y los indultos con los independentistas. «La única verdad de Feijóo es que todo en él es una gran mentira», señaló el viernes.

La única verdad -parafraseando al presidente- es que los gallegos votaron mayoritariamente a favor del PP y en contra de la coalición de Sánchez y de Yolanda Díaz, cuya candidata se estrelló con estrépito. Precisamente este domingo trascendió que los socialistas han solicitado una prórroga de dos semanas (el máximo posible) para cerrar un acuerdo con Junts en torno a la ley de amnistía en la Comisión de Justicia del Congreso. Un asunto que el PSOE trató de barrer debajo de la alfombra hasta después de la noche electoral.

La debacle socialista

Éstas eran las primeras elecciones a las que se enfrentaba el PSOE después de los pactos de su secretario general con independentistas y nacionalistas, incluido el BNG. El veredicto resultó demoledor y, aunque no es extrapolable, no presagia nada bueno para los socialistas en los comicios europeos del 9 de junio. Que serán los primeros de ámbito nacional.

La dinámica de bloques y muros a la que Sánchez ha arrastrado a la política española supuso una losa para el candidato del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, que compareció pasadas las 22.30 horas con cara de funeral. El PSdeG fue víctima del voto útil de la izquierda a la única candidata con opciones, la del nacionalismo pretendidamente cool, pero con demasiada historia a sus espaldas para serlo. El trasvase de votantes socialistas al BNG disparó a Ana Pontón hasta los 25 escaños, seis más que hace cuatro años: insuficientes para gobernar, pero más que suficientes para tener la hegemonía de la oposición, frente a un PSdeG hecho añicos.

No es la excepción, sino la norma. En Madrid, el PSOE es la tercera fuerza de la Asamblea, por detrás de Más Madrid. En Andalucía tiene penitencia para largo. En Castilla y León lleva vagando por el desierto de la oposición desde 1987. En Murcia, desde 1993. En la Comunidad Valenciana y Extremadura está inmerso en un proceso de relevo tras verse relegado a la oposición. En Cataluña es el flotador de ERC desde que Junts rompió el gobierno bipartito. Y en el País Vasco tendrán un serio problema si Bildu gana al PNV en abril y el PSE se ve obligado a elegir entre uno de sus dos socios.

Como Sumar, tampoco Vox consiguió entrar en el Parlamento gallego al segundo intento. Los de Santiago Abascal apretaron en la última semana de la campaña, acusando a Feijóo de negociar con Puigdemont. El PP contraatacó llamando a concentrar el voto en torno a sus siglas para frenar al nacionalismo. Saltaron chispas entre ambos. «La derecha no cobarde se ha quedado fuera del Parlamento», ironizaban en Génova 13 casi terminado el escrutinio.

Y menos aún Podemos, que quedó por debajo del Partido Animalista. «Es necesario fortalecer el proyecto de Podemos», reflexionó su candidata, Isabel Faraldo, entre lágrimas. Aunque parece una misión imposible.

El guion de las próximas horas y días parece previsible. El PP magnificará la victoria y la presentará como la primera tras el borrón y cuenta nueva de las elecciones generales -ya lo empezó a hacer este domingo-. Por el contrario, el PSOE rebajará la derrota y tratará de circunscribirla a Galicia. Pero esta vez no hay cortafuegos que valga.