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Ilustración: José Luis Ábalos y su exasesor, Koldo García Izaguirre

Ilustración: José Luis Ábalos y su exasesor, Koldo García IzaguirrePaula Andrade

El perfil

Ábalos, calienta que sales

Soñaba con entrar en la lista al Parlamento Europeo, posibilidad que acaba de esfumarse

Hay un tipo de hombre zafio, malencarado y aficionado a los masajes, al champán groseramente caro y a los billetes de 500 euros. Suele frecuentar algunas entradas de discoteca, pero donde mejor se maneja es guardando las espaldas y los oscuros secretos de un jefe político a su medida: con el perímetro abdominal paralelamente similar al suyo y los escrúpulos inversamente proporcionales a su colesterina. En la izquierda está documentada su proliferación. Cómo olvidar a Tito Berni, a los del dinero «p´asar una vaca» del sindicalismo andaluz, al chófer de la coca de los ERE o ahora a Koldo García Izaguirre, llegado al mismo corazón del poder socialista por José Luis Ábalos Meco (Torrent, Valencia, 64 años).

El que fuera número dos del PSOE y ministro desde primera hora de Sánchez, con más de 40 años en la política, dio muchos tumbos hasta llegar al olimpo socialista. Primero intentó en 2000 ser secretario general de su federación, la valenciana, y perdió frente a Joan Ignasi Pla. Así que, en 2009, y tras obtener un escaño que quedó vacante en la Cámara Baja, coincidió con otro diputado por accidente, Pedro Sánchez. No dudó en apoyarle en las primarias de 2014, en las que el hoy presidente (cuyos avales fueron custodiados por el inefable Koldo) se enfrentó y ganó a Eduardo Madina y a Pérez Tapias.

Pocos se atrevían por entonces a reivindicarse sanchista, pero él sí lo hizo y fue recompensado con la secretaría de Organización del partido

Así que de manera natural se convirtió en el principal escudero de Sánchez cuando los barones le defenestraron en 2016: en sus viajes en coche por la Comunidad valenciana para convencer a la militancia, Pedro dormía en casa de Ábalos. Mientras casi todos le dieron de lado, el fiel José Luis se quedó a su vera y le montó la «reconquista», que arrancó precisamente en Xirivella, un pueblo cercano a Valencia, la tierra de Ábalos. Pocos se atrevían por entonces a reivindicarse sanchista, sobre todo con el aparato del partido en contra, pero él sí lo hizo y fue recompensado con la secretaría de Organización del partido. Desde ahí, pergeñó la moción de censura contra Rajoy: las fotos de estos días recuerdan cómo pasaba triunfal por delante de los leones acompañando a su jefe, con Adriana Lastra y Carmen Calvo, en la tarde de junio de 2018 en la que España cambiaría para siempre. De hecho, defendió desde la tribuna del Congreso la primera moción de censura que triunfó en democracia.

Ábalos fue situado en el Ministerio de Fomento, el que más presupuesto maneja, y así compatibilizó el control del partido y la cartera con más inversión del Gobierno. Tras el secretario general, era que el más poder acumulaba. Previamente otro fontanero de Sánchez, Santos Cerdán, le había presentado a Koldo, un buscavidas que empieza a escalar de chófer a asesor, conseguidor y hasta consejero de Renfe Mercancías mientras su esposa terminaba de ayudante de la secretaria del ministro. Tanto Sánchez como Ábalos lo arropan y él, calentito y protegido, se embolsa, según la Fiscalía, casi dos milloncejos de euros en comisiones ilegales de una empresa que facturó más de 52 en contratos para la compra de mascarillas durante la pandemia. Y es que tuvo la suerte de que el mando de los contratos Covid, que no pasaban la fiscalización pública por su carácter de urgencia sanitaria, lo ostentaban pocos ministros elegidos; y entre ellos, el suyo, «su» ministro.

Así que José Luis y Koldo se hacen uña y carne. El primero, profesor de primaria y con un estilo tosco y faltón, también se presta a hacer para Sánchez todo tipo de trabajos, al igual que Koldo hacía con él. En el pódium de sus mejores servicios al Amado Líder está el turbio asunto de Delcy García (la vicepresidenta de Maduro que tenía prohibida la entrada en suelo europeo), a la que recibió en enero de 2020 a escondidas y con la que protagonizó un oscuro trasiego de maletas en Barajas. ¿Quién llevó en el coche (particular) al ministro a ese encuentro con la número dos de la dictadura venezolana? El eficaz Koldo. Antes, ya había sacado al ministro de una trifulca en un bar de Mérida.

Era imposible ver al diputado valenciano sin su asesor al lado. Tanto que en plena pandemia le acompañó a Canarias, un periplo oficialmente vendido como una visita a un centro de inmigrantes, pero que realmente no fue más que una excusa para un viaje de placer en el que el ministro y su familia se lo pasaron en grande. ¿Y quién pagó con dinero en efectivo el Moët Chandon que tanto le gustaba a Ábalos o los masajes que disfrutó en el hotel de lujo en que se hospedó? Koldo, claro. El exministro ha pretextado que no contaba con tarjetas de crédito ni en el Ministerio ni en Ferraz.

¿Quién llevó en el coche al ministro a ese encuentro con la número dos de la dictadura venezolana? El eficaz Koldo

Todo discurrió por un cauce de excesos hasta que, en el verano de 2021, en un giro de guion para neutralizar la paliza que dio Isabel Díaz Ayuso a la izquierda en Madrid, el bueno de José Luis es cesado fulminantemente (también Calvo e Iván Redondo, los otros escuderos), y mandado a presidir la comisión de Interior del Congreso. Ese día la empresa de los contratos millonarios deja de contar con el favor del Ministerio. Aunque el presidente impostó la voz en Rabat esta semana para decir que nada sabía de la pringosa ejecutoria de Koldo y la connivencia de su ministro, lo cierto es que la destitución de Ábalos fue consecuencia directa de que hasta Moncloa llegó el nauseabundo olor que provenía de los contratos Covid del Ministerio de Transportes, con derivadas en las Baleares de Francina Armengol, en las Canarias de Ángel Víctor Torres y en los Departamentos de Salvador Illa y Grande-Marlaska.

En la destitución de Ábalos concurrieron tres factores: la corrupción que acaba de destapar la UCO; un oscuro Excel sobre los gastos descontrolados en el Ministerio de las farras y en el PSOE; y una tercera y fundamental circunstancia: la vida disoluta que llevaban José Luis y Koldo a la luz del día y, sobre todo, bajo la luz de la luna. En lo personal, todo el mundo define al exministro como un tipo simpático y con buenas relaciones incluso entre sus adversarios políticos. Acaba de separarse de su tercera mujer, una agente de policía que trabaja en la Delegación de Madrid, y es padre de cinco hijos nacidos de tres matrimonios. Soñaba con entrar en la lista al Parlamento Europeo, posibilidad que acaba de esfumarse.

El mismo presidente que miserablemente atacó al hermano de Díaz Ayuso por una inventada irregularidad que ha sido archivada por dos instancias judiciales distintas, volvió a meter en sus listas electorales el pasado 23 de julio a Ábalos. Así que fue depurado, ma non troppo. Por el momento, no ha sido llamado a declarar, pero no es descartable. Su aforamiento le permite, en caso de que termine imputado, rendir cuentas solo ante el Tribunal Supremo. Pero sin escaño, no hay protección ni 6.759 euros de sueldo que cobra como parlamentario. Es posible que José Luis sepa tanto de Su Sanchidad que Pedro no le quisiera, en primera instancia, dejar completamente a la deriva. Esta semana Ábalos, que mantuvo una acalorada reunión el jueves con su sucesor Santos Cerdán, acudió a la tertulia de Risto Mejide en la que colabora y confesó: «Lamentablemente, parece que uno tiene que acostumbrarse a estos marrones».

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