11-M, el atentado que cambió la historia de España
20 años después todavía se busca la verdad tras la cortina de humo y falsedades que se puso en marcha justo después del estallido de las bombas
El 11 de marzo del año 2004 distintas explosiones terroristas en diversos trenes marcaron un atentado indiscriminado en la red ferroviaria de cercanías de Madrid, cuyo fin era matar a la mayor cantidad posible de españoles. Murieron 192 personas de toda clase y condición y resultaron heridas más de dos mil. La posterior explosión provocada en extrañas circunstancias en un piso de Leganés lleno de marroquíes ascendería la cifra de víctimas a 193, con un policía del GEO muerto cuyo cadáver fue profanado para eliminar vestigios.
En un primer momento la mayoría de los medios y de los políticos pensó en que la banda terrorista ETA era la responsable. Diversos hallazgos posteriores abonaron la pista de una autoría islámica perpetrada en su mayor parte por súbditos marroquíes.
La izquierda, cuando se desveló el origen musulmán de la masacre, se apresuró a responsabilizar al presidente Aznar de haberlo provocado por su alianza con Washington y Londres en la guerra de Irak contra la dictadura de Saddam Hussein. La torpeza de la derecha en insistir en la autoría etarra confirmada al principio por el CNI y negada por Otegi, convirtiendo un error de apreciación inicial del Ejecutivo Aznar en una mentira que facilitó la movilización del PSOE acusando al PP de mentir a los españoles. Con ese lema Pérez Rubalcaba, con la connivencia del Grupo Prisa, especialmente la Cadena SER, manejó una estrategia de tensión ignorando la jornada de reflexión.
A las seis de la tarde –convocadas mediante internet y mensajes cortos telefónicos SMS–, entre 2.500 y 3.000 personas según la policía acudieron frente a la sede del PP en la calle Génova de Madrid, acusando al Gobierno de mentir. Ante otras sedes del PP ocurrió lo mismo. Pérez Rubalcaba, vicecoordinador del Comité Electoral del PSOE, compareció ante los medios, negando estar detrás de las concentraciones en las sedes del PP y lanzando la consigna: «Los ciudadanos se merecen un gobierno que no les mienta». La plantilla de TVE se rebela. El PSOE consigue dar la vuelta a las encuestas que no eran muy halagüeñas.
La cerrazón del Gobierno popular, su falta de agilidad y la táctica de movilización del PSOE llevó el 14 de marzo a Rodríguez Zapatero al palacio de la Moncloa y con él en la presidencia del Gobierno se fomentó una versión ultra polarizada que resucitó y reabrió las heridas de la antigua guerra civil española, clausurando el ambiente de diálogo común a la Transición de finales de los años setenta, de la que el PSOE de Felipe González había sido uno de los protagonistas y beneficiarios, tensando la política en nuestra nación e imponiendo una visión parcial y sesgada de la Historia mientras alimentaba a los secesionistas catalanes, reforzados por el Pacto del Majestic, a través de Maragall y Zapatero establecía estrechos lazos con la izquierda iberoamericana definida como bolivariana.
La polarización partidista que se produjo en torno al atentado más sangriento de la historia de España enturbió conocer la verdad del origen, de los hechos y de los culpables y siguen siendo muchas las preguntas y pocas las respuestas fidedignas que tenemos. Todavía resuenan los ecos de las palabras preñadas de sospechas y de de un paternalismo indignante del juez Javier Gómez Bermúdez: «La verdad del 11M es tan terrible que España no está preparada para conocerla». Y esa verdad tan terrible que insinúa el juez debe ser la causa por la que no desclasifican las informaciones secretas sobre el 11 M hasta el año 2054, cuando sean inofensivas para sus beneficiarios.
Al igual que ocurrió con el hundimiento del buque de guerra Maine en Cuba, lo que dio pie a la guerra de agresión que Estados Unidos inició contra España en el Caribe y en el Pacífico, para despojar a nuestra nación de los últimos retazos de su imperio en beneficio propio, la verdad del 11-M saldrá a la luz cuando ya no represente una amenaza próxima para sus ejecutores, facilitadores y los necesarios cómplices que lo camuflaron. Ahí están las prisas por deshacerse de las pruebas, como la ágil destrucción de los vagones de ferrocarril, urgencias innecesarias y sospechosas como reconoció el Tribunal Supremo en su sentencia.
Han surgido en los últimos años cuestiones que obligan a replantear buena parte de lo que se conoce públicamente, tanto respecto a la génesis como a su ejecución material. En este caso plantea un centenar de incógnitas, cuya solución nos acercará sine die a lo que verdaderamente sucedió, unas claves ocultas en las que los representantes públicos y los agentes de inteligencia no parecen querer profundizar, porque el abismo que se abre en ellas puede hacer replantear a la sociedad española la peor imagen del sistema que sufrimos hoy en día. Lo que queda fuera de toda duda es que el atentado del 11-M cambió la historia de España de forma radical y con ese objetivo de cambiar la ruta de nuestra nación se planteó y ejecutó.
20 años después todavía se busca la verdad tras la cortina de humo y falsedades que se puso en marcha justo después del estallido de las bombas. Una supuesta trama de encubrimiento con su campaña de intoxicación destinada a camuflar la verdadera factura de un atentado que sirvió a organizaciones españolas y supuestos vecinos y aliados internacionales de España para sus propios intereses sobre la sangre de los muertos y heridos.
¿Todo es parte de a de una teoría de la conspiración o sencillamente de una conspiración a secas? Existen múltiples indicios borrosos que apuntan a la participación –por acción u omisión– de personas que ocupan puestos de responsabilidad en las más altas instancias del Estado, incluidas las de potencias extranjeras». En esa línea están las palabras del presidente Aznar: «Los que idearon el atentado no estaban ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas». Como el juez Javier Gómez Bermúdez, tampoco quiso ser más claro.
Algunos recordaron la humillación que expresó el Rey Mohamed VI en una entrevista en El País posterior a la reconquista del islote Perejil, posiblemente un ensayo de ocupación fracasado de Marruecos para evaluar la respuesta ante una posterior operación similar en Ceuta y Melilla. Rabat abrió los ojos y entendió primero que debía vengarse de lo que concebía como una deshonra ante el mundo, segundo el rey de Marruecos supo que era necesario aproximarse a Washington para aislar a España que con Aznar se había acercado, favoreciendo la instalación de un gobierno débil del PSOE que terminará cediendo la soberanía del Sahara y financiando al país alauí, un viejo protegido de Francia, aún a costa de la agricultura española y del dinero público, España temible competidora de Rabat y París ha tenido con Francia en el pasado reciente sonados enfrentamientos, sobre todo en torno a la lucha contra la organización terrorista ETA y las pegas galas en su momento para ralentizar el ingreso de España en el Mercado Común. París parece tener la impresión de que pastorea a España en las relaciones internacionales desde Felipe V.
Los cambios no se reducen a un nuevo gobierno sino a una modificación de la situación geopolítica abandonando una alianza atlántica bilateral y adoptando nuevas o viejas servidumbres mediterráneas. Se rompió el eje de las Azores de España con los anglosajones que ninguneaban a París.
A quién benefició:
El PSOE llegó al poder de forma sorpresiva. Marruecos obtuvo el reconocimiento de su soberanía sobre el Sahara por la anterior potencia administradora, la hegemonía de su agricultura así como muchas subvenciones de dinero español y el derecho de cientos de miles de sus súbditos a votar en las elecciones españolas en algunos niveles, sustituyendo a las bolsas de votos que antaño tenía el socialismo en el mundo del trabajo.
Sin el 11 de marzo la situación de España en el interior y en el mundo sería distinta.