Los valores «cívicos» y los valores democráticos
Como es sabido, los «valores cívicos» son el conjunto de pautas sentadas por la sociedad para que podamos vivir en comunidad, teniendo a la vista las relaciones sociales y las de la convivencia armoniosa entablada entre la ciudadanía. Tales valores son virtudes de carácter personal y proceden de la relación de los individuos, teniendo en cuenta su actividad, la interacción de unos con los otros y la relación de cada persona con su entorno. En definitiva, son la expresión del comportamiento de las personas en el ámbito ético, cultural, afectivo y social, inculcados por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en la que viven. Entre los valores cívicos a los que voy a referirme me interesan –básicamente– el honor, la lealtad y el sentido del deber.
No sé ustedes, pero pienso que hay pocas profesiones que tengan valores de más alta significación que las de las Fuerzas Armadas. Cuando hay que referirse a valores, como el amor a la Patria, el compañerismo, la disciplina, la ejemplaridad, el espíritu de sacrificio, y otras de la semejante naturaleza, parece imposible encontrar otros en diferentes profesiones que tengan mayor relevancia. Hasta el punto de que tienen como valor cívico que está por encima de todos los demás el de «dar su vida por España».
Pues bien, en un excelente discurso, Amador Enseñat y Berea, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, pronunciado para convertirse en Académico de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, señaló que esos importantes valores eran «cívicos». Enseñat afirmó que «ninguna de las virtudes que hemos nombrado es patrimonio exclusivo de los militares». Dijo que con respecto a estos valores debemos de poner el énfasis en la exigencia no en la exclusividad. Y concluyó señalando que son valores militares, porque los que hemos abrazado la milicia como profesión y modo de vida, centramos la exigencia en practicar y cultivar esos «valores cívicos» que, sólo razón de eso, pasan a denominarse virtudes y valores militares.
De lo hasta ahora significado se desprende que, si los «valores cívicos» están en las distintas profesiones, podríamos preguntarnos si hay algún otro tipo de valor que deba ser tenido en cuenta. Lo hay y lo señaló nuestro Rey Juan Carlos I en el discurso del 27 de diciembre de 1978, cuando dijo que la Constitución es la norma fundamental por la que ha de regirse nuestra convivencia democrática. Por eso, el propio Monarca nos advirtió que al tratarse de una Constitución de todos y para todos, era también la constitución del Rey de todos los españoles.
Si los valores a que hemos de atenernos son los «cívicos» y los democráticos, ¿cabe plantearnos si tales valores los tienen quienes han sido elegidos para representar a la ciudadanía en las Cortes Generales el 23 de junio de 2023? La respuesta a esta pregunta exige que nos detengamos en tres reflexiones. La primera es ver si los políticos son o no profesionales. La segunda es determinar si el político profesional tiene o no los valores cívicos y democráticos. Y la tercera es averiguar si desde que han sido elegidos como representantes de la ciudadanía han convertido su honor, su lealtad y su sentido del deber cuando actúan en el ámbito parlamentario.
No es la primera vez que defiendo que, desde la aparición de la democracia, los políticos en general son profesionales de la política: lo son sin ninguna duda los que se dedican a la política en general, y también los que ejercitan su actividad en las Comunidades Autonómicas. En el ámbito municipal, aunque hay algunos que intervienen en política y no cobran, hay otros muchos que tienen retribuida su función, por lo cual se puede afirmar que, en términos generales, los políticos son profesionales de la política.
La segunda consideración tiene que ver con que, puesto que tienen valores «cívicos», hay que preguntarse si tienen también valores democráticos. Si bien hay políticos que pertenecen a partidos que no creen en la participación política y que son por tanto partidos antidemocráticos, al no haber sido declarados ninguno de ellos fuera de nuestro sistema constitucional, habrá que considerarlos como partes de los partidos que integran el artículo 6 de nuestra Constitución.
Sentado lo que antecede, lo que habría que valorar para ver si estamos o no ante ciudadanos que, además de tener valores «cívicos», tienen también «valores democráticos». En un artículo reciente, decía Ignacio Varela que «la mayoría, por convicción, cálculo de conveniencia o simple pánico, se pone en fila para competir en cánticos laudatorios a cualquier cosa que provenga de la superioridad. La minoría más resistente y valerosa llega, como máximo, a refugiarse en un silencio cósmico o busca cualquier pretexto para excusar su asistencia y un periodista al que susurrarle la discrepancia que no expresó donde debió hacerlo. En todo caso, más que suficiente para apuntarlos en la lista de sospechosos candidatos al patíbulo».
Creo que Ignacio Varela tiene razón y que el partido al que se refería no es un partido en el que su funcionamiento interno defiendan «el honor, la lealtad y el sentido del deber», que tendrían los que sí respetan esos valores cívicos y democráticos a los que nos hemos referido.
Acabamos de comprobar que por mayoría automática del Congreso de los Diputados ha de ser aprobada la ley de amnistía. Pues bien, ¿consideran ustedes que si el voto de los representantes de Junts no fuese tan decisivo para mantener el poder habría alguien que votaría a favor de una ley que ellos consideraron que era inconstitucional como la ley de la amnistía? ¿Piensan realmente que al votar por esa ley los «valores cívicos» y democráticos se tuvieron en cuanta cuando era una ley inconstitucional? Creo que no.
- José Manuel Otero Lastres es académico de Número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España