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El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en el acto de su presentación como candidatoEuropa Press

El laberinto catalán

Puigdemont no podrá ser candidato si se impugna su candidatura por residir fuera de Cataluña

Si la Junta Electoral aceptara un posible recurso de PP o o Vox, el líder separatista quedaría fuera de la carrera electoral

Carles Puigdemont ha convertido las elecciones catalanas en un plebiscito sobre su persona y, con ello, ha dinamitado la estrategia socialista de cara a las elecciones catalanas del 12 de mayo. En las horas previas a la celebración de la conferencia de Puigdemont en el municipio francés de Elna, a pocos kilómetros de la frontera española, los analistas más cercanos a Junts auguraban que junto al anuncio de su candidatura a la presidencia de la Generalitat el hoy eurodiputado presentaría un perfil pactista y posibilista.

En Barcelona hay muchos cenáculos y círculos próximos al poder que confunden sus deseos con la realidad pero Puigdemont fue en Elna el de siempre, desafiante y con una propuesta de máximos. Se jactó en el salón de plenos de Elna, espacio que le facilitó el alcalde comunista de la localidad, de «haber arrastrado al estado española a sus posiciones y que ahora el pacto fiscal y el referéndum eran los siguientes pasos». El líder de Junts se sabe triunfador, solo hubo un instante en el que le traicionó el subconsciente cuando dijo que «la próxima vez que lo hagamos –en referencia a la proclamación de la independencia– lo haremos mejor».

La diferencia es que si hasta hace poco las bravuconadas de Puigdemont sonaban a quimera imposible ahora son un augurio de lo que sucederá a continuación dado que Pedro Sánchez en los encuentros secretos que su enviado, Santos Cerdán, mantiene con el líder de Junts en Ginebra entrega España a pedazos al igual que hizo Carlos IV en Bayona frente a Napoleón.

El expresidente fugitivo, arropado por sus extasiados seguidores, anunció su regreso a España por segunda vez. La jugada no es nueva. En diciembre de 2017 pidió el voto afirmando que si resultaba ganador nadie podría impedirle volver a España sin ser detenido. Ni ganó, ni regresó. Ahora hace un déjà vu para volver a 2017, pide el voto y promete que si es propuesto como presidente por la presidencia del Parlament se desplazará a Barcelona para someterse a la investidura.

Antes de que eso suceda, el 10 de abril la Junta Electoral debe publicar las listas y en ese instante se pone en marcha un periodo de cinco días para recurrir dichas candidaturas. Tanto PP como Vox se plantean dicho recurso alegando que la legislación obliga a que los candidatos sean residentes en Cataluña y es una obviedad que Puigdemont lleva casi siete años viviendo en Bélgica. Si la Junta Electoral aceptara este recurso, Puigdemont podría estar colgado de las farolas y en los carteles electorales, pero su nombre no podría figurar en lo más alto de la papeleta electoral de Junts.

Aunque el expresidente catalán hizo pública su renuncia a encabezar la lista europea de Junts, el equipo de Puigdemont tiene previsto que, en el caso de que no pueda ser candidato a la presidencia de la Generalitat, sí sea cabeza de lista de Junts a las elecciones europeas, donde el requisito de la residencia para ser candidato no es imprescindible.

La estrategia de Junts de Puigdemont sí o Puigdemont no hunde las expectativas electorales de ERC, donde cunde el desánimo. Las proyecciones electorales que hacen los institutos demoscópicos muestran una curva decreciente para Pere Aragonès. En Pallars, sede del PSC, sus estrategas de campaña están analizando cuál debe ser su hoja de ruta electoral. Su plan era vender gobernanza frente a procès, normalización frente a conflicto pero en las filas de Junts, tanto el secretario general Jordi Turull como el propio Puigdemont, ya han descalificado a los socialistas. Y estos no pueden ser muy agresivos en campaña frente a Junts ni ERC para evitar el riesgo de romper puentes que son imprescindibles para mantener a Sánchez en La Moncloa, el único objetivo de toda la estrategia socialista y a la que todos los barones en toda España están sometidos.