Mata a su padre a patadas porque no quiso darle 20 euros para seguir bebiendo
Fernando murió con 67 en Narón, A Coruña, a golpes: los que le propinó su hijo, al parecer ebrio, delante de su abuela
Ocurrió el domingo 31 de marzo. Serían las cuatro de la tarde. Un joven de 26 años llegó a la casa de su abuela, Pura, como la conocen en el barrio de Narón, donde reside. En la casa vivía con Felipe, su hijo y padre del joven. El chico llevaba un juego de llaves en la mano. Intentó abrir la puerta del portal, pero no atinaba a meter la llave. Al final, aprovecho que un vecino que sacaba a su perro abrió para colarse.
Subió a la casa. Entró. Felipe debió notarle perjudicado. Su hijo, con voz pastosa, le pidió que le diera 20 euros, probablemente para seguir con la juerga que había cabalgado en las últimas horas. Felipe se negó. Comenzaron los gritos, los insultos y las faltas de respeto. La escalada de violencia aumento con una agresión física.
Aun bebido, pegó fuerte. No había posibilidad de defensa. Un joven de 26, pura fibra, contra un adulto cercano a los 70 años. Lo roció a golpes hasta que quedó inconsciente. Pura, desesperada, le intentó dar con el bastón, pero sin apenas energía, al joven ni le molestó. La mujer llamó a la hermana del agresor y al 112. Los vecinos que escucharon los gritos y los golpes se comunicaron con la Policía. Al chaval se lo llevaron detenido. A su padre inconsciente, pero vivo al hospital. No hubo manera. No resistió tantas patadas en el cráneo. Falleció.
En el barrio comentan que se venía venir. El hijo de Felipe odiaba a su padre. El hombre había tenido varios matrimonios. El asesino era hijo de su segunda mujer. Le dio mala vida a la madre y ella le echó. Felipe no estuvo para cuidar a su hijo. Se desentendió. Estaba más entrenado en empinar el codo que en preocuparse de su vástago. Al asesino le cuidó otra figura paterna. El hombre que sustituyó a su padre en el corazón de su madre.
Le dio amor y cariño, pero la sangre es la sangre. Muchas veces tira sin sentido, porque Felipe no le dio una gota de cariño, pero su hijo le necesitaba y le quería. Pudo haberse olvidado de su existencia, pero no lo hizo y se revolvió. Demandaba su amor y al no recibirlo se lo reprochaba: «Tú no eres mi padre. Te debías haber muerto tú no él». Se refería al que fue pareja de su madre y sí ejerció como un referente, que había fallecido.
Los veinte euros fueron la excusa, pero cada golpe que mató a Felipe iba cargado de odio y resentimiento. En el barrio tampoco hablan bien del muerto. Dicen de él que también le gustaba apoyarse en las barras de bar durante largas horas. Y que después caminaba averiguando donde plantar el pie. Cuentan que se gastaba todo lo suyo y la pensión de su madre, Pura, en los bares.
Al asesino se lo llevaron a comisaría. No quiso decir por qué había matado a su padre. Pero tras horas de calabozo, empezó a gritar y preguntar si había matado a su padre. No queda claro si es que no sabía lo que había hecho o si quería confirmar que lo había logrado. La juez no le debió ver muy en sus cabales cuando pasó a su disposición. Ha pedido que le hagan un informe de salud mental, por si hubiese tenido un brote psicótico.