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Ana Martín

La ruleta electoral vuelve a girar y Sánchez no lleva buena apuesta

La bola está en marcha. Las elecciones que al presidente (que no al PSC) le convendría perder, para no interponerse en el camino de Puigdemont, son las únicas que puede ganar desde febrero de 2021

Madrid Actualizada 11:19

Pedro Sánchez el pasado jueves en BruselasEFE

En la celebérrima novela de María Dueñas el tiempo transcurría entre costuras. En España transcurre entre elecciones. Se suponía que este 2024 iba a haber tres, gallegas, vascas y europeas. Pero ya vamos por cuatro, tras el adelanto de las catalanas que Pere Aragonès ideó para pillar a contrapié –sin éxito– a Carles Puigdemont. Y hay quienes auguran unas quintas a finales de año si Pedro Sánchez necesitara emprender su enésima huida hacia adelante.

El ciclo electoral más bien parece un bucle electoral. No había terminado siquiera la campaña vasca cuando, a mitad de la semana, el PSOE filtró el nombre de su candidata a las elecciones europeas, que será la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. El PP reaccionó ipso facto anunciando que Esteban González Pons será el director de campaña para los comicios del 9 de junio.

Las elecciones gallegas iban a ser una bola de partido para Alberto Núñez Feijóo, eso decían el PSOE y Sumar, y el pelotazo se lo llevaron Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en plena negociación de la ley de amnistía. El PSdeG se hundió a los nueve escaños, emparedado entre la mayoría absoluta de Alfonso Rueda y los 25 diputados del BNG, y Sumar no llegó ni al 2 % de los votos.

Ahora se supone que las elecciones vascas darán un respiro a Sánchez al menos en el País Vasco, puesto que el PSE seguirá teniendo la llave de Ajuria Enea y volverá a entregársela al PNV. Pero últimamente las elecciones en España, cualesquiera, son como la caja de bombones de Forrest Gump: los partidos nunca saben lo que les va a tocar. En julio Feijóo perdió ganando y Sánchez ganó perdiendo. Y a Carles Puigdemont le tocó el bombón más dulce: el de la venganza.

Carles PuigdemontEuropa Press

Las elecciones vascas

Las elecciones de este domingo no son extrapolables al resto de España y tampoco será fácil extraer lecturas nacionales. El País Vasco es, junto con Cataluña, la única comunidad cuya opinión pública es mayoritariamente favorable a la amnistía de los cabecillas del procés. Sin embargo, estos comicios sí han puesto de manifiesto como ningunos las enormes contradicciones del PSOE. Porque en el País Vasco los socialistas abjuran de lo que imponen en el resto de España, especialmente en Navarra: pactos con Bildu, un «partido democrático progresista», como lo calificó el ministro Óscar Puente en diciembre.

El propio Sánchez confirmó el jueves desde Bruselas que seguirá llegando a acuerdos con la coalición liderada por Arnaldo Otegi, por el bien de la «mayoría social» de este país, lo justificó. Y porque su coalición con Yolanda Díaz suma 148 escaños y la mayoría absoluta está en 176.

A la espera de conocer el veredicto de los vascos en las urnas, Bildu es el ganador moral –y amoral– de estas elecciones. Y habrá un lendakari de la izquierda abertzale más pronto que tarde, aunque falten cuatro u ocho años. Si se cumplen las predicciones de Otegi, será además con ayuda de los socialistas.

Arnaldo Otegi y, a su lado, el candidato de Bildu, Pello OtxandianoEFE

Las elecciones catalanas y europeas

A partir de este lunes la política volverá a mirar a Cataluña. Con las elecciones catalanas –el 12 de mayo– y europeas –el 9 de junio– se da una paradoja. Las europeas son de ámbito nacional y, sin embargo, no van a decidir nada en España más allá de confirmar que el PSOE sigue a la baja. Pero con un suelo lo suficientemente alto como para que Sánchez salve los muebles. Por el contrario, las catalanas van a decidirlo todo.

Las europeas son de ámbito nacional, pero no van a decidir nada en España. En cambio, las catalanas lo decidirán todo

Es llamativo que el presidente empezara el último día de la campaña vasca en… Cataluña. Sánchez se desplazó el viernes hasta Barcelona para presidir la firma del acuerdo entre la española Ebro-EV Motors y la china Chery Automobile, por el que esta última construirá vehículos en las antiguas instalaciones de Nissan en la Zona Franca. Por la tarde sí se trasladó a Bilbao para participar en el mitin de cierre junto a Eneko Andueza.

Ese mismo día Puigdemont le envió un mensaje desde Francia. Le dijo que se olvide de aprobar los Presupuestos de 2025 con el apoyo de Junts si no revierte los «déficits e incumplimientos históricos con Cataluña». Ello después de que Sánchez renunciara a presentar los Presupuestos de 2024 por el adelanto electoral catalán.

No solo eso, sino que además se jactó de tener al presidente comiendo de la palma de su mano: «El Estado nunca cede de buen grado, por eso lo tenemos que tener bien apretado», resumió. Unos días antes, Puigdemont le había amenazado directamente desde el diario independentista El Nacional, si al PSC se le ocurre cerrar el paso del Gobierno catalán a Junts: «Si el señor Illa hace un Collboni (en alusión al alcalde socialista de Barcelona), ya sabe cuáles son las consecuencias. ¿Qué recorrido podría tener el acuerdo con el PSOE en estas condiciones?», se preguntó.

Los socialistas no ganan unas elecciones desde las catalanas de febrero de 2021, cuando Illa venció en votos a ERC, aunque empató con los republicanos a escaños. Después han encadenado derrotas en la Comunidad de Madrid, Castilla y León, Andalucía, en las municipales y autonómicas de mayo de 2023, en las generales de julio (aunque Sánchez logró sobrevivir) y en las gallegas del pasado mes de febrero. Tiene ironía que las elecciones que más le conviene a Sánchez perder, para no interponerse en el camino de Puigdemont y que Puigdemont le siga perdonando la vida, vayan a ser las únicas que los socialistas van a ganar numéricamente. Siempre con la excepción de Emiliano García-Page.