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Pedro Sánchez, en una imagen de archivo en su escaño del CongresoEFE

La decisión del presidente

El PSOE escenifica una batalla épica contrarreloj para convencer a Sánchez

Todo el socialismo está pendiente de la decisión de su jefe de filas porque no hay plan B. Solo el abismo. Durante años, Sánchez se ha ocupado de convertir el PSOE en un partido cesarista

A juzgar por las declaraciones de los más destacados dirigentes socialistas, este jueves pareciera que España estuviera a punto de ser invadida. «¡No pasarán!», proclamó Patxi López. «No nos puede doblar el pulso la jauría extremista», señaló Félix Bolaños. «No podemos estar todo el día navegando en este lodazal», sostuvo María Jesús Montero. «Esta derecha no va a aflojar», pronosticó Óscar Puente. «Los malos que hacen la guerra sucia y embarran para tumbar al Gobierno legítimo no pueden ganar esta batalla», pidió Diana Morant. «A los compañeros, a las compañeras, a los simpatizantes les pido que se movilicen. Reaccionemos ante la insidia con el coraje democrático (…). No va a pasar aquí lo de Portugal. No puede pasar», pidió José Luis Rodríguez Zapatero, erigiéndose nuevamente en faro del PSOE en estas horas de desconcierto.

Los socialistas han teñido con tintes épicos la retirada de Pedro Sánchez a sus cuarteles de la Moncloa durante cinco días para decidir si continúa en la Presidencia del Gobierno o dimite. Una épica a la que, en realidad, él mismo lleva recurriendo desde que el 29 de mayo de 2023 compareció para adelantar las elecciones generales, haciendo un llamamiento a los españoles para que se pronunciaran «sin demora, para definir el rumbo político del país». Y después también en su discurso de investidura: «Mientras yo sea presidente del Gobierno, toda la fuerza del Estado se dedicará a defender los valores democráticos y las libertades y los derechos. Ni un solo retroceso, ni una sola involución, ni un paso atrás va a contar con el beneplácito ni con la indiferencia del Gobierno de España. Ninguno», prometió entonces.

Manifestación el sábado en Ferraz

La enorme movilización de la constelación de izquierdas desde el miércoles por la tarde -el Gobierno, sus socios, el PSOE, sus medios afines- ha tenido un rápido efecto. Ha germinado en una concentración a las puertas de Ferraz convocada el sábado a las 11 de la mañana por el PSOE-M de Juan Lobato, en «apoyo a la democracia y a los ataques de la derecha y la ultraderecha». El mismo Lobato que, en noviembre, condenaba que cientos de ciudadanos pudieran manifestarse junto a la sede del PSOE y culpaba a la derecha de organizarlo: «Aznar avisando, Aguirre señalando y Abascal ejecutando», llegó a decir.

Juan Lobato y toda la cúpula del PSOE-M, este jueves en su sedeEFE

Las informaciones sobre Begoña Gómez han quedado en un segundo plano, como pretendía Sánchez. A última hora de la mañana, la Fiscalía Provincial de Madrid entró en escena para pedir el archivo de las diligencias previas decretadas por el Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid por posible tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Previamente, Manos Limpias emitió un comunicado en el que aclaraba que es el juez instructor el que debe comprobar si las «informaciones periodísticas son ciertas o no». Unas palabras que los medios de izquierdas interpretaron como el reconocimiento del sindicado de que su denuncia contra la mujer del presidente puede basarse en informaciones falsas.

En paralelo, Alberto Núñez Feijóo compareció en la sede del PP para intentar zafarse de la envolvente del Gobierno y sus socios contra la oposición. «No hay dos Españas enfrentadas, sino un presidente enfrentado a la realidad y a los valores democráticos», señaló el líder de los populares. «Lleva cinco años pensando en sí mismo y basta ya (…). Ha tenido semanas y sus respuestas no han llegado, por algo será. Todo parece indicar que ha puesto en marcha una operación de supervivencia política», continuó.

Feijóo habló de la cuestión de confianza que se barrunta como posible traca final de esta retirada inédita de un presidente del Gobierno. «Al final se hundirá y lo hará en solitario», vaticinó. Desde Hungría, Santiago Abascal se mostró perplejo: «Es increíble la desvergüenza del socialismo. Mienten, roban, traicionan al pueblo, pisotean las leyes y cuando el pueblo les pide cuentas se presentan como víctimas», denunció.

Todo el socialismo está pendiente de la decisión de su jefe de filas porque no hay plan B. Solo el abismo. Durante años, Sánchez se ha ocupado de convertir el PSOE en un partido cesarista: sin disidencia (más allá de Emiliano García-Page, al que ya le tenían preparada la mortaja política si no hubiera sacado mayoría absoluta el año pasado), sin reparto de poder y sin sucesor. El conato de rebelión que Sánchez atisbó tras la hecatombe socialista de las elecciones municipales y autonómicas lo cortó en seco adelantando las generales.

Los socialistas aseguran que su secretario general va en serio, que realmente el lunes puede dimitir. «Es así. Le vi ayer la cara, le conozco», señaló Zapatero en la SER, tratando de acallar las mil y una especulaciones en esta cuenta atrás hacia no se sabe qué en la que el presidente ha embarcado a toda la nación.