Fundado en 1910
Gabriel Albiac

Cabalgata sin Walkirias en Ferraz

En torno a las 12 del mediodía, la concentración reparadora del honor Sánchez-Gómez se extendía por el tramo de la calle Ferraz que va desde Quintana a Marqués de Urquijo. Sin la menor expansión en las calles perpendiculares o paralelas

Manifestación en apoyo a pedro Sánchez este sábado en la calle Ferraz de Madrid

«La victoria tiene cien padres. La derrota es huérfana». Es lo que da vueltas en la cabeza del curioso espectador durante su bucólico paseo, en esta mañana de sábado cargada de pólenes, por los alrededores de una calle Ferraz en la que todo da a entender que se ha iniciado la agonía de ese partido de Pedro Sánchez y Begoña Gómez, al cual me da vergüenza –y se la da a tantos viejos militantes– llamar PSOE.

Inició el paseante su peregrinaje desde el Palacio de Oriente, que, prolongación casi rectilínea de la calle Ferraz. Tiene ese caminante los bastantes años para saber que una manifestación convocada desde el poder –y tanto más, desde un poder que se quiere carismático– habría de poner en la calle madrileña unas no pocas decenas de miles de seguidores. Son las reglas del juego. Quien posee las palancas del poder tiene siempre a su lado una clientela que dará la vida antes de perder el favor de sus señores: «servidumbre voluntaria», llaman los clásicos a eso. Salvo que tenga muy claro que esos señores están muertos. Entonces, todo se vuelca.

No había más que unos cuantos simpáticos grupos de turistas en el tramo que va desde el Palacio Real hasta la Plaza de España. Se le ocurre desviarse entonces, ligeramente, hacia la pequeña loma del Templo de Debod, desde la cual podría gozar de una buena perspectiva sobre la previsible masa procesionando hacia el altar de pantallas sacramentales, alzado ante las puertas de la sede socialista. Nuevo chasco. Disfruta, eso sí, de la bonita perspectiva de siempre: la lluvia hace rato que cesó y, antes de que vuelva, un sol precioso multiplica los verdes de la casa de campo. Y, ya puesto, empieza a movilizar más pólenes de los que su alergia aguanta fácilmente. Por el lado contrario, bucólicas vistas de los habituales deportistas domingueros, sudando camiseta sobre el paseo de Rosales. Más allá, ni un alma.

Manifestación en apoyo a pedro Sánchez este sábado en la calle Ferraz de Madrid

Desciende por la acera derecha del Paseo de Rosales, paralelo a Ferraz, como todo paseante capitalino sabe. En cada perpendicular, echa una ojeada, a la espera de ver comparecer a las masas. En vano. Acierta a atisbar a algunas que hormiguean, al llegar a la esquina con Quintana. Y, subiendo por Quintana, nuestro mirón se planta en la calle Ferraz.

Hay gentes, más bien apacibles, adornadas con banderas y carteles, mayormente artesanales. Más bien dispersa, esa concurrencia. Ningún apretujamiento. Por fortuna, tampoco tensión aparente. Sigue subiendo por Quintana, gira por la primera a la izquierda, Álvarez Mendizábal: sólo hay aquí media docena de amas de casa haciendo sus compras domésticas de fin de semana. El propósito del paseante es establecer un perímetro completo de la concentración, desde las perspectivas de sus perpendiculares. Desde Buen Suceso, la concentración de Ferraz se ve más densa. Al llegar a Marqués de Urquijo, la masa clarea. Baja por allí, hasta constatar que, en efecto, en la esquina de los pares de esa calle se acaba la no demasiada muchedumbre.

Mensajes de adhesión a Sánchez en FerrazEFE

Se sabe no demasiado bueno con los números. Tampoco es que le importe un comino que un partido-Estado acumule más o menos gente en sus actos de adhesión: sabe que para eso no hay límite. Se atendrá, pues, a una constatación topográfica. En torno a las 12 del mediodía, la concentración reparadora del honor Sánchez-Gómez se extendía por el tramo de la calle Ferraz que va desde Quintana a Marqués de Urquijo. Sin la menor expansión en las calles perpendiculares o paralelas. Tomada en cuenta la anchura comedida de Ferraz y la escueta distancia entre esas dos perpendiculares, le parece difícil ignorar que la cifra de devotos era –y siente, de verdad, tener que decirlo– irrisoria. Decepción. Él esperaba encontrarse con uno de aquellos actos de desagravio que el Caudillo gustaba convocar, de vez en cuando, en la Plaza de Oriente. Y le duele que éste de ahora no haya logrado su empeño de igualar a aquel. Pero la geometría es la geometría. Y no hay valoraciones que la cambien.

¿Compensaba la devoción de los asistentes lo escaso de su número? Pues, la verdad, tampoco. El paseante fue allí temiendo vérselas con una de esas masas enfervorizadas que tanto desagradan al tímido animal de biblioteca. Pero, la verdad es que los no demasiados procesionarios exhibían una indolencia, casi una decepción, poco propia de quien está convencido de acometer un gesto de batalla. Al cabo de unos minutos constató que lo único que los sacaba de su sonambulismo era el nombre Isabel Díaz Ayuso. Entonces sí, una oleada de rabia jupiterina parecía apoderarse de las masitas. «¡Ayuso, dimisión!» era la única consigna que logró ser coreada de un modo audible. Y algún que otro «¡No pasarán!», enternecedoramente anacrónico. Las monsergas de amor al líder y a su señora parecían, la verdad, darles algo de vergüenza. Los entiende.

No, no era lo de Ferraz aquel monstruo vociferador de los millones de patas que el gran Elias Canetti disecciona en su magistral Masa y poder. No era un retorno a la wagneriana escena totalitaria de entreguerras. Era un doméstico entremés desvaído. Sin «Cabalgata de las Walquirias». Todo apestaba a desaliento. Y, sí, «la victoria tiene cien padres». Es cierto. Tanto cuanto que «la derrota es huérfana».