El manual de Sánchez para arrebatar la Generalitat a Puigdemont y no caer en el intento
Sánchez se juega tres veces más que Illa este 12 de mayo: el Gobierno de Cataluña, el Gobierno de España y el éxito o el fracaso de aquello que bautizó como «el reencuentro total»
El jueves, en el penúltimo mitin de la campaña, Pedro Sánchez miró al tendido y proclamó: «Con un presidente socialista en Moncloa y otro presidente socialista en el Palau de la Generalitat de Cataluña, Cataluña y España van a ser imparables durante los próximos cuatro años. Por eso hay que votar a Salvador». Como era de esperar, los cargos del PSC que llenaban el auditorio rompieron en aplausos. Qué más les gustaría a ellos que ver a Salvador Illa convertido en el próximo presidente catalán. Pero, ¿también es ése el deseo de Sánchez, el político que más hace «de la necesidad virtud»?
La pregunta que ronda los mentideros políticos y periodísticos desde que Pere Aragonès adelantó las elecciones para placar a Carles Puigdemont (menudo olfato el suyo) es si son compatibles Sánchez en la Moncloa e Illa en la Generalitat. Dicho de otra manera, si una hipotética investidura del candidato del PSC no supondría ipso facto la voladura de la legislatura en Madrid por parte de Puigdemont, en cuyas manos está Sánchez.
A Junts le pasa como al PNV: los dos están acostumbrados a ser el partido alfa –uno en Cataluña, otro en el País Vasco–, los dos tienen una visión un tanto patrimonialista del poder y los dos pueden jugar con dos barajas en la política nacional, o al menos amenazar con ello: la del PSOE y la del PP, una capacidad que no tienen ni ERC ni Bildu (ya se vio en las elecciones vascas la mansedumbre con la que Arnaldo Otegi renunció a plantear siquiera una alternativa de izquierdas para la que los números sí daban sobre el papel).
Cataluña es siempre el kilómetro cero de los inescrutables caminos del sanchismo. El gran resultado del PSC en las elecciones generales –19 escaños– fue determinante para que Sánchez saliera vivo del 23-J, contra todo pronóstico. Posteriormente, los pactos con el independentismo catalán, ley de amnistía mediante, le permitieron ser reelegido presidente del Gobierno. Más tarde, el solo anuncio del adelanto de las elecciones hizo a Sánchez renunciar a presentar los Presupuestos Generales de 2024. Y ahora estos comicios, convertidos en un duelo al sol entre Salvador Illa y Carles Puigdemont.
Sánchez se juega tres veces más que Illa en las elecciones de este domingo. Illa solo se juega el Gobierno de Cataluña, pero Sánchez se juega el Gobierno de Cataluña, el Gobierno de España y el éxito o el fracaso de aquello que en su discurso de investidura de noviembre bautizó como «el reencuentro total». Que incluye, según él, que los independentistas renuncien a perseguir un referéndum de autodeterminación. Un asunto que no ha centrado la campaña catalana pero que puede centrar las negociaciones posteriores, donde se decidirá todo. Porque Junts lleva años utilizándolo contra ERC y ERC entrando al trapo.
El manual de Sánchez para arrebatar a Puigdemont la Generalitat y no morir en el intento pasa por un doble objetivo en las elecciones de este domingo. Por un lado, una victoria amplia de Illa, tanto en escaños (no menos de 40-42) como en distancia respecto a Junts, lo que dificultaría una minoría de bloqueo. Por el otro, que Junts, ERC y la CUP no sumen mayoría absoluta. O, al menos, que si el independentismo alcanza los 68 escaños sea con Aliança Catalana en la ecuación, lo que daría a Esquerra la coartada perfecta para decantarse por Illa en lugar de por Puigdemont. «No llegaremos a acuerdos con Aliança Catalana porque eso nos aleja de la república catalana que queremos construir», prometió Pere Aragonès días atrás.
Los socialistas persiguen maximizar la victoria de Illa y que el independentismo no sume mayoría absoluta
Si además el PP obtiene un resultado discreto, o incluso si Vox queda finalmente por delante, para los socialistas la carambola será triple. Desde el entorno de Sánchez destacaban esta semana el «nerviosismo» de los populares, porque no tienen un plan para Cataluña –según ellos– y porque han ido de más a menos en la campaña.
La presumible fragmentación abre un abanico de posibilidades. Incluida la repetición de las elecciones en octubre, mientras transcurren los primeros meses de aplicación de la ley de amnistía (que el Congreso aprobará definitivamente el 30 de mayo). Unos segundos comicios atarían las manos a Sánchez para negociar los Presupuestos Generales de 2025, después de renunciar a los de 2024. En cualquier caso, dependerá de si a ERC le interesan o no (más bien será que no, si las urnas confirman su desplome). Porque Esquerra tendrá, previsiblemente, la llave de la gobernabilidad.
En la teoría cabe un gobierno en minoría de Illa, un tripartito entre el PSC, ERC y los Comunes, un gobierno de coalición entre Junts y ERC, un gobierno en minoría de Puigdemont con la pasividad de los socialistas (para que no haya represalias de Junts en Madrid)… Cábalas y más cábalas. Incluso un giro de guion digno de Netflix: que el candidato de Junts renunciara a intentar la investidura para quedarse en la oposición, con el objetivo de convertir la legislatura en un infierno para el PSC en Cataluña y para el PSOE en Madrid. Y así crecer más para las próximas. Teniendo en cuenta que Cataluña ha vivido cuatro elecciones autonómicas en la última década, quién sabe cuándo serán.
En cualquier caso, este domingo solo se reparten las cartas. La partida empieza a partir del lunes.