Feijóo, 1 - «El puto amo», 0
Si la vigilia lluviosa de Ferraz convenció a Sánchez para quedarse (risas enlatadas) la manifestación de hoy debería servir para tumbar la amnistía, quitar los traductores del Congreso y, ya puestos, emitir en prime time las cintas de cuando aterrizó Delcy en Barajas
Iba el metro en dirección Banco de España (la parada más próxima a la Cibeles) como en los días que hay fútbol en Madrid: a reventar de gente con distintos acentos, idiomas e inquietudes, pero buena parte de ellos camino de la Puerta de Alcalá, donde el Partido Popular ha lanzado su campaña para las europeas con una manifestación masiva contra la amnistía. Este asunto, que se había visto desplazado por la matrioska de los escándalos (caso Koldo, caso Begoña y las sucesivas enganchadas con Israel y Argentina) sigue siendo un agente movilizador innegable. Tanto en invierno como en mañanas de sol y Factor 30 como la de hoy.
A la salida repartían banderas de España pero también de la Unión Europea, donde residen buena parte de las esperanzas para frenar este intercambio de votos por impunidad. Llegaban los distintos líderes territoriales del Partido Popular (que son muchos desde hace justo un año, cuando las urnas dieron el primer estacazo a la precaria estabilidad del sanchismo). Si en el fútbol se mide el carisma de un futbolista por la reacción del público al escuchar su nombre por megafonía, Isabel Diaz Ayuso es en este PP el delantero y el segundo capitán.
Comenzó hablando Almeida, que aunque es mucho mejor en las réplicas parlamentarias que en los mítines, dejó una meritoria intervención sin papeles, como suele. Hay gente que, ni leyendo, es capaz de hilar mejor.
Le siguió Fernando Savater, que ya participó de la manifestación convocada por la sociedad civil en noviembre del año pasado y que ha sido expulsado recientemente del 'paraíso progresista' (el diario El País). El filósofo comenzó casi justificándose, explicando por qué figura hoy en una lista del PP para las europeas: «Yo he cambiado muchas veces de partido, de grupo político, pero siempre me he basado en dos cosas: España y la democracia. Y por eso estoy aquí hoy: porque aquí está España y la democracia».
Antes, en el socialismo de los ochenta y los noventa, el que se movía no salía en la foto. Ahora es al revés: al que defiende hoy lo mismo que hace un año, al que decide precisamente quedarse quieto, lo tiran por la borda. Aquel 18 de noviembre, Savater dejó una frase que merece letras de mármol: «Quien tolera lo intolerable, termina viviendo de manera miserable». Y en eso está. Su discurso de hoy ha generado rachas espontáneas de aplausos. A veces venían de Alcalá, otras de Cibeles. Alusiones a cómo el PSOE condena la segregación mientras pacta con quienes arrinconan a los que se dicen españoles del Ebro para arriba o a quienes piden algo tan elemental como estudiar en la lengua de sus padres (y la del país): el español.
Ayuso, que tiene una herida abierta con las alusiones de Pedro Sánchez a su hermano (cuyo caso yace archivado en Europa y España), repitió su «Me gusta la fruta». Y la gente se lo aplaudió, salvo aquellos que tenían el móvil en las manos para grabar su intervención desde las pantallas repartidas en los costados de Alcalá. «Señor Sánchez, uno de mis últimos mensajes: el principal partido de España es el Partido Popular. El político más votado de España se llama Alberto Núñez Feijóo». Aquí hubo gritos de 'presidente, presidente'. «Es el político que siempre responde con las manos abiertas cuando Sánchez aprieta las mandíbulas (...). Somos diferentes, somos mejores y somos más (...). Y el 9 de junio le vamos a mostrar la salida».
Terminó Ayuso, que bajó del escenario y dio dos sentidos besos a Feijóo. La megafonía lo presentó como «el azote de Sánchez», algo a lo que el aludido respondió con media sonrisa y casi negando. Aznar le palmeó el brazo, y el público no le dejó empezar: «Presidente».
Feijóo se presentó como lo que es: una voz madura entre la política tardoadolescente que lo está anegando casi todo. Aludió a Sánchez, a su vicepresidenta (la que se presenta por «Restar» y no por Sumar, ironizó) para terminar interactuando con el público, que gritó «no» a todo cuanto iba enumerando: «no» a la injusticia, al abuso, «al puto amo», a la censura… Para decir «un rotundo sí» a la «igualdad de todos los españoles», la independencia del poder judicial, a la libertad de información, de expresión y otras tantas materias que, en los últimos tiempos, se han visto claramente amenazadas.
Resulta inevitable comparar este acto de campaña con la vigilia lluviosa en Ferraz. Con los números en la mano (incluso los de la delegación del Gobierno), si la quedada plañidera convenció al presidente para quedarse (risas enlatadas) la manifestación de hoy debería servir para tumbar la amnistía, quitar los traductores del Congreso y, ya puestos, emitir en prime time las cintas de cuando aterrizó Delcy en Barajas. Otra cosa es que ocurra.