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Ilustración de Begoña Gómez

Ilustración de Begoña GómezLu Tolstova

El perfil

Begoña Gómez, sin oficio, pero con mucho beneficio

Sobre su papel se ciernen muchas sombras. La primera es conocer quién la colocó en una cátedra de la Complutense de la noche a la mañana, o por qué algunos medios franceses insisten en que su figura es clave para explicar el cambio de postura de su marido respecto a Marruecos y el Sáhara

Un flechazo. Pedro y Begoña se conocieron en las Navidades de 1999 cuando unos amigos comunes los presentaron. Él era un gris concejal socialista del Ayuntamiento de Madrid, ella trabajaba en una consultora de márquetin que buscaba fondos para las ONG, con sede en la calle Rafael Calvo, de Madrid. Organizaba campañas para que chicos con peto atrajeran en la calle dinero destinado, entre otros, a Oxfam o Amnistía Internacional. Luego ascendió y pidió que se la reconociera como licenciada, sin serlo. Hizo un curso no oficial –Márquetin y Administración de Empresas– en un centro privado que desapareció y que nunca tuvo categoría de licenciatura (o grado, como se llama hoy). Es evidente que el matrimonio siempre ha presentado malas relaciones con los méritos académicos.

Una boda oficiada por Trinidad Jiménez y dos hijas después, y tras ser echado Sánchez del PSOE por no querer abstenerse para que los españoles tuvieran un Gobierno, ella, Begoña Gómez Fernández (Bilbao,1975) se sentaba en la tribuna de invitados del Congreso cuando su marido presentó una moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy. Ayer hizo seis años de aquello. Desde allí, escuchó a su pareja levantar la bandera de la ejemplaridad pública, de la transparencia, de la lucha contra la corrupción, elogiar que un ministro alemán hubiera dejado la cartera porque le habían pillado copiando una tesis, e incluso ella misma deslizó a los medios amigos que pensaba dejar su trabajo para no incurrir en conflicto de intereses. Como una broma pesada, las mentiras de los consortes, ya instalados en La Moncloa provenientes de un piso de Pozuelo, fueron cayendo día a día como fruta madura: el marido había copiado la tesis, implantó un modelo de comunicación que consistía en censurar a los medios libres y acabar con las ruedas de prensa, colonizó todas las instituciones y todavía quedaba lo mejor; la no licenciada obtenía una cátedra en la Complutense y se afanaba por intermediar en los negocios de sus amigos con las Administraciones públicas.

Aunque su entorno asegura que le gusta la privacidad, ya se puso en 2015 bajo los focos en la proclamación de Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno

De hecho, dejó su modesto trabajo justo en 2018, cuando su marido se convirtió en presidente. Antes, el propio Sánchez había sido fichado por esa consultora hasta que la carambola de la salida de Cristina Narbona de la lista al Congreso le sentó en un escaño. Dos meses después de la moción de censura, el Instituto de Empresa fichó a Begoña como directora del Africa Center. Que no fuera licenciada tampoco fue óbice para que la Universidad Complutense la designara directora de la cátedra extraordinaria para la Transformación Social y Competitiva. Gómez consiguió de La Caixa y Reale Seguros 120.000 euros para financiar dicho máster. Como no cumplía los requisitos, hubo que recurrir a un codirector que sí tenía carrera universitaria para dar imagen de rigor académico. En ese máster, contó con el apoyo económico de Carlos Barrabés, para el que firmó cartas de recomendación en concursos de la Administración que le reportaron a su patrocinador mucho dinero público. Hoy el juez Peinado investiga esas adjudicaciones y a la eficiente intermediaria.

Del colchón que cambió nada más llegar a Moncloa se levantó la mujer de Sánchez un día de septiembre de 2019 para viajar a San Petersburgo, en el contexto de una reunión de la OMT, donde departió con Víctor Aldama, el comisionista del Ministerio de José Luis Ábalos y amigo de Koldo, investigado por amañar contratos con varias administraciones socialistas; también compartió francachelas con el consejero delegado de Globalia, su íntimo Javier Hidalgo. Meses después y cuando la pandemia acechaba, Hidalgo, hijo del dueño de Air Europa, publicitó un acto de la empresa de Begoña. Finalmente, la compañía aeronáutica fue rescatada con 450 millones por el Estado español para mitigar los estragos del confinamiento. La casualidad siempre se cuela por cualquier rendija.

Antes de que la mujer del presidente ejerciera esa insólita labor –inédita en las seis anteriores esposas presidenciales– de captación de fondos públicos, Gómez colaboró en su juventud en las florecientes empresas de su padre, Sabiniano Gómez Serrano, expropietario con dos de sus hermanos de varias saunas en Madrid, alguna todavía abierta –pero con otro dueño–, en la calle de San Bernardo. Sería en 2012 cuando dejó de administrar esos negocios tan poco progresistas y feministas, seguramente para sortear la incoherencia de que su yerno denostara públicamente la prostitución cuando su familia política no predicaba con el ejemplo. Una curiosidad más: el padre de Begoña tenía un local llamado Sauna Azul, muy cerca de la Gran Vía y de la sede del PSM. Otra casualidad más en la azarosa vida de la familia Sánchez-Gómez.

Los que conocen a Begoña dicen que ejerce una influencia muy fuerte sobre el presidente

Aunque su entorno asegura que le gusta la privacidad, la hija de don Sabiniano ya se puso en 2015 bajo los focos en la proclamación de Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno, al abrigo de una enorme bandera española. Aquel día, el presidente le agradeció públicamente «su comprensión, su paciencia, su sonrisa y su aliento». Y también, «la fuerza que me da para seguir». Es decir, fue la primera entrega del serial del «hombre enamorado» que radió en aquella epístola para abandonar durante cinco días sus funciones públicas en un acto irresponsable y propagandístico. Hoy hemos corroborado que no era otra cosa que la consecuencia de la notificación que había recibido su esposa del juzgado comunicándole que estaba siendo investigada por tráfico de influencias. Esa discreción que reivindica Begoña se compadece poco con algunos gestos de la esposísima: consiguió fotografiarse con Jill Biden durante la cumbre de la OTAN en España, intentando opacar el papel de Doña Letizia, y cómo olvidar aquel 12 de octubre de 2018 cuando se colocó en el Palacio Real junto a su marido a continuación de Don Felipe y su esposa para ser parte de un besamanos.

Sobre su papel se ciernen muchas sombras. La primera es conocer quién la colocó en una cátedra de la Complutense de la noche a la mañana, por qué entró y salió fulminantemente del Instituto de Empresa, y por qué algunos medios franceses insisten en que su figura es clave –Pegasus mediante– para explicar el cambio de postura de su marido respecto a Marruecos y el Sáhara. Ahora ya suma otro arcano: ¿por qué tiene amigos comunes con Koldo García?

Los que conocen a Begoña dicen que ejerce una influencia muy fuerte sobre el presidente. Por eso el matrimonio está dispuesto a seguir adelante hasta que la muerte los separe. Porque es evidente que las sospechas de corrupción los ha unido más.

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