Sánchez, sobre un volcán
La legislatura alcanza el caos con Sumar agonizante, Puigdemont descontrolado y Podemos en contra
Una socia de coalición que ya solo se representa a sí misma, un líder de Junts que va amenazando con una moción de censura, la mesa del Parlamento catalán en contra y los morados, resucitados
Cataluña, la descomposición de Sumar y la resurrección de Podemos amenazan con convertirse en un cóctel mortal para la legislatura. Solo en un día, Pedro Sánchez vio este lunes reducirse las opciones de que Salvador Illa presida la Generalitat al hacerse el independentismo con el control de la Mesa del Parlamento catalán; dimitir a Yolanda Díaz y a Oriol Junqueras (la de ella no estaba anunciada, la de él sí); y asistir a la vuelta de entre los muertos políticos del partido que fundara Pablo Iglesias. Pero para hacerle oposición, no para darle palmas.
El alivio relativo con el que los socialistas acabaron la noche electoral, por haber perdido solo por dos escaños y cuatro puntos habiendo podido caer mucho más, fue tornando en preocupación con las horas. Las noticias llegadas desde el Parlamento de Cataluña y desde las sedes de Sumar y Podemos no eran buenas.
Más inestabilidad para un presidente que gobierna sentado sobre un volcán. Con Carles Puigdemont amenazando con apoyar una moción de censura de Alberto Núñez Feijóo si el PSC no le hace presidente -eso va diciendo-. Con una socia de coalición que ya solo se representa a sí misma dentro del Gobierno y que ha perdido el control de su partido. Y con Podemos poniendo palos en las ruedas con sus cuatro votos en el Congreso.
La dimisión de Díaz pilló a los socialistas poco después de haber celebrado su Comisión Ejecutiva Federal, con aplauso ostentoso a Sánchez incluido. Aunque pareciera que la crisis existencial de Sumar puede ser beneficiosa para Sánchez, porque elimina su competencia en la izquierda, en realidad es una bomba de relojería para el Gobierno.
Sumar tiene cinco ministros en el Gobierno, incluida representación de Más Madrid –Mónica García–, Izquierda Unida –Sira Rego– y los Comunes –Ernest Urtasun–. Y un grupo parlamentario de 27 diputados. No es que, hasta ahora, Díaz hubiera demostrado mucha auctoritas ni en el Ejecutivo ni en el grupo parlamentario, pero su marcha anticipa una encarnizada lucha de poder entre los partidos de la fallida coalición. Y mayor debilidad dentro del Gobierno.
De entrada, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo deberá superar una enorme prueba de fuego en cuestión de días. El Gobierno tiene que someter a convalidación del Congreso su decreto ley de reforma del subsidio de desempleo, que el Consejo de Ministros aprobó el pasado 21 de mayo por segunda vez. En enero, Yolanda Díaz impulsó un primer decreto ley sin contar con los sindicatos ni los partidos socios y el resultado fue que Podemos lo hizo caer, al votar en contra de su convalidación.
Aquel el primer efecto de la salida de Podemos del grupo parlamentario de Sumar y su marcha al mixto. Desde allí nuevamente los morados tienen la sartén por el mango. Y ahora, después de haber sacado dos eurodiputados, están crecidos. «Éste (los dos escaños en las europeas) es el primer paso para volver a poner en pie una izquierda transformadora en España», señaló este lunes la líder de Podemos, Ione Belarra.
Y dijeron que el 'procés' había muerto
Apenas una hora después de la dimisión de la socia de Sánchez, en el Parlamento de Cataluña empezó el pleno que terminó con el independentista Josep Rull –de Junts– como presidente de la cámara, tras un acuerdo entre los de Puigdemont, ERC y la CUP. Además, con el voto de dos prófugos, Carles Puigdemont y Lluís Puig, que la Mesa de edad aceptó, desobedeciendo al Tribunal Constitucional. Otra vez el órgano de gobierno de la cámara catalana saltándose las resoluciones del TC, como hizo sistemáticamente en 2017.
A la vista está que Sánchez, el PSOE y el PSC corrieron demasiado cuando, tras la victoria de Salvador Illa el mes pasado, se apresuraron a sentenciar que el procés estaba muerto. Que los socialistas lo habían matado con su política de reconciliación. «Desde hoy se abre una nueva etapa en Cataluña para mejorar la vida de la ciudadanía, ampliar derechos y reforzar la convivencia», llegó a decir el presidente del Gobierno.
La primera parte del partido se resolvió ayer a favor del independentismo. La segunda y definitiva será la investidura de un presidente de la Generalitat antes del 25 de agosto. O habrá repetición electoral. Que los secesionistas controlen la Mesa del Parlamento no supone automáticamente que Puigdemont vaya a ser investido, porque para eso necesitaría el voto a favor de ERC y la abstención del PSC, puesto que el independentismo por sí mismo no alcanzaría la mayoría absoluta.
Aunque Esquerra accediera, el PSC no puede permitirse regalar la Generalitat al prófugo. Es más fácil que se repitan las elecciones. La formación de Illa es, hoy por hoy, el corazón que bombea la sangre a toda la estructura del PSOE. Volvió a verse en sus resultados del domingo, cuando le sacó casi 17 puntos al PP. De hecho, de no haber sido por el PSC la ventaja de los populares en las elecciones europeas habría superado el millón de votos (fue de 700.000). Pero todo ese caudal de confianza puede desaparecer si Illa no gobierna.
Y, si gobierna, más inestabilidad para Sánchez, que ya puede ir olvidándose de aprobar los Presupuestos de 2025. Aunque por él seguiría gobernando con las cuentas de 2023 prorrogadas, como está haciendo este año. Por si fuera poco, la ley de amnistía inicia una nueva fase en cuanto sea publicada en el BOE y entre en vigor. Una en la que serán los jueces los protagonistas. Ni Sánchez, ni tampoco Puigdemont.