La legislatura, al filo de lo imposible: Sánchez pretende aguantar y el PP cree que caerá
Con apenas siete meses de vida, el Ejecutivo debe salir a diario a negar su muerte inminente y aprobar cualquier norma le resulta más duro que expulsar un cálculo renal. Aun así, ¿tiene futuro?
«Rajoy debe salir de su letargo y de su parálisis. Ya estuvo un año en funciones y no puede aspirar a estarlo cuatro años más. Gobernar no consiste en conservar el poder a cualquier precio postergando los problemas de los ciudadanos». Ésta era la tesis que mantenía Pedro Sánchez, entonces líder de la oposición, en febrero de 2018. La legislatura había arrancado en octubre de 2016, tarde y torcida: con una abstención del PSOE que desgarró al partido y sin más socio que Ciudadanos. Aquel mandato estaba abocado a la inoperancia desde el principio, y lo que empezó mal acabó peor en junio de 2018, con la moción de censura.
Nos trasladamos ahora a junio de 2024. El PSOE pierde las elecciones europeas por cuatro puntos y 700.000 votos, y la escabechina habría sido mucho peor de no ser por el músculo electoral del PSC y el trasvase de votos de Sumar. Y, ¿qué es lo primero que hacen los socialistas? Jurar y perjurar que su palo aguantará la vela hasta 2027; que no habrá adelanto electoral.
El lunes, en Ferraz, la portavoz del PSOE, Esther Peña: «Si alguien esperaba algún tipo de adelanto electoral, que abandone toda esperanza». El martes, en la Moncloa, la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría: «Casi se lo podría decir en todas las lenguas cooficiales: no, de ninguna manera. Que abandonen cualquier esperanza, que esperen sentados».
El miércoles, en el Congreso, el propio Sánchez: «Dentro de unos años, se van a presentar tres ultraderechas: la de usted (a Alberto Núñez Feijóo), la de Abascal y la de Alvise y les vamos a ganar a los tres». Y el jueves, en la Moncloa, también el presidente: «Son tres años los que tenemos por delante para seguir implementando políticas progresistas (…). Nosotros somos un Gobierno en plena forma y vamos a seguir tres años trabajando por el bienestar de los ciudadanos».
Es muy sintomático que un Ejecutivo con apenas siete meses de vida tenga que salir a diario a negar su muerte inminente. Un día porque Carles Puigdemont amenaza con apretar el detonador; otro día porque Sumar implosiona; otro, porque el independentismo reinicia el procés…
La enfermedad congénita
La inestabilidad es la enfermedad congénita de esta legislatura, un mal sin cura que va a peor porque no tiene tratamiento posible. El Gobierno sufre lo indecible cada vez que tiene una votación importante en el Congreso. Aprobar cualquier norma le resulta más duro que expulsar un cálculo renal. En la Moncloa ya están sudando con el doble reto del próximo jueves, cuando someterán a convalidación del Congreso dos decretos ley sobre la reforma del subsidio de desempleo y el programa Verano Joven, con descuentos para que los jóvenes de 18 a 30 años viajen por España y el resto de Europa muy barato.
Esta vez, el Gobierno ha aprendido la lección que sus socios le dieron en enero -a la fuerza ahorcan- y no ha colado medidas de otra naturaleza en ninguno de los dos textos. Pero, aun así, no las tiene todas consigo para sacar adelante el decreto del subsidio de desempleo, que ya el Ministerio de Trabajo tuvo que rehacer después de que el primero se lo tumbara Podemos en enero. En esta ocasión Podemos votará a favor, pero nuevamente todo dependerá de las ganas que tenga Junts de no dejar a Sánchez tener la fiesta en paz. La votación se produce en medio del tira y afloja en Cataluña por ver quién va a primero a la investidura en Cataluña el martes 25 de junio, Salvador Illa o Carles Puigdemont. Y si Junts quiere tensar más las cosas le bastaría con votar en contra de la convalidación del decreto ley.
El partido de Puigdemont ha convertido cada votación en una subasta. Hasta el punto de que los diputados de Junts bromean con que llegará un día en que no sepan qué pedir. El pasado jueves, la formación votó a favor de la convalidación del primer decreto ley del año, y a Sánchez -a España, en realidad- le salió por un riñón: el PSOE accedió a que, de ahora en adelante, haya una cláusula catalana en todas las leyes.
Aunque más importante fue aún que la ministra de Hacienda sacara a colación, precisamente ese día, la «financiación singular» para Cataluña y la condonación de 15.000 millones de deuda. En ese caso el destinatario no era Junts, sino ERC: María Jesús Montero estaba cortejando a ERC para que permita la investidura de Illa en Cataluña. Un culebrón que amenaza con durar todo el verano, porque hasta el 25 de agosto hay plazo antes de que el Parlamento catalán quede automáticamente disuelto y se repitan las elecciones.
«¿Cree que se puede seguir gobernando así?», preguntó Feijóo a Sánchez el miércoles en el Congreso. Los populares han virado de forma sibilina esta semana. En la reciente campaña no cerraban la puerta -Feijóo el primero- a una hipotética moción de censura que es a todas luces irracional, porque implicaría meter en la misma ecuación a Junts y a Vox (el PNV siempre ha estado descartado, más aún después de que esta semana haya alcanzado un acuerdo con el PSE para renovar su coalición en el País Vasco).
Tras las europeas, el PP ha decidido centrar el tiro, solo, en exigir a Sánchez que convoque elecciones generales. Es decir, que sea el presidente quien se rinda. El análisis que hacen en la cúpula del PP es que este Gobierno caerá por su propio peso más pronto que tarde, porque llegará un momento en que un naipe ceda y el resto del castillo se desplome: el PSOE perdiendo todas las elecciones a las que se presenta (salvo las catalanas), la crisis existencial en Sumar, Puigdemont con la guadaña preparada, los casos de corrupción, la aplicación de la amnistía fuera del control del Gobierno…
Pero el presidente lo ve de otra manera. «¿Que ésta iba a ser una legislatura compleja? Sin duda alguna, me lo ha escuchado decir en muchas ocasiones. También es cierto que si hay un Gobierno que puede manejar y gestionar esa complejidad es precisamente el Gobierno de coalición entre el PSOE y Sumar. No hay ninguna otra alternativa al Gobierno de coalición progresista», afirmó sonriente el jueves en los jardines de la Moncloa, bajo la atenta mirada de Recep Tayyip Erdoğan. Este verano, Erdoğan cumple diez años como presidente de Turquía y antes fue primer ministro durante más de once. Así que aún le quedan años a Sánchez para alcanzarlo.