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El líder catalán Josep Rull frente a la prisión de LledonersAFP

El perfil

Rull, el «valiente» que negó el atraque a los policías el 1-O

La desenvoltura de Rull le llevó a enfrentarse duramente en el juicio con uno de los cuatro fiscales del procés, Consuelo Madrigal; abría el camino a lo que hace ahora el fiscal general, Álvaro García Ortiz

EL 28 de octubre de 2017 y cuando ya se estaba aplicando el artículo 155, Josep Rull Andreu (Tarrasa, 55 años), se presentó en su despacho de la Consejería de Territorio para hacerse una foto haciendo que trabajaba; fue el único del gabinete de Puigdemont que acudió a la Generalitat. Ya les había destituido el Gobierno de Mariano Rajoy, pero Rull hizo como si oyera llover. Cuando le llamó Roberto Bermúdez de Castro, la persona designada por el Gobierno para gestionar la intervención de la Autonomía catalana tras el golpe de Estado, el ahora recién elegido presidente del Parlament se jactaba de estar trabajando «por la República». El alto cargo del Estado le dijo que dejara de hacer el ridículo y se marchara de un despacho que ya no era suyo. Y visto lo visto, el «valiente» Rull habló con un empleado de la limpieza que lo sacó escondido por la puerta de atrás de la Consejería. Esa misma semana declaró ante la juez Carmen Lamela y fue enviado a prisión preventiva junto al resto de sus colegas de delirio.

Como recoge la sentencia que le condenó a diez años y medio por sedición y otros tantos de inhabilitación (de los que cumplió menos de la mitad gracias al indulto de Pedro Sánchez) el consejero de infraestructuras impidió el atraque de un barco donde iban a alojarse los policías mandados desde Madrid a Palamós para hacer cumplir la ley y proteger a los ciudadanos de Cataluña de las arremetidas violentas de los golpistas. La desenvoltura de Rull le llevó a enfrentarse duramente en el juicio con uno de los cuatro fiscales del procés, Consuelo Madrigal; abría el camino a lo que hace ahora el fiscal general, Álvaro García Ortiz. Sin atisbo de sonrojo, el reo dijo que «el puerto no estaba preparado para recibir un ferry de esas dimensiones».

Impidió el atraque de un barco donde iban a alojarse los policías mandados desde Madrid a Palamós para hacer cumplir la ley

Rull no es amigo personal de Puigdemont, pero sí hombre de su confianza. De hecho, lo nombró número tres de su lista al 12-M para que le sustituyera en los debates y en las entrevistas electorales. Esa actual cercanía al forajido ha llevado a este correoso dirigente de Junts a acceder a la presidencia del Parlament como hombre de consenso entre ERC, la Cup y su partido, con la intención de controlar el órgano, el calendario legislativo y hacer sufrir a Salvador Illa, al que probablemente pondrá en suerte para que sea el primero en acudir a una sesión de investidura, sin el apoyo garantizado de ERC. Así se pondría en marcha el reloj para convocar de nuevo elecciones y que Puchi vuelva a intentarlo.

Nadie como Rull representa el viraje oficial -porque de facto siempre buscaron la secesión- de la vieja Convergencia de Pujol hacia posiciones independentistas. Con 16 años, y ninguna profesión que le aportara ingresos, entró en las juventudes pujolistas, donde su amigo Oriol, hijo de Jordi, se convirtió en su padrino hasta que lo acogió en su seno Puigdemont, que lo nombró consejero para que facilitara la infraestructura necesaria para la colocación de las urnas ilegales el 1 de octubre de 2017. Se llevó muy mal con otro sedicioso como Jordi Turull, pero su común estancia en la cárcel les acercó. Va de represaliado político, pero lleva viviendo toda su vida de las arcas públicas de todos los españoles. Dicen los que le conocen que se vanagloria de haber dotado a su biografía de un punto de épica que en nada se corresponde con su pasado de fontanero gris del nacionalismo.

El presidente de la Cámara catalana -que se reconoce católico practicante- es uno de los beneficiados por la reforma sanchista del Código Penal

El presidente de la Cámara catalana -que se reconoce católico practicante- es uno de los beneficiados por la reforma sanchista del Código Penal que ha rebajado la pena de malversación, lo que ha permitido que haya decaído su condena de inhabilitación convirtiéndose en el primer delincuente del 1-O en volver a un cargo electo: nada menos que la segunda autoridad de esa región.

Pero en ese negocio que es el independentismo catalán nada es dejado al azar: Rull, que fuera hace años concejal en su tierra natal, Tarrasa, ha visto cómo su puesto municipal lo ha heredado su mujer, Meritxell Lluís, quien dio el saltó a la política a raíz del encarcelamiento de su marido. A ver quién mejora esto.