La fiscalía de Sevilla quiere rebajar en 14 años la pena por secuestro contra la «Bestia de Benacazón»
Manuel está acusado de secuestro, robo con violencia e intimidación agravado por el uso de armas, extorsión, lesiones psíquicas y conducción sin carné
El vídeo del secuestro da pavor: un hombre con la cabeza cubierta y esposado baja de un coche. Ha sido secuestrado. Está rodeado de tipos con cuerpos llenos de músculos trabajados una y otra vez a golpe de máquina de gimnasio. En el vídeo se ve un arma, por cierto. Por estos hechos la fiscalía iba a sentarle en el banquillo. Le pedía 16 años de cárcel, acusado de secuestro, robo con violencia e intimidación agravado por el uso de armas, extorsión y lesiones psíquicas.
La víctima se orinó encima durante el secuestro. Es tanto el miedo que tiene que ni siquiera se ha querido personar como acusación particular. No vaya a ser que Manuel, la Bestia de Benacazón, se enfade y vuelva a ir a por él. Por eso ahora, cuando se ha enterado de que la fiscalía quiere llegar a un acuerdo con Manuel y rebajarle de 16 años a tan solo 2 la condena está tan maniatado como en el secuestro.
Los que están indignados son los sindicatos policiales y las asociaciones de guardias civiles. Fuentes de algunos de ellos afirman que es una vergüenza que ellos se partan el pecho para resolver los casos y detener a los malos y que llegue el garante de la legalidad y, por no trabajar, quieran cerrar un acuerdo que le rebaje tanto la pena que se quede en un suspiro. «Así se da sensación de impunidad. Los malos saben que pueden hacer lo que quieran», dicen.
El Debate ha tenido acceso al sumario del caso y puede revelar por primera vez el testimonio de la víctima. Al hombre le llamaremos Pedro, porque tiene tanto miedo que no quiere que nadie sepa su verdadero nombre. Dice así: «Quería vender un coche y publiqué un anuncio en la web. Me llamó una mujer muy interesada y establecimos una cita el 24 de abril de 2021», narra. La que llamó era la novia de Manuel, que en cuanto la detuvieron le delató y contó con pelos y señales todo lo que sabía.
Secuestro con extrema violencia
Pedro acudió a la cita con su novia. Los dos en el coche que querían vender. Pedro se bajó del vehículo, saludó a la compradora y esta se fue con la pareja de él a probar el vehículo. «Entonces llegó de golpe un Audi Q7 con los cristales tintados. Dentro había cuatro tíos de gimnasio. Uno se bajó con una pistola en la mano», cuenta Pedro. «Qué te crees, que no te íbamos a coger», le dice el secuestrador. «Me dio con la culata en la cabeza y me ordenó que me metiera en el coche».
En cuanto se subió le pusieron los grilletes en las muñecas. «Me taparon la cabeza para que no viera nada, me arrebataron el teléfono y lo pusieron en modo avión. También me arrancaron el reloj conectado al móvil y lo arrojaron por la ventana. Lo siguiente fue grabar un audio en el que tenía que reconocer que estaba allí voluntariamente», explica Pedro.
«Por el camino me iban dando puñetazos en la cara y acusándome de que debía 90.000 euros», recuerda. Le dijeron que iban a la playa, pero le mintieron. «Cuando paramos me dio la sensación de estar en algún lugar alejado de todo. No había ruido de tráfico ni de nada. Me metieron en una especie de casa de campo y me sentaron en una silla a esperar. Me siguieron pegando puñetazos y culatazos de pistola». Le dieron la paliza de su vida y encima le colocaron una pistola en la mano y Manuel le dijo: «Ya están tus huellas en la pistola». Otra de las frases que le dijeron fue: «¿Qué prefieres: pagar o tu vida?». «Haz caso que esto es grave y aquí somos todos criminales».
«Algunos de mis captores animaban a los otros a cortarme los dedos. Manuel decía que si no pagaba la deuda iba a coger una goma y me iban a meter en el mar a 3.000 millas y me arrojaban al agua». Pedro dice que «hubo un momento en que temí por mi vida y también por la de mis familiares. Sabían todo: dónde vivían mis padres, la madre de mi pareja. Todo. Y solo me pegaban y me pegaban». Al hombre le obligaron a firmar varios papeles que no sabe qué eran, le robaron el dinero que llevaba, las gafas y unos cascos.
Al final le soltaron tras cuatro horas. Le dejaron en un descampado con la cara tapada y salieron haciendo ruedas. Llegó caminando a su casa. La fiscalía consideraba que eso eran 16 años de cárcel, pero varios sindicatos policiales y asociaciones afirman que se está cocinando un pacto para bajarlo a dos años de prisión. La indignación es enorme e incluso hay quién empieza a verbalizar algunas sospechas internas entorno al potencial acuerdo.