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Entrevista | Director de Disenso

Jorge Martín Frías: «Hay que combatir la corrección política, que está llevando a la persecución del que disiente»

El director de la Fundación Disenso denuncia los «bulos» sobre la entidad y remarca que sus cuentas están auditadas por el Tribunal de Cuentas y que los patronos, incluido Abascal, «no cobran ningún sueldo» de la misma

Jorge Martín Frías, director de la Fundación Disenso, habla de la batalla cultural desde el convencimiento de quien ve en ello un proceso a largo plazo, en el que mirar con «luces largas». Recibe a El Debate para dar a conocer la labor que realiza la entidad desde hace casi cuatro años y las iniciativas que han puesto en marcha ante problemas y amenazas globales.

Eurodiputado electo de Vox, asegura ver en los resultados de las europeas, donde las fuerzas conservadoras y soberanistas han crecido y en algunos casos han dado un vuelco al tablero político en sus países, como el caso de Francia, un «fin de ciclo». Antes -señala- no se podía decir que la inmigración ilegal está produciendo inseguridad, ni que las políticas verdes y climáticas están «arruinando» al sector primario y a las clases medias y populares, ni que las escuelas «se están convirtiendo en centros de crianza ideológica». A su juicio, se ha producido una reacción y un cambio cultural que augura que va a ir a más.

—¿Qué es y por qué nace Disenso?

—Nace en el año 2020. Es fruto de una reflexión de Santiago Abascal, que ve claramente que hay que tener un proyecto y ahondar en las ideas, y también que hace falta tener una fundación dedicada a lo que denominamos guerra cultural, porque la cultura precede a la política. Tú puedes llegar a ganar las elecciones, pero como la cultura dominante, la progresista, ha ido imponiéndose en el mapa, por ejemplo, en lo relativo a la memoria histórica, a la cultura de la muerte, o a las fronteras abiertas...si no hay una respuesta previa cultural, es muy difícil llegar y tomar decisiones. Porque en la opinión pública, la visión dominante es contraria.

Lo podemos ver, por ejemplo, con la buena fama de la que goza el régimen castro-comunista, que responde a una estrategia cultural por la cual se ha aplicado la máxima orwelliana de que quien controla el pasado, domina el futuro. Como no ha habido nunca nada enfrente de carácter cultural, ha seguido extendiéndose hasta tal punto que ha permeado incluso en las organizaciones supranacionales, que han aceptado como normal algo que debería sonrojar a cualquiera.

La Ley de Memoria Histórica, el multiculturalismo, la ley trans,... son ideas presentes en el panorama nacional pero también a nivel global. ¿Cómo es ir a contracorriente en un escenario donde ha avanzado tanto todo ello?

—En primer lugar, demanda mucha energía, pero también genera mucha satisfacción, la del deber bien hecho, de hacer las cosas por convicciones y no por estrategias de poder. Es muy difícil, porque a lo que nos enfrentamos tiene un carácter global. La Ley de Memoria Histórica no es algo sui generis. Si vas a Iberoamérica, todo el indigenismo responde a una misma estrategia, que es generar división, una manipulación y una tergiversación de la historia.

Hacía falta tener una fundación dedicada a lo que denominamos guerra cultural, porque la cultura precede a la política

Somos una minoría, pero tenemos convicciones. No responde a una cuestión electoral. Lo que hay es una convicción de que hay una serie de cosas que hay que hacer por el hecho de que se deben hacer. Y es combatir toda esa corrección política, todo ese buenismo que a lo que está llevando es a la persecución del que disiente y a tratar de poner fin a todo lo que es puro sentido común. No es una cuestión de derechas o de izquierdas. Lo que se defiende es el sentido común, que es ahora mismo lo que está más perseguido.

¿Qué balance hace de estos casi cuatro años desde que nació Disenso?

—Hago un balance tremendamente positivo. Para empezar, porque hemos logrado poner sobre la mesa debates que se habían dado por acabados, y también hemos sido capaces de dar esperanza. No se conocía, por ejemplo, qué era el Foro de Sao Paolo o el Grupo de Puebla, y hemos logrado primero denunciarles; segundo, que la gente sepa quiénes son; y, en tercer lugar, construir una alternativa en base a una organización que es Foro Madrid, en la que están aliados que defienden la libertad, la soberanía de las naciones, la propiedad privada... y que están haciendo frente a todo eso que ha estado operando con la mayor impunidad que uno se puede imaginar. Organizaciones, en el caso de Sao Paulo, que llevan fundadas desde 1990 con Lula da Silva y Fidel Castro. También hemos recuperado figuras del pensamiento que estaban totalmente olvidadas, como Giovanni Sartori, el gran cientista político que alertaba sobre las consecuencias del multiculturalismo.

Habla del Foro de Sao Paulo, que se reúne esta semana en Honduras. ¿Cuáles son los principales ejes de su estrategia y su proyecto y de qué manera afecta a toda la Iberoesfera y, por ende, a España?

—Afecta sobre todo a través de la injerencia de las naciones. Uno de los casos que tenemos es, por ejemplo, el de Podemos. Se sabe que hubo financiación por parte del régimen venezolano. También sabemos que el movimiento Cinco Estrellas italiano había recibido un millón de dólares. Lo que buscan es interferir en las naciones y la inestabilidad.

Hay un actor fundamental que es Cuba, el régimen castro- comunista. ¿Cómo lo hacen? Por ejemplo, como acabamos de ver ahora en Bolivia, donde lo que ha habido es un autogolpe que buscaba elevar la figura del carcelero de Jeanine Áñez, Arce. Lo hacen a través de la toma de las instituciones, y a través de un fenómeno que siempre se ha repetido, los procesos constituyentes. Y además, lo que sí han entendido desde hace mucho tiempo es que una buena coordinación, estrategias globales, también obtiene respuestas locales. En el Foro de Sao Paulo a su vez han ido surgiendo más iniciativas como el Grupo de Puebla en la que están Zapatero, Garzón, Irene Montero, Correa, Alberto Fernández...

Ahora tenemos una serie de señores que están en Honduras dando elecciones y pavoneándose de demócratas, cuando la mayor parte de ellos tienen causas de corrupción, algunos incluso porque su campaña fue financiada por narcotráfico. Eso es lo que nosotros vamos a combatir, porque además esta gente roba las libertades, los derechos, y la soberanía de las naciones. Venezuela no es del pueblo venezolano; ahora mismo hay una parte que es de los cárteles, otra de algunos ministros, y otra repartida con los iraníes, e incluso el tirano Maduro, para sacar las cosas adelante, lo que tiene que hacer es hablar entre las distintas familias mafiosas.

Ahora que menciona a Venezuela, se celebran elecciones el 28 de julio y los sondeos parece que dan la victoria a la oposición...

—Bueno, a mí me cuesta hablar de elecciones, en primer lugar porque la candidata natural y líder y también firmante de la Carta de Madrid, María Corina Machado, ha sido inhabilitada y esto no está sujeto a ni a derecho, ni a ley, sino a la arbitrariedad del tirano corrupto. No han permitido siquiera que vayan observadores electorales de la UE. Ahora mismo, hay algunos miembros de su equipo que todavía están en la embajada de Argentina protegiéndose del régimen porque los iban a apresar.

Es evidente que esto va a marcar un antes y un después. Creo que aunque el régimen es el que va a controlar todo, esto va a abrir una transición o una vía de oportunidad al pueblo venezolano, y aunque el régimen no reconozca los resultados o se los invente, la llama y pasión de la libertad que se ha encendido en el pueblo venezolano no va a ser fácil que la puedan manejar. Además, también tendremos las elecciones norteamericanas, que van a ser muy relevantes a estos efectos.

¿Cuáles son las principales líneas de acción del Foro Madrid?

—Primero está la carta fundacional. Lo novedoso es que es la primera vez que hay un manifiesto que denuncia abiertamente a los responsables de los males que aquejan a las naciones de la Iberosfera. Ahí es cuando se habla del Grupo de Puebla, del Foro de Sao Paulo y del narcotráfico. Luego además hay unos mínimos comunes, porque es una carta política, no ideológica; para firmarla tienes que estar a favor de la libertades, de los derechos, de la propiedad privada y del Estado de derecho. Ese es el primer paso.

El segundo es una serie de acciones denuncia. Foro Madrid, junto con sus aliados -hay más de 200 congresistas de 23 naciones, que están siempre en activo, de naciones iberoamericanas, también europeas y en EE.UU.- lo que hace es denunciar constantemente y contraponer a la farsa y a las mentiras del Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla.

Lo novedoso de la Carta de Madrid es que es la primera vez que se denuncia abiertamente a los responsables de los males que aquejan a las naciones de la Iberosfera

En tercer lugar, hay un trabajo constante. No se lanza un comunicado y se acaba. Hay un trabajo de coordinación con nuestros socios en distintos niveles. Y esto es importante porque si pasa algo, por ejemplo, en España o en Colombia, nuestros socios pueden hablar con el resto de congresistas de otras naciones para que también registren en sus congresos una declaración para denunciarlo y adquiere mucha mayor relevancia.

También hay grupos de estudio y dos encuentros regionales con carácter anual. El primero lo hicimos en Bogotá, donde el Ejército tuvo que proteger el hotel por la instigación que hicieron contra nosotros los miembros de Petro y también desde España en su momento, Enrique Santiago, entonces secretario general del PCE y secretario de Estado de la Agenda 2030, y un personaje muy conocido en Colombia como abogado de las Farc. El segundo fue en Perú, donde Pedro Castillo dio un golpe de Estado frustrado. Petro junto con AMLO y con Kirchner hicieron una campaña internacional para que el golpista fuera liberado. Así es como operan, invirtiendo la realidad. Nosotros hicimos una campaña de denuncia y llevamos una carta firmada ante la OEA (Organización de Estados Americanos).

En este contexto en Hispanoamérica, ¿qué supone el triunfo de Javier Milei?

—Lo que supone sobre todo es esperanza. Además demuestra que se puede llegar al poder con un proyecto que se salga de los marcos de la izquierda aceptados por ese centroderecha que al final acaba haciendo seguimiento de esa izquierda.

¿Qué papel ha jugado Disenso estos años a la hora de construir las alianzas que tiene Vox en Hispanoamérica y con sus socios europeos?

—En primer lugar, el responsable de los aciertos y de la política internacional de Vox es su presidente, Santiago Abascal, que es el que en todo momento ha tenido muy claro la importancia de tener alianzas internacionales, porque es el primero que ha entendido que los problemas que afrontamos son globales, aunque pueden ser distintos en función de cada nación. Sobre todo hemos desarrollado esas alianzas en Iberoamérica a través de Foro Madrid, y este nos ha ayudado mucho a forjar alianzas, incluso con otro tipo de naciones que no se circunscriben solo a la región.

Cuando hay una buena política internacional y un proyecto, las relaciones no se acaban en la foto. Hay un trabajo y una comunicación constantes e incluso hay una generosidad de lograr incluso agrupar a líderes que pueden ser distintos bajo un mismo paraguas. Vox no tiene una alianza programática. Meloni tiene un programa para Italia; Milei para Argentina, Le Pen para Francia y Kast para Chile. Cada país tiene unas peculiaridades, pero hay un diagnóstico compartido, una amenaza y una esperanza compartida.

Cuando hay una buena política internacional y un proyecto, las relaciones no se acaban en la foto

Hay una cosa que ha pasado muy desapercibida. La semana pasada Marine Le Pen dijo que Puigdemont es un criminal y que sería implacable ante él. Es una clara demostración de que cuando hay un proyecto, hay una política internacional, y que esta puede servir para fortalecer los intereses nacionales.

Querría preguntarle por la polémica respecto a las cuentas de Vox y a la donación de 2,5 millones de euros en 2023 a la Fundación, y por la acusación lanzada de que Santiago Abascal recibe o va a tener un sueldo vitalicio de Disenso...

—En primer lugar, todo esto que ha ido saliendo no responde a ningún tipo de investigación periodística; las cuentas están en la propia web, en la parte de transparencia. La Fundación presenta sus cuentas ante el Tribunal de Cuentas para su fiscalización y además se rige por la Ley de Partidos Políticos y la ley de financiación de partidos políticos. Los patronos, incluyendo Santiago Abascal, no cobran ningún sueldo de Disenso. De hecho los cargos de patronos en las fundaciones son gratuitos por ley. No pueden cobrar nada (artículo 15.4 de la ley 50/2002, de fundaciones).

Si alguno tiene alguna duda, lo tiene muy fácil: en vez de lanzar tanto bulo, que vayan a los juzgados a denunciar lo que tengan que denunciar. Y también quiero remarcar que me parece muy curioso que precisamente en la semana en la que el PSOE y el PP se están repartiendo el Poder Judicial y hay negociaciones en Europa del PP, los socialistas y los liberales sobre los cargos, se venga con unos bulos de hace ya dos años.

Y ahondando en el contexto europeo, esta semana, la Fundación acoge una reunión con otros 'think tanks' conservadores. ¿En qué están trabajando y qué temas tienen como prioridad en estos momentos?

—En el contexto europeo nuestra gran labor sobre todo es lograr a través de alianzas con think tanks que siempre pueda haber una unidad, una coordinación cultural. A la espera de que tal vez en algún momento pueda haber ese gran grupo que tanto solicitamos, mientras tanto se irá trabajando con muchos de ellos de distintas naciones.

Y esa labor la vamos a ir incrementando más, junto con nuestros socios también de EE.UU. y de Israel, y sin dejar de lado Iberoamérica, que es otra de las cosas de las que nos sentimos muy orgullosos, haber sido capaces de introducir en la agenda europea la inquietud y la preocupación por Iberoamérica y sobre todo que hayan logrado entender que la amenaza del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla no es algo que se circunscriba solo a la región. Y vamos a priorizar a qué temas hay que dedicar mayor esfuerzo, como la soberanía, la inmigración o cómo podemos trabajar para que los medios sean libres y no puedan sufrir las amenazas de los gobiernos ni tengan que depender del Estado.