El perfil
Tezanos, la bruja Lola del sanchismo
A José Félix Tezanos Tortajada (Santander, 5 de agosto de 1946) se le acelera el pulso cuando Moncloa llama. En 17 elecciones ha subestimado al PP y ha inflado el resultado de Pedro. Si eso no es amor, que venga Neruda y lo diga. Por ello, nadie como él para presidir el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS): Pedro lo nombró hace ahora seis años, nada más ganar la moción de censura, sacándole de un semirretiro; y no lo designó por su expediente académico, que lo tiene, sino porque era el único que podía creer que él, Su Sanchidad, era un ejemplar divino, qué digo, el mismísimo Dios, e idolatrarle sin desmayo. Por eso despieza las cifras demoscópicas como si fueran un trasto viejo. Todo sea para crear un realismo mágico al presidente con celo prevaricador.
En este intercambio de intereses, el catedrático emérito de Sociología ha perdido el prestigio profesional que tenía, a cambio de que su jefe lo mantenga hasta el final de los días -ya ha batido todas las marcas en el CIS, donde era una regla no escrita que sus responsables dejaran el cargo cuando el presidente del Gobierno acababa una legislatura, aunque repitiera una segunda-, adulterando las cifras que dice que cocina. Atrás queda su etapa de decano en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, en la UNED, que ayudó a fundar. Con carné socialista desde antes de que muriera Franco, José Félix era secretario de Estudios y Programas del PSOE y, por tanto, miembro de su Ejecutiva cuando Sánchez llega al poder con la moción de censura, momento en que le saca de la fontanería socialista y le lleva directamente al CIS, para premiar su apoyo en los momentos más duros. Así que desembarca en el centro de sondeos, antaño puntero, aparcando su jubilación en Torrelodones, donde vivía y vive con su esposa, Pilar, y donde crio a sus hijos, que ya le han dado nietos. Uno de sus vástagos, Sergio, ha seguido los pasos de su padre en la especialidad de Sociología.
Guerrista de toda la vida, José Félix ha conseguido la cuadratura del círculo: que Alfonso Guerra no le hable por su nefasto desempeño en el CIS, instituto público de encuestas que tiene un presupuesto de casi 16 millones de euros, el más alto en quince años. Allí establece dos novedades al llegar: ya no cocinará los datos -dice él- y los sondeos serán mensuales y siempre a favor del jefe. Es decir, el CIS, que costeamos todos, pasa a ser un instrumento más de la propaganda sanchista. Lo más parecido al teléfono de la esperanza para Pedro: siempre gana en la demoscopia oficial, nunca en las urnas.
Cómo olvidar cuando en plena campaña de las elecciones anticipadas madrileñas de 2021 llamó a los madrileños que votan a Ayuso «tabernarios» y a la presidenta le atribuyó «escasa entidad intelectual y política», para a renglón seguido quitarle diez escaños virtuales al PP para dárselos a su adorado Sánchez. Resultado: Ayuso tuvo en el delirio tezanista ocho puntos menos de los que obtuvo en las urnas. Y así en Andalucía, Castilla y León, Galicia… Hasta llegar al 28-M donde se vistió de abeja maya y nos cantó aquello de «en un país multicolor…» otorgando al PSOE la victoria por tres puntos de ventaja sobre Feijóo. Ocurrió justamente lo contrario: fue Génova el que le dio un agua al PSOE con una diferencia de más de tres puntos. Y a José Félix no le mudó la color. Nunca le muda; es más, se siente protagonista de una cacería que le divierte, según asegura en privado. Ni siquiera se inmutó cuando Vox le puso una querella por malversación de caudales públicos, que fue archivada por la Audiencia Provincial de Madrid. O cuando el PP activó en el Senado una investigación contra él «por manipular el CIS». O, más recientemente, cuando supo que la Junta Electoral Central le había multado con 3.000 euros por la encuesta flash que encargó durante los cincos días de reflexión de su señorito. Todo le servirá para hacer otra muesca sanchista en su carrera. Está claro que será de los últimos en abandonar el barco. Casi a la par que su jefe.
Cada encuesta que hace rezuma devoción por Sánchez y una lealtad con la que ya nos obsequió en ese libro-hagiografía que le escribió titulado Pedro Sánchez. Había partido: de las primarias a La Moncloa, donde el antaño profesor de Sociología destilaba almíbar: «Pedro Sánchez es una persona honesta, de convicciones. Un líder político que no está sometido, una persona a la que hay que apoyar si queremos lograr que la política recupere la credibilidad necesaria en las descreídas sociedades de nuestro tiempo». Así es el chef del régimen que vive para crear una realidad paralela donde siempre brille el sol sanchista. Y la broma de mal gusto la pagamos nosotros.