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Dani Carvajal, Alvaro Morata, Jeselu Mato y Nacho Fernández durante la celebración de la victoria de España en la Eurocopa

Eurocopa 2024

La necesidad de defender España se cuela en las estrellas de la Selección

Nunca se habían gritado tanto «vivas» ni alusiones a la unidad ni Gibraltar había estado tan presente como en la celebración del lunes en Cibeles

España ha tenido muchas ocasiones de celebrar grandes triunfos deportivos, y siempre lo ha hecho con un derroche de españolidad: plazas y avenidas inundadas de banderas nacionales, caras pintadas de rojo y amarillo y alegría callejera al ritmo del Que viva España de Manolo Escobar o el Soy español, español, español.

Es más, los éxitos deportivos han hecho más por despolitizar la bandera de España –todavía considerada injustamente facha en algunos sectores– que 47 años de democracia.

Pero, a veces, ese entusiasmo multitudinario ante una victoria de España chocaba con la contención de algunos jugadores, menos expresivos que la mayoría de la gente de la calle a la hora de reivindicar un éxito español.

Unos deportistas que se habían dejado el pellejo en el campo para vencer al rival y que eran recibidos en España como los héroes vencedores en las viejas guerras, después se achantaban en el escenario de la celebración, a veces lastrados por sus equipos de origen, y no se les veía cómodos cuando tenían que poner voz a la victoria deportiva.

Como le ocurrió a Xavi Hernández, con aquel «venga, viva España», que se le pudo arrancar en Colón durante la celebración de la Eurocopa de 2008, y que después él justificó «porque quizá veníamos de tomarnos unas cervezas».

Hasta «dar la vida»

Sin embargo, en la celebración de la Eurocopa del pasado lunes en la plaza de Cibeles se percibió algo muy distinto. A muchos jugadores les salió del alma defender España, y hacerlo desde el escenario con el mismo fervor y entusiasmo que lo hacen en el campo de fútbol, hasta «dar la vida», como dijo el capitán de la Selección, Álvaro Morata.

Esa misma preocupación que sienten tantos españoles anónimos –oficinistas y empresarios, militares y artistas, escritores o abogados– se percibía en algunas de las estrellas del deporte.

«Tenemos el mejor país del mundo, la mejor comida, los mejores sitios de vacaciones, los mejores trabajadores, agricultores, repartidores… Tenemos que saber que somos el mejor país del mundo. Y somos campeones de Europa», añadió Morata, como si quisiera convencer de que merece la pena ser español.

También el entrenador Luis de la Fuente habló de orgullo y de unidad: «Es un orgullo para España contar con alguien que representa una escuela de valores. Este generación de futbolistas representa superación, sacrificio, trabajo, compañerismo, solidaridad, generosidad, talento, categoría… Un ejemplo para España. Que sigamos así: unidos como estamos es como somos más fuertes», afirmó.

Y en ese contexto de preocupación por España y defensa de su unidad, unido a que el rival en la final fue Inglaterra, es cuando surgió el cántico de «Gibraltar es español», que coreó un público entusiasmado y enardecido, que necesita motivos para sentirse orgulloso de ser español a pesar de la situación política.

Como pocos hombres hay tan libres como las estrellas del deporte, muchos de ellos decidieron mostrar sin tapujos el poco entusiasmo que les suscita el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Primero le prohibieron bajar a los vestuarios el día de la final en Berlín –«Que ni se le ocurra; solo el Rey»– y después, en la recepción, le brindaron el saludo más glacial de la historia del deporte.