¿Y si Angela Dobrowolski , la mujer de Mainat, en vez querer asesinarle con insulina, le salvó la vida?
Se está celebrando el juicio contra la ex esposa del conocido productor televisivo en Barcelona: solicitan 13 años de prisión por tentativa de homicidio
Angela Dobrowolski no es una persona que sepa cuidarse a sí misma. Como para encargarse de sus propios hijos. Estos días está siendo juzgada en Barcelona por tentativa de asesinato. Cada mañana llega a la sala de vistas desde prisión donde está encerrada y de donde se intentó escapar de forma ridícula hace solo unos días.
Según los forenses que la han analizado y que han declarado en la vista oral, ella no padece un trastorno mental grave, sí aprecian «rasgos de personalidad desadaptativos». Además padece un trastorno por consumo de estimulantes (cocaína y metanfetaminas), que podría comportar una afectación leve en su cabeza.
Su pelo rosa, sus salidas de tono y su comportamiento no ayudan a creer en su inocencia. Sin embargo, hay datos objetivos dentro de la investigación que podrían demostrar que es inocente del delito de tentativa de homicidio. En teoría habría tratado de matar a su entonces marido Josep Maria Mainat pinchándole insulina y provocándole una hipoglucemia. Es lo que afirma la investigación, el fiscal y la acusación particular. Sin embargo, la defensa de Angela sostiene que muy al contrario, que trató de salvarle la vida.
Para sostener este argumento utilizan los datos del glucómetro y la llamada que Angela hizo al 112 para pedir ayuda para su entonces esposo. Según los investigadores, Angela comprobó con el aparato que su marido tenía una hipoglucemia, 47 de azúcar en sangre, a las 2.26 de la madrugada. Se puede ver en las fotografía que acompaña esta crónica.
Diez minutos después, a las 2.36, volvió a medirle y el resultado fue de 52. Estos valores son muy bajos y muy peligrosos. El nivel correcto de azúcar en sangre esta entre 90 y 130. En vez de llamar inmediatamente a urgencias, argumentan la fiscalía, se fue a dormir y le dejó caminar a Mainat hacia la muerte durante 34 minutos, que fue cuando descolgó el teléfono y llamó al 112.
Obviamente, contado así tiene pinta de una tentativa de asesinato. Sin embargo, hay una prueba objetiva e incontestable que demuestra que esta afirmación no se ajusta a la verdad: esa prueba es la propia llamada al 112.
Esta es la llamada:
Ángela: Necesito una ambulancia ahora porque mi marido está teniendo una especie de ataque que no ha tenido nunca antes.
Operador: ¿De qué? ¿Le cuesta respirar o qué le pasa?
A: Él es diabético y tiene síncopes. Hoy parecía que tenía hipo, pero no lo tenía y la glucemia estaba bien. Ahora, después, se ha puesto a roncar muy fuerte y me ha despertado con un ronquido anormal y ahora lo he visto, lo he visto con los ojos abiertos, eh, con un poco de espuma en la boca y está, está con un espasmo en todo el cuerpo.
O: ¿Despierto?
A: No, le hablo, pero no responde.
O: A ver, pellízcale fuerte y dime si se mueve.
A: Él se mueve, pero le pellizco y no responde.
O: La ambulancia está en camino, pero estaré contigo, ¿vale? A ver, ponme el teléfono en su boca. ¿Le cuesta respirar?
A: Sí, sí.
O: ¿Tiene alguna enfermedad importante?
A: Es diabético, tiene síncopes, tiene…
O: ¿Le has leído el azúcar?
A: Ahora está a 47, estaba dos veces, he medido y entonces hemos ido a dormir…
O: ¿A cuánto está ahora?
A: Se ha tomado dos refrescos y unas cuantas ciruelas y ahora está a 47, pero hace una cosa que nunca ha hecho antes de este ataque.
O: Está a 47, ¿cuándo lo ha medido?
A: Ahora justo antes de llamar, ya antes habíamos medido y estaba bien, estaba bien entonces.
O: Pero a ver, si estaba tan bajito tenías que haber llamado antes. Mídele el azúcar.
A: Dos veces estaba bien, 110 y 120. Y ahora le he medido con el ataque y está a 47 y he llamado inmediatamente.
O: Vale. La ambulancia está cerca. ¿Tienes una inyección en el frigorífico que se llama Glucagen?
A: No, tengo esas cosas de los deportistas, unos sobres de azúcar, he intentado ponerle un poco en la boca, pero es que esto no me lo ha hecho antes nunca.
O: Me refiero a una inyección que se pone cuando tienes el azúcar bajo.
A: No tenemos inyecciones.
O: Vale, ¿tiene ojos abiertos o cerrados?
A: Abiertos.
O: ¿Y cómo tiene las pupilas?
A: Las dos dilatadas... Va, cariño.
O: ¿Respira?
A: Respira muy flojito, le cuesta, está como en un estado…
O: ¿La caja torácica se mueve?
A: Sí, pero la respiración es abdominal.
O: Vale, pero lo hace.
A: Sí.
O: ¿Le podría medir el azúcar ahora?
A: Vale. Un momento, dónde está esto para pinchar, sí, aquí, a ver… Ahora 52. Le he puesto un poco de esos sobres que tenemos en la boca y ya no tenemos más.
O: ¿La medición baja desde cuándo la tiene?
A: No me acuerdo. Tengo que mirar como va a atrás esto, a ver, un momento, que he de tirar atrás con las mediciones.
O: ¿Antes de ir a dormir estaba bajo? ¿Cuándo se tomó la Coca-Cola?
A: A ver, él, cuando nos fuimos a dormir, dijo que tenía que dormir, que se sentía muy mal, ¿vale? Pero se durmió normal y luego despertó y, como estaba mareadito, le tomé el azúcar y estaba bien, estaba a 110.
O: Vale, estamos aparcando. Ahora mismo le tocan al timbre.
A: Vale, me pongo el pantalón.
O: Sí, póngase, póngase.
Como se puede observar, durante la llamada, el operador de Emergencias solicita a Angela que pinche a Mainat y le diga qué valor tiene en sangre. El horario en el que se produjo la llamada no es manipulable, ni cabe el error. De esta forma se concluye que la medición que arrojó un resultado de 52 en sangre, en vez de a las 2.36 minutos de la madrugada, como pone el glucómetro, en realidad ocurrió a las 3.17. Es decir, el aparato no estaba en hora: tenía un retraso de más de 26 minutos.
Este dato cambia el cuento de forma radical. Demostraría que Angela no se fue a dormir mientras dejaba morir a Mainat, como sostiene la acusación. Muy al contrario, significaría que Angela apenas tardó 2 minutos en avisar a Emergencias desde que supo que su marido estaba en peligro, lo que lleva a concluir a la defensa que, en realidad, Angela salvó la vida a su esposo de una muerte casi segura y que, sin su actitud proactiva y preocupada, el desenlace podría haber sido fatal. Lo peor es que pudiendo ser inocente le piden 13 años de cárcel.