Temor en un edificio de Coruña: un vecino acosa a las jóvenes y les pide que se quiten la ropa interior
«Ya se ha llevado alguna colleja», reconoce una vecina, «pero siempre vuelve a las andadas»
Jesús Avelino tiene 68 años, el pelo blanco, largo y muy descuidado. Camina encorvado y cuando ve a una chica joven, si es menor de edad mucho mejor, se le acerca y se insinúa sexualmente. Quizá el verbo insinuarse no es el adecuado, porque sus frases son abruptas, violentas y descaradas: «¡Bájate las bragas de una vez!».
Esta es solo una perla de las muchas que salen de su boca. A quién más martirizada tiene es a su vecina de enfrente. Ella tiene tres hijas: de 14 años, 7 y un bebé. El tal Jesús se ha obsesionado con la mayor. La espera siempre cuando llega del instituto y el acoso es salvaje.
La niña está aterrorizada: sus padres, por una limitación laboral, no pueden acompañarla siempre que llega al portal. Ella tiembla, porque sabe lo que le espera. Además su miedo está disparado: teme que un día le agreda sexualmente. Vivir así se hace una cuesta imposible.
Cuenta la vecina que hace unos meses fallecieron los padres del tal Jesús. «Desde entonces comenzó una conducta de los más errática y extraña. Quizá tenga una enfermedad sin tratar». De hecho la tiene, pero eso no elimina el hecho de que sabe que lo que hace está mal. Lo dice una sentencia en la que le condenan a pagar 100 euros a todos los vecinos de la casa que le denunciaron por acoso sexual.
Esa minucia a él le da igual. Paga esa cantidad ridícula y sigue paseándose desnudo y aterrorizando a las jóvenes, porque con los hombres se achanta y se esconde. Quizá porque sabe que le puede llover alguna colleja. Sin embargo, cuando no le ve nadie cuelga carteles de las paredes del edificio en los que se puede leer: «A las féminas de este edificio, os deseo que os bajen las braguitas muchos años. Especialmente a dos: si os sentís aludidas, buscadme».
En otro las llama «putis y zorris» o cuelga dibujos que mujeres desnudas. Otras veces cuando se cruza con alguna menor le pregunta: «¿De qué color tienes las bragas?». En alguna ocasión se ha masturbado a través de la puerta de su casa mientras hablaba con tono cerdo con alguna mujer. Incluso abre la puerta de su vivienda y se pasea desnudo para que le puedan ver bien.
Los vecinos han puesto decenas de denuncias sin resultado; han avisado a servicios sociales de A Coruña, donde vive este individuo. Dicen que ya les llamarán y allí siguen esperando. En los juzgados ni caso. Lo único que cuando llaman a la policía, los agentes se presentan y hablan con él, pero como el que oye llover. El ayuntamiento de la ciudad, desaparecido.
Eso sí si hay una violación o un crimen, los vecinos están seguros que podrán el grito en el cielo y se darán golpes de pecho. Violencia machista. Lo último es un video en el que se ve al individuo caminando con un cuchillo en la mano por la calle. Hay tiempo para arreglarlo antes de que un día todos lo lamentemos.