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José Luis Ábalos, durante su comparecencia en el Senado en mayoDavid Corral/ Senado

Pendiente desde abril

El PSOE aparca la citación de Ábalos en la comisión del Congreso para no provocarlo más

Hasta ahora, el exministro no ha dicho ni hecho nada que comprometa a su expartido, ni en el Senado ni el Parlamento balear. Pero está muy enfadado tras conocerse el resultado de la auditoría de Transportes

El exministro José Luis Ábalos amenazó el domingo al PSOE con replantearse su relación, hasta ahora de «mucha caballerosidad» por su parte, según él. Lo hizo en respuesta a la auditoría encargada por Óscar Puente en torno al caso de las mascarillas, que ha revelado graves irregularidades durante la época de Ábalos.

¿Tiene motivos el PSOE para estar preocupado por lo que pueda saber y contar el ahora diputado del Grupo Mixto? Por lo pronto, y tras lo revelado en el informe de Transportes, los de Pedro Sánchez han aparcado sine die la citación del exministro en la comisión de investigación abierta en el Congreso.

Los socialistas, que son los que controlan los tiempos en esa comisión, se fueron de vacaciones sin haber puesto fecha a la comparecencia de Ábalos, que lleva pendiente desde abril. Y siguen sin tener ninguna prisa. De momento, ni siquiera está convocada la próxima sesión de la comisión. Aunque, en los primeros días de septiembre (probablemente la segunda semana), la Mesa deberá concretar los nombres y el calendario de los siguientes comparecientes. La última sesión se celebró el 27 de junio. Por esa comisión ya han desfilado, entre otros, Francina Armengol y Salvador Illa. Inicialmente sus trabajos deberían durar hasta el 2 de octubre, pero casi con toda probabilidad se ampliarán.

Hasta ahora, silencio sepulcral

Desde que el 21 de febrero estalló el caso Koldo, el exministro de Transportes no solo ha callado. Directamente ha sido una tumba para el partido en el que militó 43 años, y del que llegó a ser secretario de Organización. Como si existiera un pacto de silencio que, no obstante, ambas partes han negado siempre. Según él, porque no hay ninguna protección que el PSOE le pueda ofrecer.

Cuando el 6 de mayo fue citado por el PP a la comisión de investigación abierta en el Senado, Ábalos resumió así su postura: «Yo no voy a defender a nadie, pero no voy a acusar a nadie». Aquel día, el que fuera hombre fuerte de Sánchez hizo todo lo posible por evitar comprometer a su expartido, que lo mantiene suspendido de militancia. «Soy bastante inocuo, hay más leyenda que realidad». «Con todo lo que he vivido solamente puedo confiar ya en la Justicia, porque ya no tengo en quien confiar», sostuvo entonces. Tres semanas después, también tuvo que declarar en el Parlamento de Baleares, controlado por el PP y Vox. Y tampoco dijo nada que pusiera en apuros al PSOE.

Por el contrario, en el Congreso sigue estando pendiente su citación. El PSOE y sus socios acordaron en abril que Ábalos compareciera también en la comisión de investigación que impulsaron los socialistas en la Cámara Baja para diluir el caso PSOE en una suerte de auditoría parlamentaria sobre todos los contratos de la pandemia. En realidad, el PSOE necesitó un empujón: los socialistas no incluyeron al exministro en su listado inicial de solicitudes de comparecencia, pero otros siete grupos parlamentarios sí lo hicieron. Así que el PSOE tenía dos opciones, por las buenas o por las malas: adherirse a esa petición o perder en una votación y que Ábalos tuviera que declarar igualmente.

Por ahora, y dada su condición de aforado, Ábalos no está imputado en la causa que instruye la Audiencia Nacional. Si el juez Ismael Moreno quisiera imputarlo, automáticamente debería ceder el caso al Tribunal Supremo. Y esa puerta sigue abierta.

Ábalos no es solo un ex ilustre del PSOE, sino que sigue siendo diputado. Y, dada la precariedad parlamentaria que padece el Gobierno de Sánchez, el voto del exministro es igual de importante que el de Coalición Canaria, por ejemplo. Desde que se negó a renunciar a su escaño y recaló en el Grupo Mixto, Ábalos ha votado siempre lo mismo que sus excompañeros de la bancada socialista del Congreso. Por sí solo no puede tumbar al Ejecutivo ninguna votación, pero sí acompañado de Podemos, que tiene cuatro diputados.

En esta legislatura, cinco votos bastan para echar atrás cualquier proyecto de ley o decreto ley del Gobierno y cualquier proposición de ley del PSOE. Porque esos cinco votos, sumados a los 171 del PP, Vox y UPN, hacen 176, mayoría absoluta. El partido de Ione Belarra tuvo sus más y sus menos con el Ejecutivo durante el primer curso de la legislatura y es de prever que sigan teniéndolos en el nuevo curso. Otra cosa es lo que quiera hacer Ábalos. Pero opciones de volcar su enfado, las tiene.