El PP sigue esperando al PNV ante la expectativa de que tome un nuevo rumbo en primavera
Los nacionalistas celebrarán en 2025 su IX Asamblea General, con la continuidad de Ortuzar en el aire. Su futuro no está escrito, aunque mucho tiene que cambiar para que haya un acercamiento
Andoni Ortuzar recorrió más de 6.000 kilómetros desde Bilbao a Chicago para asistir a la convención del Partido Demócrata de este agosto. A las puertas del United Center, el presidente del PNV se grabó un vídeo en el que decía: «En política, los milagros también existen». Obviamente se refería a la resurrección de los demócratas con la nominación de Kamala Harris, la todavía vicepresidenta norteamericana. Pero, ¿de verdad existen los milagros en política?, ¿tanto como para obrar un deshielo entre el PP de Alberto Núñez Feijóo y los nacionalistas vascos?, ¿o debe el PP dejar de esperar al PNV?
El curso pasado fue el de la investidura de Pedro Sánchez y la ley de amnistía. Una de las grandes claves de éste que ahora empieza serán los movimientos entre las placas tectónicas de la derecha: el PP, Vox, Junts y el PNV. En julio se produjo la salida de Vox de los gobiernos regionales que compartía con los populares y, en agosto, el acuerdo entre Salvador Illa y ERC acabó con el plan de Carles Puigdemont de forzar una repetición electoral.
No hay ninguna ley de la física que establezca que el distanciamiento de Vox provocará un acercamiento directamente proporcional del PP a Junts y el PNV. Pero es evidente que en ello están los populares, en romper la mayoría Frankenstein de Sánchez por su costado derecho. Otra cosa es que lo consigan.
Se suponía que, de los dos, el PNV debía ser el hueso menos duro de roer para Feijóo. Pero las malas, o al menos mejorables, relaciones personales entre los dirigentes de una y otra formación están resultando un escollo insalvable. Entre Feijóo y Ortuzar no hay ningún feeling: con quien se llevaba bien el presidente del PP era con el anterior lendakari, Íñigo Urkullu. Y entre los portavoces de uno y otro en el Congreso, Miguel Tellado y Aitor Esteban, saltan chispas.
El pasado martes, tras la Diputación Permanente del Congreso, ambos tuvieron un acalorado intercambio de mensajes en la red X. Esteban llamó «torpe» a Tellado. El popular, por su parte, le recriminó la «actitud servil» del grupo parlamentario vasco hacia el Gobierno. Lo que pasó antes fue que el PP confiaba en que el PNV apoyara alguna de las solicitudes de comparecencia del presidente, la vicepresidenta primera y varios ministros que habían registrado los de Tellado. Y se encontró con que los vascos no solo les dieron con la puerta en las narices, sino que además les recriminaron su «populismo» y «demagogia».
Dos días después, Tellado viajó a San Sebastián y volvió a la carga: aseguró que Ortuzar y Esteban conservan sus puestos porque han entregado el PNV al PSOE y lamentó que obedezcan con «disciplina férrea» al presidente. Dicen los populares que el PNV no es intocable, aunque se comporte como tal, y que debería ir acostumbrándose a las críticas del PP.
Viendo cómo empezó la semana y cómo siguió, es fácil intuir qué votará el PNV respecto a la proposición no de ley que el PP llevará al primer Pleno del curso, para instar al Gobierno a reconocer a Edmundo González Urrutia como el ganador de las elecciones venezolanas. Los nacionalistas vascos han acusado este verano a Nicolás Maduro de «perder, mentir y dar resultados falsos». Pero de ahí a apoyar al PP en una votación…
Sin embargo, el futuro del PNV este curso no está escrito. Los populares están expectantes ante lo que podría ser un cambio de rumbo del partido socio del PSE y del PSOE. La cuestión es hacia qué rumbo. Los de Ortuzar celebrarán en primavera su IX Asamblea General; donde, en palabras de su propio presidente, harán una «reflexión profunda y fecunda». La formación salvó las elecciones de abril y retuvo Ajuria Enea, pero es evidente que Bildu le está segando la hierba a sus pies. De hecho, en esos comicios empataron a escaños.
¿Qué pasará con Ortuzar?
La gran incógnita de ese cónclave es el propio Ortuzar, que podría acabar sus días como presidente del PNV después de tres mandatos. De momento ni él ni su entorno han dado pistas, pero el precedente de Urkullu juega en su contra: Urkullu fue elegido lendakari en diciembre de 2012 y, este año, su partido decidió que no volviera a ser candidato a lendakari para dar un relevo generacional. Ortuzar le sustituyó como presidente del PNV solo un mes después, en enero de 2013. Así que por esa regla de tres también habría llegado su hora. El responsable institucional del PNV, Koldo Mediavilla, enseñó a Ortuzar la puerta de salida hace unos días, al pedir «nuevos equipos humanos» que se pongan a los mandos.
Por lo pronto, la militancia jetzale celebrará su fiesta grande el 29 de septiembre, en el tradicional Alderdi Eguna (el día del partido). La anterior edición se produjo semanas antes de que el PNV diera su apoyo a la investidura de Sánchez. «Solo quien cumple la palabra dada antes puede volver a pedir apoyos después. Todos sabéis a quién me estoy refiriendo, ¿verdad?», afirmó Ortuzar aquel domingo. Ese día podrían llegar las primeras señales, aunque el PNV se precia de ser un partido hermético.
Hermético y, durante el primer curso de la legislatura, el más fiel aliado del Gobierno. Mucho más que ERC y Bildu, que protagonizaron algunos escarceos en el Congreso, aunque ninguno de vital importancia para Sánchez. Si bien es cierto que, el curso pasado, el PNV tenía una motivación especial: sabía que en la primavera de este 2024 iba a depender del PSE para conservar el Gobierno vasco, que es lo que más le preocupaba. El pasado julio, Sánchez viajó a Vitoria para reunirse con el nuevo lendakari, Imanol Pradales, en su residencia oficial, en lugar de hacerle ir a la Moncloa.
En el corto plazo, al PNV le gustaría pactar los Presupuestos de 2025 con Sánchez y tener la fiesta en paz este año en Madrid. Pero hablamos de un partido cuyo fundador, Sabino Arana, dejó escrito: «Si algún español se ahoga y pide socorro, contéstale: 'Niz eztakit erderaz' ('no sé castellano')». Y que dejó caer a Mariano Rajoy una semana después de haber pactado con él los Presupuestos de 2018. Así que no hay apuesta inverosímil.