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María Soledad Iparraguirre, Anboto (ETA)

Soledad Iparraguirre 'Anboto' en uno de los juicios en la Audiencia NacionalEFE

Soledad Iparraguirre 'Anboto', la etarra que «juró odio eterno a la Policía y a la Guardia Civil»

Aunque ha visto archivada la que quizá sea su causa más cruel, la exdirigente etarra todavía tiene pendientes varios juicios

El pasado miércoles, la Audiencia Nacional decidió archivar la causa contra Soledad Iparraguirre 'Anboto' por el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.

La consideración por parte del tribunal de que el delito había prescrito le libró de una buena condena en caso de haber sido considerada culpable. Los autores materiales de aquel atroz atentado, 'Txapote', Irantzu Gallastegi y José Luis Geresta, fueron condenados a 50 años cada uno.

Sin embargo, esta condena de la que se ha librado no impide que la etarra, la sanguinaria etarra, continúe en la cárcel ya que sobre ella pesan cientos de años de condena por otros muchos asesinatos que cometió durante trayectoria en la organización terrorista.

Y es que Soledad Iparraguirre 'Anboto' es la etarra más veterana de cuantos permanecen en prisión y por ello, una de las más veneradas entre sus compañeros.

No en vano, 'Anboto' no solo ha pasado por todos los escalafones de la organización terrorista, sino que casi se puede decir que nació entre etarras y explosivos, puesto que su padre cuidaba de todo ello en su propio caserío.

Con ese ejemplo, ella no tardó en involucrarse también en la colaboración terrorista de adolescente e ingresar posteriormente en la banda.

Un punto de inflexión, a peor, tuvo lugar en 1982 cuando su novio, José Ariztimuño 'Pana' murió en un enfrentamiento con la Policía en Vitoria. Ese día «juró odio eterno a la Policía Nacional y a la Guardia Civil», según afirma el periodista Matías Antolín en uno de sus libros. Y para cumplir su juramento, ese mismo año entró en uno de los comandos más sanguinarios de los años 80, el comando Araba.

Los galones que ganó en el comando llevó a la dirección de ETA a encomendarle la dirección del comando Madrid tras la caída de los grandes asesinos que lo constituyeron en los 80. Allí cometió su atentado más sangriento, la explosión del coche bomba en la calle López de Hoyos que asesinó a siete trabajadores del Estado Mayor de la Defensa.

«Elegante y con buena presencia»

Dicen las fichas policiales de la época que le gustaba mostrarse como una mujer «elegante y con buena presencia» y que frecuentaba «ambientes selectos de la capital» con el consiguiente riesgo de ser descubierta que corría.

Pero no se le pudo ver demasiado por las calles de Madrid ya que muy pronto fue llamada a Francia para formar parte de la dirección de ETA. Y allí conoció a otro sanguinario terrorista, Mikel Antza, y allí se enamoró de él (si es que un terrorista puede albergar algo de amor). Desde entonces llevan juntos.

Y desde entonces dirigieron juntos la organización terrorista durante toda una década hasta que en 2004 fueron detenidos, también juntos, en un caserío muy cerca de la ciudad francesa de Pau, muy cerca de la frontera con España.

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