Sánchez se dispone a salvar otra bola de partido: Junts da la señal que esperaba el PSOE
El periscopio de la política, el que es capaz de ver por encima de las aguas turbulentas en las que últimamente se mueven los socialistas, indica que el acuerdo entre el PSOE y Puigdemont está cerca
«Sí que le puedo decir que las negociaciones siguen su curso», señaló Pilar Alegría mientras se le escapaba una amplia sonrisa. A la ministra portavoz le habían preguntado al término del último Consejo de Ministros por un posible acuerdo con Junts para la senda de estabilidad y, posteriormente, para los Presupuestos de 2025.
Esa misma mañana, la aún presidenta de Junts, Laura Borràs (condenada por prevaricación y falsedad documental, aunque no le guste que se lo recuerden), había abierto la puerta en Telecinco a apoyar una moción de censura del PP contra Pedro Sánchez. Porque su partido, según afirmó, no descarta ningún escenario.
Y, a pesar de ello, Alegría esbozó aquella sonrisa. ¿Extraño? Más bien elocuente. Ocurrió que, durante el transcurso de la comparecencia de la portavoz del Gobierno en Madrid, desde Barcelona la dirección de Junts desmintió a Borràs. Esta vez los de Carles Puigdemont no dejaron que a los socialistas les carcomieran las dudas ni los torturaron con su habitual ambigüedad. Fueron claros. Y rápidos. Es la señal que esperaban en la Moncloa.
El periscopio de la política, el que es capaz de ver por encima de las aguas turbulentas en las que últimamente se mueven los socialistas, indica que el acuerdo entre el PSOE y Junts está cerca. Más después de la escena del martes. Puede torcerse, sí, pero no es lo previsible.
Sobre todo porque, llegados a este punto, Sánchez no tiene opción y hará lo que sea a cambio. El Gobierno padece de una severa insuficiencia respiratoria provocada por su dependencia de Junts y agravada por los escándalos de corrupción. Así que necesita los Presupuestos de 2025 como una bombona de oxígeno para recuperar el aliento y la confianza de sus socios. Al menos, en lo aparente: también Mariano Rajoy creyó tener encauzada su segunda legislatura cuando en mayo de 2018 selló un acuerdo presupuestario con el PNV (a cambio de volver a vincular la subida de las pensiones al IPC) y una semana después estaba ahogando las penas en el restaurante Arahy, mientras en el Congreso se debatía la moción de censura para echarle.
El próximo fin de semana cambiará la hora y Junts celebrará su congreso extraordinario. Un cónclave del que Puigdemont volverá a salir bajo palio, a pesar de que no ha conseguido -de momento- la amnistía para él ni el Govern para su partido. Y tampoco retener la mayoría independentista en el Parlament de Cataluña.
Inmediatamente después del congreso de Junts, los acontecimientos podrían precipitarse. El Gobierno ya va tarde, puesto que para aprobar las cuentas públicas de 2025 en plazo debería haberlas llevado al Congreso en la primera semana de octubre. Y, por el contrario, ni siquiera tiene los objetivos de deuda y déficit, que es el paso previo.
Su particular cuestión de confianza
Habrá que permanecer atentos a la pantalla. Lo previsible es que el acuerdo sobre la senda de estabilidad se anuncie poco después del cónclave de Junts y el de los Presupuestos se produzca tras el congreso de ERC, que será el último fin de semana de noviembre. Coincidiendo con el 41 Congreso Federal del PSOE. Para Sánchez ese doble hito sería lo más parecido a superar una cuestión de confianza en el Parlamento.
A eso se refería el vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local del PP cuando, el martes, desveló en una reunión interna en el Senado el tercer misterio de Fátima, a tenor de cómo lo ha descrito y escrito cierta prensa de izquierdas: «Es muy posible que haya Presupuestos», anticipó Elías Bendodo. Porque, según reflexionó, ése sería el único «salvavidas» posible de Sánchez. Elemental.
¿De cuánto será la factura?
La cuestión es a cuánto ascenderá la factura esta vez. Será cara, porque tanto Junts como ERC -que también ha pedido vela en este no entierro- conocen la desesperación de Sánchez. En el PSOE preocupa especialmente lo que pueda salir de la relación entre Víctor de Aldama y Begoña Gómez en las escuchas al empresario y el volcado de los dispositivos móviles de éste, pero no solo. A mayores, José Luis Ábalos está a punto de ser imputado por el Supremo; el fiscal general del Estado ya lo ha sido; el iceberg de las grabaciones a los cabecillas de la trama va a seguir aflorando, implacable, gélido; el caso Delcy no se acaba nunca; la querella del presidente contra el juez Juan Carlos Peinado ha sido archivada y la de su mujer correrá la misma suerte…
Por lo pronto, todas las partes de la negociación ya dan por descontado un nuevo reparto de ese 2,5 % de déficit previsto para 2025, para que Cataluña pueda endeudarse más. Junts pidió que fuera una división equitativa, por tercios, entre el Estado, las comunidades y los ayuntamientos. María Jesús Montero no está dispuesta a llegar a tanto, pero es flexible. La vicepresidenta primera salió tocada del error de cálculo que cometió cuando, en septiembre, llevó al Consejo de Ministros los mismos objetivos de deuda y déficit que el PP, Vox y Junts le habían tumbado en el Congreso en julio. Sin haber negociado con Puigdemont. Conclusión: el Gobierno se vio obligado a retirarlos de la votación en la Cámara Baja in extremis para no sumar una nueva derrota. Así que Montero necesita redimirse.
A todo ello hay que añadir la indulgencia demostrada por Sumar, el PNV, ERC, Bildu y el BNG con las corrupcioncillas del Gobierno. Se ve que siguen contando pélets de plástico en las costas gallegas, que eso sí era un verdadero escándalo de la Xunta de Alfonso Rueda y no lo del Ministerio de Transportes. Hay que excluir a Podemos, que el miércoles fue el único socio de Sánchez que pidió explicaciones durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso. Aunque a Ione Belarra no le sirvió de mucho, el presidente tuvo otro tono con ella y, por primera vez desde que en febrero estalló la trama, pidió perdón a la ciudadanía. Aunque a renglón seguido le dijo: «No se equivoque, aquí está la izquierda». Esa izquierda sui géneris que incluye al PNV y Junts, se sobreentiende. Ya puede Alberto Núñez Feijóo seguir aconsejando a ambas formaciones que «revisen su posición», como hizo el jueves desde Bruselas, que por un oído les entra y por el otro les sale.