Fundado en 1910
Ilustración Íñigo Errejón

Ilustración Íñigo Errejón

El perfil  Íñigo Errejón, el señoro que asaltó los infiernos

«Para él sí aplicaron la presunción de inocencia de la que privaron a decenas de hombres que no eran de su cuerda. Las hermanas del «yo sí te creo» cerraron la boca para no perjudicar sus intereses electorales»

En la Corte de Podemos, cada macho alfa tenía su novia —siempre compañera de ideología— a la que ascendía cuando acariciaba poder para luego decapitarla si cambiaba de churri. Ya citaba Kevin Spacey, en la maravillosa House of Card, a Óscar Wilde cuando mantenía que «todo en la vida es sexo, menos el sexo. El sexo es poder». Ahora, una de las muchas mujeres que señalan a Íñigo Errejón Galván (Madrid, 41 años) por abuso y maltrato lo ha verbalizado a la perfección: «Su forma de tener sexo te marca y no lo olvidas jamás. Es una forma de ejercer poder». Hasta ahora sabíamos que él también había sucumbido al ligoteo nepotista de la extrema izquierda: primero estuvo saliendo con Rita Maestre, después con Clara Serra, también con una periodista de La Sexta, y después con una diputada de la CUP que se sentaba cerca de él en el hemiciclo. Todas de izquierdas. Todo muy feminista. Esa agitada y endogámica vida sentimental ocurría mientras públicamente el cofundador de Podemos nos recetaba una moralidad acrisolada donde cualquier hombre que piropeara a una mujer era un machista o incluso un maltratador o donde había que lapidar a Luis Rubiales por el beso a Jenny Hermoso. Pero, sobre todo, a él le gustaba cargar en las espaldas de la derecha comportamientos de «señoros», de machirulos exponentes del patriarcado, de casposos conniventes con la violencia machista. En un golpe de justicia poética, Errejón era todo eso que censuraba. ¿Cómo todo? Y más. Y peor. El karma a veces es implacable. Y ni el núcleo irradiador con el que explicaba la superioridad moral de la izquierda, su capacidad de seducción, lo ha salvado.

Yolanda Díaz, Mónica García e Íñigo Errejón

Yolanda Díaz, Mónica García e Íñigo ErrejónEFE

Después de fundar Podemos con Iglesias, marcharse a otro partido (hasta cuatro formaciones ha ayudado a crear), Más Madrid y Más País, y finalmente venderle la marca al engendro de Sumar —en una jugada orquestada por Pedro Sánchez para laminar a los de Galapagar—, su mirada de comisario de la Moral Pública veía pasar todos los trenes —vicepresidencias, Ministerios…—y él se quedaba sin recompensa. No podía ser. Hasta que Díaz reparó en que Íñigo era el mejor antídoto para neutralizar a Iglesias y Montero, así que, aprovechando la marcha de Marta Lois a la candidatura europea, nombró portavoz a Errejón, que ya lo había sido cuando era el número dos de los morados. Esto pasó en enero de este mismo año, momento en que todo Más Madrid ya conocía la turbia conducta de este exprofesor asociado de la Complutense. Pero «era uno de los nuestros».

Hace unos meses, la exjefa de gabinete del presunto acosador, Loreto Arenillas, conocida por mostrar desde la tribuna del Parlamento madrileño la fotografía de un pene en su teléfono móvil para denunciar la violencia digital, medió con una mujer a la que Íñigo acosó en un festival en Castellón. «Hay que evitar el escarnio público», conminó la responsable de ¡Igualdad! de Más Madrid a la chica para que no denunciara. Ahora ha sido expulsada del partido. Pero las andanzas del que Iglesias llama Errejudas eran vox populi en las filas del partido que él refundó cuando la abuelita Carmena dejó la política. Pablo dice, relamiéndose, que él tenía ya referencias desde hace un año. Seguro que también los ministros de Sánchez, Mónica García y Pablo Bustinduy, uno de los mejores amigos del expodemita caído. Ergo es evidente que a la mesa del Consejo de Ministros había llegado el rumor. Yoli y Pedro, tan feministas ellos, tenían el queo. Pero ya sabemos que al presidente se le olvida hasta si conoce o no a Víctor de Aldama y a Superyoli el estrés por la peluquería le deja sin tiempo para purgar a sus amigos machistas.

Errejón casa

Errejón, en una imagen tomada en su casa

Lo personal es político, contestaban los errejonistas cuando se les preguntaba por el casoplón de Galapagar de su otrora jefe devenido en enemigo acérrimo. Y lo decían con la autoridad que confería a Íñigo haber sido el creador intelectual de un partido que llegaron a votar cinco millones de españoles. Increíble pero cierto. De su ordenador salían papeles, documentos, discursos e ideología trasnochada con la que intentar cerrar la boca a los contrincantes. Entre los periodistas se concedió que él era el niño bueno, depurado en 2017 por contradecir al malo, Pablo Iglesias. El yerno con cara de niño empollón que toda suegra de la izquierda caviar querría tener, pero que en los últimos meses se había sometido a terapia por su adicción al sexo y a ciertas sustancias. A lo visto, terapia claramente insuficiente.

Ahora ya tenemos claro que cuando nos recomendaba atención a la salud mental —un problema muy serio en España—, se estaba buscando una coartada para reclamar conmiseración cuando todo estallara y tuviera que escribir la vergonzosa nota de renuncia, echándole la culpa a la ideología neoliberal, al patriarcado y a su disociación entre la persona y el personaje. Sin embargo, Íñigo Errejón siempre fue un impostor: hasta nos quiso convencer de que la tiranía venezolana alimentaba con tres comidas al día a los niños famélicos de Maduro y que las colas del hambre eran consecuencia de que los venezolanos «se ponen en la cola porque ven a otros que están esperando». También nos instó a que «había que trabajar menos drásticamente», idea comprada por su jefa, que tampoco ha visto mal aquello errejoniano de establecer «una contabilidad biofísica obligatoria para las empresas». Como lo leen.

De izquierda a derecha, los fundadores de Podemos: Tania González, Carolina Bescansa, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón

De izquierda a derecha, los fundadores de Podemos: Tania González, Carolina Bescansa, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón. Ya no queda ningunoEl Debate

Pero todo saltaba por los aires este miércoles, veinticuatro horas después de que sacara pecho en el Congreso de su pacto cruzado con el PP, que tanto había molestado al PSOE. Pidió un día a Yolanda para anunciar a su familia el devastador fin de su vida política, tras diez años en activo. Se lo dijo a su padre José Antonio, funcionario en temas ecológicos y activista de izquierdas, y a su Madre María de los Ángeles, Angy, una bióloga que llegó a participar en mítines de Podemos. La pareja se conoció cuando ambos militaban en la Joven Guardia Roja, una organización de carácter maoísta: Íñigo es fruto de esa pulsión paterna por la tiranía china. También se lo contó a su hermano Guillermo, un calco físico de él. En el campus de Somosaguas nadie ha olvidado cuando el mayor era profesor asociado y el pequeño estudiaba Sociología y nadie acertaba a distinguirlos.

En aquella Universidad, marcada por el sectarismo podemita, el doctor en Ciencias Políticas conoció a Pablo Iglesias y a Monedero y de allí salieron para asaltar los cielos. De esos tiempos queda una foto en la que sale el exportavoz de Sumar con Iglesias, el citado Monedero, Tania Sánchez, Rita Maestre y Carolina Bescansa. Todos purgados por el primero. En esa instantánea aparecen unos vividores que prometieron a «la gente» ambrosía y justicia social, maquillando así su mezquina realidad: que se iban a despellejar entre ellos por puras luchas de poder; que iban a multiplicar por tres su patrimonio personal; que iban a ser acusados de malversar dinero público de las elecciones con facturas falsas a través de la consultora Neurona; que él mismo iba a ser inhabilitado por cobrar una beca a la que nunca asistió en la Universidad de Málaga o investigado por propinarle una patada a un pobre señor de 67 años; y que su examigo Monedero se iba a despistar a la hora de pagar a Hacienda, pese a su destreza abriendo decenas de cuentas corrientes, por no hablar de los problemas de Echenique con la Seguridad Social. Y todavía estaba por llegar el más negro epitafio político de Íñigo que le puede llevar a la cárcel y que le permitirá beneficiarse del engendro de su misma madera llamada ley «del solo sí es sí».

Iñigo Errejón con Pablo Iglesias

Iñigo Errejón con Pablo IglesiasFlickr Podemos

Su marcha no ha sido fruto de una denuncia política ni de Ayuso ni de Feijóo. Ni de Abascal ni de Cayetana. Ni de nadie de la fachosfera. Ni siquiera porque él lo reconociera preventivamente. No. Fue porque una periodista del entorno de Iglesias lo aireaba en las redes sociales, cimentada su información en denuncias de, al menos, doce mujeres, algunas de las cuales le tachaban de «monstruo» y «psicópata». La actriz Elisa Mouliáa lo ha puesto en manos de la policía este fin de semana, detallando en su alegato una escena terrible en la cama con el politólogo. Sea o no Iglesias el que le ha aplicado el tradicional piolet trotskista a Íñigo para tumbarle en la lona y poder reconstruir un nuevo Podemos con IU, lo cierto es que el niño de papá criado en Aravaca y profesor de Políticas era pasto de rumorología siniestra desde hace un buen tiempo. Para él sí aplicaron la presunción de inocencia de la que privaron a decenas de hombres que no eran de su cuerda. Las hermanas del «yo sí te creo» cerraron la boca para no perjudicar sus intereses electorales. Por ejemplo, la reina de las mechas, Yolanda Díaz, que ya acumulaba algún silencio culposo con comportamientos machistas en su época gallega, miró para otro lado cuando en junio de 2023 una joven contaba cosas terribles contra su mano derecha y fue informada de ello.

¿A partir de cuántas víctimas Yolanda pensaba cortar de raíz el problema? ¿Y Sánchez? ¿Cuántos machistas está dispuesto a acoger en su seno el Gobierno de las sonrisas y del feminismo? Ábalos, Kodo, Tito Berni, Errejón… Continuará.

comentarios
tracking