Una legislatura insostenible
El Gobierno salva su paquete fiscal en una sesión agónica y esperpéntica que muestra su extrema debilidad
El PSOE suspendió la Comisión de Hacienda en plena votación porque veía que iba a perderla y no la reanudó hasta cuatro horas después, tras haber alcanzado un pacto in extremis
Ni los más veteranos del lugar recordaban nada parecido a la jornada que se vivió este lunes en la Comisión de Hacienda del Congreso, «secuestrada» -según el PP- durante cuatro horas por los socialistas, hasta la madrugada. A la tercera fue la vencida y el PSOE logró sacar su paquete fiscal con 20 votos a favor y 17 en contra; después de dos aplazamientos de la Comisión en ocho días y de intensas negociaciones que se prolongaron desde antes de las 17 horas y hasta las 0.40 horas.
Finalmente, Bildu, ERC y el BNG acordaron con el Gobierno prorrogar durante todo 2025 el impuesto a las energéticas, que María Jesús Montero previamente había pactado con el PNV y Junts suprimir. ¿Dónde está el truco de trilero? En que la prórroga de ese impuesto no irá en el paquete fiscal votado este lunes, sino a través de un real decreto ley nuevo que deberá aprobar el Consejo de Ministros.
El problema es que ese real decreto ley necesitará en el futuro la convalidación del Pleno del Congreso, así que llegado el momento el Ejecutivo tendrá un nuevo lío: porque Junts y el PNV querrán votar en contra y vuelta a empezar. Pero el Gobierno vive el presente y este lunes solo le importaba salvar la votación de este lunes. Lo demás puede esperar.
Pero ni por ésas los socialistas cuadraron el círculo, porque aún faltaba Podemos. El partido de Ione Belarra no participaba en la votación de este lunes porque la representación del Grupo Mixto (al que pertenece Podemos) en la Comisión de Hacienda recae en el BNG. Pero sí votará en el Pleno del jueves, y había que atar su voto: «Sin garantías de que Junts también lo apoyará es poco más que papel mojado. Podemos sólo apoyará esta reforma fiscal si el impuesto realmente se mantiene», escribió Belarra, sin desvelar qué hará ese día.
El acuerdo del PSOE con ERC, Bildu y el BNG también incluye aprobar el impuesto a la banca en el Pleno, aumentando el tramo más alto, puesto que a diferencia de otras enmiendas la que se refería a este impuesto llegará viva a la votación del Pleno.
Una Comisión disparatada
La tarde noche en la Sala Cánovas de la Cámara Baja fue de locos. Hasta el punto de que el presidente de la Comisión, el socialista Alejandro Soler, no tuvo reparo en suspender unilateralmente la votación durante tres horas (de las 20.40 a las 0.40 horas) cuando estaba en marcha, porque su partido veía que el dictamen del proyecto de ley para la creación de un impuesto del 15 % a las multinacionales iba directo a la derrota. Y eso no podía ser.
No en vano, previamente, los impuestos añadidos vía enmiendas habían ido cayendo uno detrás de otro por la falta de apoyos de sus socios: el de la banca, el de las energéticas, el del diésel, el impuesto a las socimis... Antes ya había habido que retrasar dos veces el momento de la votación, cuando Soler anunció la entrada de seis nuevas enmiendas transaccionales. Para entonces los grupos parlamentarios ni siquiera sabían lo que iban a votar. Hubo que imprimir a toda prisa las enmiendas nuevas y entregárselas a los diputados para que pudieran leerlas. «Esto no lo he visto nunca, llegar a una votación sin saber qué vamos a votar», se quejaba en un receso la portavoz de ERC, Pilar Vallugera.
En el receso definitivo, el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, fue llevándose a los portavoces de los partidos socios de uno en uno a la zona que tiene reservada el Gobierno junto al hemiciclo para convencerlos. A pocos metros, el resto de los diputados esperaban noticias y miraban la escena, entre la indignación, la estupefacción y el enfado. Sobre todo, los del PP, Vox y el PNV.
El portavoz de los nacionalistas vascos en el Congreso, Aitor Esteban, que ha sido muy crítico con ERC, Bildu y Podemos por no renunciar al impuesto a las energéticas para alcanzar un acuerdo de mínimos entre la mayoría Frankenstein, escribió en la red X: «Que la comisión en la que se está decidiendo el futuro fiscal del Estado esté parada 3 horas y se retome a las 23:00 es una muestra más del juego corto de algunos y del desorden de esta legislatura». Rápidamente le replicó el portavoz del PP, Miguel Tellado: «Desorden del que formas parte».
El Gobierno no podía permitirse caerse con todo su paquete fiscal, una vez que María Jesús Montero había llegado tan lejos como había llegado: antes de la Comisión de Hacienda, la vicepresidenta primera podía haber reculado. Podía haber sacado de la votación de este lunes todos los impuestos añadidos vía enmiendas al proyecto de ley; enmiendas que la propia Montero fue pactando vis a vis con el PNV, Junts y Sumar, descuidando el flanco izquierdo de su mayoría. Pero no lo hizo y ya era tarde para dar marcha atrás, porque el Ejecutivo habría dado una imagen de extrema debilidad ante las posiciones maximalistas de sus aliados, siempre dispuestos a exprimir a Sánchez un poco más.
La votación fue disparatada y caótica, la viva imagen de una legislatura al filo de lo imposible y con partidos contrarios entre sí (el fuego cruzado entre los portavoces del PNV y Bildu, Idoia Sagastizabal y Oskar Matute, sirvió de ejemplo). Primero fueron aprobadas dos de las seis enmiendas transaccionales presentadas sobre la bocina; una para subir dos puntos el IRPF a las rentas del capital superiores a 300.000 euros y otra para bonificar las cuotas a la Seguridad Social. Después fueron rechazados varios impuestos. Y por último fue aprobado el dictamen, que es el proyecto de ley con las enmiendas pactadas ya incorporadas.
El debate previo a la votación fue numantino. La portavoz del PNV lamentó que los partidos de la mayoría que invistió a Sánchez hace un año sean incapaces de «abandonar sus posiciones maximalistas», y acusó a los de izquierdas de hacer «marketing político». «Habrá que decirle a la ciudadanía que no hay capacidad para llegar a mínimos», lamentó. El portavoz de Junts, por su parte, recordó al PSOE que cuando se llega a acuerdos «hay que cumplirlos», en palabras del diputado Josep Maria Cruset.
Desde el otro extremo de la mayoría Frankenstein, el portavoz de Bildu señaló que no eliminar el impuesto a las energéticas era «mantener una línea de coherencia». «Bildu no hace política al dictado de los intereses de Repsol o Iberdrola», añadió. «No votaremos el chantaje», señaló la republicana Vallugera. Pero resultó que sí votaron a favor.