El perfil
Un Lobato contra la salvaje manada de Moncloa
Sánchez no le perdonó sus palabras sobre la ley de amnistía ni su abrazo a Ayuso en la Asamblea cuando perdió su hijo. Mandó incluso a Cerdán a conspirar contra él en un encuentro secreto con los alcaldes de Fuenlabrada y Getafe
Juan Lobato Gandaria-Sánchez (Madrid, 40 años) entró como testigo y salió igual hace unas horas del Tribunal Supremo. No fue imputado. Le salvó aquel gesto de llevar a principios de noviembre a una Notaría los mensajes de su amiga –hoy ya no– Pilar Sánchez Acera, en los que ésta le animaba a atacar a Ayuso por «corrupción a lo bestia» y a llamarla «mentirosa salvaje», exhibiendo el expediente secreto de las negociaciones de su novio, Alberto González Amador, con la fiscalía para llegar a un acuerdo de conformidad sobre un fraude tributario por el que estaba siendo investigado. Una encerrona para que se ensuciara las manos, como ya parece claro que había hecho el fiscal general del Estado. Ahora el Alto Tribunal llamará a la fontanera de Óscar López en calidad de imputada para ver si cometió un delito de revelación de secretos, el mismo que Lobato supo esquivar.
Hoy, Lobato ya no se sentará en el escaño destinado al líder socialista. De hecho, su partido, tras forzarle a dimitir, le ha mandado al gallinero. El caudillo de Moncloa nunca perdona. Tampoco le perdonó al barón madrileño que, en verano de 2023, diera un abrazo en la Asamblea a Ayuso, días después de que ella hubiera pedido el niño que esperaba. Lobato aparcó sus desavenencias y mostró su empatía como padre, con su mujer Susana, de tres hijos. La inusual foto dio la vuelta a España, nada ni remotamente parecido a lo habitual por parte de Pedro Sánchez con su rival política, su obsesión freudiana. El diputado madrileño mostraba así que era un verso suelto, un Lobato receloso de los lobos voraces de Ferraz y Moncloa.
Sánchez no le perdonó al barón madrileño que, en verano de 2023, abrazase en la Asamblea a Ayuso tras sufrir un aborto
El que fuera con solo 31 años alcalde de Soto del Real de 2015 a 2021, delicioso enclave de la sierra de Guadarrama donde aún reside, llegó a la cúspide del PSM pocos meses después de que la misma Ayuso arrasase en las elecciones de 2021, llevándose por delante a Pablo Iglesias y acabando con la segunda posición electoral de los socialistas, que fueron enviados al tercer puesto por Más Madrid. Así que la empresa que asumió en octubre de ese año no era precisamente fácil. Y menos con la clara animadversión hacia él de Pedro Sánchez. Al presidente no le gustaba Lobato, ni sus críticas a sus enjuagues con filoterroristas y separatistas, ni su corrección con el Gobierno madrileño, a pesar de que cuando hacía oposición era impertérrito y no perdonaba. Hasta veinte cartas le mandó a la presidenta para reclamarle políticas sociales. Y cada vez que se enfrentaba con ella desde su escaño no era precisamente condescendiente. Pero, a diferencia del jefe de su partido, no estaba enfermo de venganza contra Ayuso.
El 14 de marzo de este año fue especialmente duro con la líder madrileña. Ese día, el socialista recibió a las 8:25 de la mañana unos mensajes de Sánchez Acera, entonces jefa de Gabinete del jefe de Gabinete de Sánchez, Óscar López, con información confidencial sobre las gestiones del abogado del novio de Ayuso con la fiscalía para rebajar su condena. Él, hora y media después y ya durante la sesión parlamentaria, solo usó lo que ya a esa hora habían difundido los medios, pero el Supremo quiere ahora saber si el correo que le llega de Moncloa contenía la carta entre el abogado de Amador y el fiscal, es decir, si Presidencia filtró información cuya revelación es un delito de libro. Una trampa, en la que no cayó el hoy dimitido dirigente madrileño, porque supo desde el comienzo que aquello no olía bien. Por eso, por hacer justo lo contrario de lo que evitó Lobato, está imputado el fiscal general, cuyo móvil ha sido volcado por el Supremo. De hecho, cuando la UCO entra en el despacho del jefe del Ministerio Público para incautarle su portátil es cuando Lobato repara en que el siguiente puede ser él. Lo que guarda en su teléfono le arde, y acude, poco antes de su cumpleaños el 5 de noviembre, a una Notaría a elevarlo a documento público. Luego ABC, que da la exclusiva, le informa de lo que va a publicar y él lo corrobora. Hasta que veinticuatro horas después, Santos Cerdán le ordena publicar una nota y acudir a los medios a desmentirlo. Pero las mentiras y las operaciones de Ferraz tuvieron las patas muy cortas.
Este embrollo, en el que Moncloa ha querido inmiscuir a Lobato, parece una sucia trama urdida por el Gobierno para hacerle daño político a la presidenta de Madrid y desviar la atención sobre la imputación de Begoña Gómez. Una tóxica operación de Estado que, por carambola, le ha servido en bandeja a Sánchez la cabeza de un barón al que nunca tragó. Y ya se prepara para soltar sobre el maltrecho socialismo madrileño a otro paracaidista, Óscar López, hoy ya ministro, que fue un desastre como candidato en Castilla y León y va camino de repetir hazaña en la villa y corte. Y quizá se lleve una imputación de propina.
Tomás Gómez, que también fue aniquilado políticamente por Moncloa, acaba de decir que «cuando Sánchez me echó a mí, Juan pensó que eso no iba a pasarle a él». Pero sí ha sucedido. Sobre todo, porque el narciso del PSOE no admite ni la más mínima discrepancia y ha presionado a los cuadros medios madrileños para que retiraran su apoyo a Lobato. Todos ellos viven del presupuesto público que reparte Pedro. Es indiciario que el único que ha puesto pie en pared por contaba con escrúpulos morales, aunque los gestionara muy mal, sea el que ha tenido que marcharse. Quizá porque este técnico de Hacienda del Estado sabía que la ley está por encima del sanchismo, en contra de lo que presumen los socialistas.
En Madrid se le conoce por su buena gestión como alcalde de Soto, donde sus vecinos de distintas ideologías hablan maravillas de él. Consiguió romper la tradición de un municipio que históricamente había sido feudo del PP. De modos educados y una visión de la política a la antigua usanza, ejerciendo sus funciones con respeto institucional, llegó a incorporar en sus equipos municipales a personas que no militaban en el PSOE. Hasta que decidió con alto riesgo dejar su pueblo y liderar un proyecto fracasado, hundido, víctima de Zapatero y Sánchez: el socialismo madrileño, que ha sido usado por los dos presidentes del PSOE como su finca particular.
Sentencia de muerte
Lobato empezó a firmar su sentencia de muerte cuando advirtió que había «dudas» entre la militancia por la ley de amnistía. Tanto molestó a Sánchez ese ataque de sinceridad, que mandó a Santos Cerdán a que conspirara contra su propio barón en un encuentro secreto con los alcaldes de Fuenlabrada y Getafe. El objetivo era conformar una candidatura alternativa al líder madrileño. Finalmente, la sangre no llegó al río y el 28 de mayo de 2023 Lobato encabezó la lista electoral, que mejoró los registros anteriores y se quedó a solo dos décimas de recuperar la jefatura de la oposición, aunque la debacle de su poder municipal fue estratosférica. Y Pedro depuso las armas momentáneamente.
El hoy dimitido es hijo de un exconcejal madrileño, vinculado a la empresa pública funeraria. De su progenitor ha dicho el exalcalde de Coruña, Paco Vázquez, que es «un gran socialista que vivió en la clandestinidad y contribuyó a formar la Federación Española de Municipios y Provincias». Sin embargo, a su hijo le tocó hace un mes firmar una de sus más bochornosas estampas, cuando fue obligado a actuar de escudo de Begoña Gómez en su comparecencia ante la Asamblea de Madrid tras ser imputada por, entre otros presuntos delitos, apropiación indebida de un software de la Complutense. La Universidad de los madrileños a los que prometió defender el todavía diputado autonómico y senador.
Los que le conocen dicen de él que estaba haciendo un buen trabajo en el grupo parlamentario, a pesar de que se hallaba rodeado de sanchistas puestos por Moncloa, que le dejaron tirado en su comparecencia del lunes y que han corrido a honrar al Sumo Líder a Sevilla. Entre ellos es difícil olvidar a José Marcano, autor de aquella frase para el mármol (que tanto abochornó a Lobato) en la que acusaba al PP de «tener envidia al presidente porque está muy bueno», o cómo no tener presente a esa otra cumbre del pensamiento, el diputado Jesús Celada, cuando pretendió que la presidenta de la comisión expulsara a los medios de comunicación para que no sacaran a la catedrática Gómez negándose a declarar.
Cuando Lobato vea esa fotografía escoltando por los pasillos de la Asamblea a la mujer de su verdugo político y la compare con la suya del viernes a las diez de la mañana, más solo que la una camino del Supremo con una carpeta del PSOE con las actas notariales, seguro que habrá pensado que la toxicidad del sanchismo te termina dejando sin barcos, pero ineludiblemente también sin honra. Aunque quizá este socialista vecino de la cárcel donde han purgado sus culpas decenas de políticos corruptos no haya escrito todavía su última página.