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Ana Martín

El sanchismo se adentra en una lenta agonía sin más plan que resistir

El 41º Congreso Federal del PSOE parió un ratón. En una semana, su líder defraudó doblemente las expectativas de renovación: primero en el Consejo de Ministros; después en el partido

Madrid Actualizada 04:30

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Nada en el 41º Congreso Federal del PSOE fue original. Ni siquiera el discurso de clausura de su secretario general y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Normalmente en los congresos de los partidos pasan cosas. En éste, por el contrario, la noticia fue que no hubo noticia, más allá de la eliminación del Q+ de las siglas LGTBIQ+ y de la incorporación a la Comisión Ejecutiva Federal de la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, como reconocimiento a su gestión en la DANA.

El líder político de los giros de guion esta vez llevó a escena uno soporífero. El 41º Congreso Federal parió un ratón. Muchos de los delegados y observadores que el fin de semana se reunieron en Sevilla salieron del Palacio de Congreso y Exposiciones tres días después sin saber qué habían ido a hacer allí, más allá de corear con disciplina militar el nuevo resistiré socialista. Aunque, en realidad, en el PSOE niegan que sea un ejercicio de resistencia: «No se trata de resistir. Se trata de dar un paso al frente. Quieren que demos un paso atrás y no lo vamos a hacer, no van a poder con nosotros», resume una ministra.

Se suponía que, en otoño, Sánchez iba a hacer un movimiento en cadena para dar un nuevo impulso a su Gobierno y a su formación, similar en magnitud y profundidad al que efectuó en el verano de 2021, cuando salieron Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Adriana Lastra y hasta su jefe Gabinete, Iván Redondo. Se suponía que iba a haber un refresco después de un primer año de legislatura de enorme desgaste. Savia nueva para encarar lo que estuviera por venir. Eso, al menos, deseaban en voz baja los suyos.

Sánchez ha tenido la posibilidad de hacer cambios de calado en el Gobierno y en el partido, pero no ha querido

Pero nada más lejos de la realidad. En una semana, el presidente y líder del PSOE defraudó doblemente las expectativas de cambio. Primero en el Consejo de Ministros y después en el partido. El pasado lunes, Sánchez se limitó a solventar la salida de Teresa Ribera del Gobierno ascendiendo a su número dos: la hasta entonces secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, como vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica. Ni más, ni menos, en una operación parecida a la que llevó a cabo cuando Nadia Calviño fue designada presidenta del Banco Europeo de Inversiones. Aunque entonces entregó a Carlos Cuerpo la cartera de Economía de Calviño, pero no fue designado también vicepresidente.

La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Sara AagesenEva Ercolanese/ PSOE

Y, este sábado, Sánchez confirmó en sus puestos a la vicesecretaria general del PSOE y al secretario de Organización del PSOE, María Jesús Montero y Santos Cerdán. E incluso a la portavoz, Esther Peña, sobre cuya continuidad se había especulado más. Las pocas incorporaciones que hizo a su núcleo duro fueron por cuota territorial. Y ninguna de relumbrón; ninguna que pueda interpretarse, ni remotamente, como la primera piedra del postsanchismo.

Un ejemplo: se había rumoreado que la joven concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid Enma López podría ser la nueva portavoz, para llevar aires nuevos a Ferraz. Pero finalmente Sánchez la relegó a un puesto sin ninguna proyección, el de secretaria de Política Económica y Transformación Digital. «Hay que tener en cuenta una cosa. Cuando estás en la oposición, el partido y su Ejecutiva son todo lo que tienes. Pero cuando estás en el Gobierno la cosa cambia mucho, el partido y su vida pasan a un segundo plano», sostiene un ministro pata negra del PSOE.

Sánchez ha parado el reloj de su liderazgo y, por el contrario, ha puesto en marcha el de ciertos barones territoriales

Para lo único que ha servido el 41 Congreso Federal del PSOE a efectos prácticos es para activar el temporizador de los congresos regionales, provinciales y locales del partido, que ése era el auténtico interés de Sánchez: «Vamos a trabajar duro para llevar en 2027 el cambio progresista allí donde hoy hay gobiernos negacionistas», afirmó. Aunque utilizó la primera persona del plural para incluirse, aquella frase sonó más a orden. «Nuestra principal prioridad será ganar las elecciones municipales y autonómicas de 2027 y volver a gobernar en toda España», añadió después.

En este cónclave, Sánchez ha parado el reloj de su liderazgo, intentando que no pase el tiempo para él, y, por el contrario, ha puesto en marcha el reloj de ciertos barones territoriales. El andaluz Juan Espadas lo entendió a la primera, porque nada más escuchar el discurso de su jefe de filas salió del plenario y anunció allí mismo la fecha del Congreso del PSOE-A, a pesar de que no tenía previsto hacerlo hasta el lunes. «No me escondo, y lo saben los compañeros», señaló Espadas, aun entre los efluvios de La Internacional. Será los días 22 y 23 de febrero en Granada.

En su discurso, el presidente se refirió a los cinco días de reflexión que se tomó en abril, y que han dejado una cicatriz imborrable en el PSOE. «En estos últimos meses he meditado mucho qué hacer con mi vida. ¿Dar un paso a un lado? ¿Dar un paso atrás? (…). La decisión es que, si algo toca ahora, es dar un paso al frente. No a un lado ni atrás, sino un paso al frente. Tengo más ganas, más ilusión y más fuerza que nunca. Para mí es un gran honor ser el secretario general del Partido Socialista Obrero Español», les contó a sus correligionarios, con su mujer sentada en la primera fila.

¿Tantas como para llegar a 2027? Si de él dependiera, probablemente. Pero no depende solo de él. O no principalmente. El 42º Congreso Federal del PSOE será el de la sucesión o el de la perpetuación. Pero al menos habrá noticia.