Catorce años sin María Piedad: el misterio de dónde escondió su cuerpo el asesino
Su expareja se suicidó a las pocas horas de llevársela de una fiesta: la familia está desesperada
La familia de María Piedad se ha hecho a la idea de que ella nunca volverá. Es un proceso que dolerá siempre: lo hará toda la vida. Los días de su familia se dividen entre malos y menos malos lo que demuestra que vivir, a veces, puede sentirse como un castigo. Sólo el hallazgo de alguna pista sobre el paradero del cuerpo de la joven podría traer algo de alivio, porque el duelo permanece abierto.
María Piedad, empleada de un supermercado en Boadilla del Monte y madre de dos hijos, acudió el 11 de diciembre de 2010 a la cena de empresa. La reunión con sus compañeros, llena de risas y conversaciones, se celebró en el restaurante El Rincón Castellano, a las afueras de Madrid. Uno de los asistentes fue su expareja y padre de uno de sus hijos, Javier, un hombre aparentemente amable y cordial en público pero que en privado se convertía en controlador y celoso patológico.
Él no pensaba asistir porque tenía otros planes, pero a última hora cambió de opinión. Eso sí, conciliador preguntó a María Piedad si le importaba que acudiera. Ella no puso pega alguna, pero pidió en secreto a dos amigas que se sentasen a su lado, cada una por un flanco, porque no quería qué él se arrimase.
Al salir del restaurante todos se dirigieron a un karaoke de Boadilla del Monte a seguir la fiesta y luego un local llamado Platinum. Allí, Javier no le quitó ojo a María Piedad, obsesionado no paró de mirarla y controlarla. No lo hacía con disimulo: tan pendiente estaba de ella que sus amigos llegaron a comentar que su comportamiento fue desagradable y arisco.
La joven no fue ajena a la vigilancia: se dio cuenta. Molesta le confesó a unas amigas que estaba incómoda. Pero aquella noche, además se produjo un incidente extraño e inusual: Javier solía controlar la ingesta de alcohol de María Piedad cuando eran pareja y salían juntos. Sin embargo, mientras estuvieron en el karaoke, él extrañamente le llevó una copa. Ella, no sin cierto desconcierto, la aceptó y, según relatan los testigos, poco después empezó a sentirse mareada, quizá demasiado para lo que había bebido.
Antenas de telefonía móvil
Al salir del local, serían las 3.45 de la madrugada. Javier, con mucha labia y buenas maneras, aprovechó para convencer a todo el mundo de que él se encarga de llevar a María Piedad al siguiente pub. Nunca aparecieron. Una amiga, preocupada, la llamó a las 4.06, pero no recibió respuesta. Cuatro minutos después a la amiga preocupada le entró un mensaje de texto. Era de javier. «Sorry, la ha dejado en su casa». Mentía. la posterior investigación de la Guardia Civil determinó que las antenas de telefonía móvil situaban al principal sospechoso de la desaparición en Alcorcón, lejos de la casa de MarÍa Piedad. No le dio tiempo a ir y regresar al lugar donde le localizaban las antenas. Es más, durante aquella noche estuvo tres horas en las que no se le puede situar.
Los investigadores siempre sospecharon que fue aquella madrugada cuando probablemente acabó con la vida de Maria Piedad privándola de aire, ya que en el coche no se encontró rastro de sangre, y luego se deshizo de ella. El comportamiento de Javier a partir de ese instante es errático. No huye, sino que hace vida normal. Eso sí, trata de tapar la desaparición de María Piedad.
Su madre recibió un mensaje la mañana siguiente desde el teléfono de su hija en el que decía que iba a desayunar en Madrid y que iba a tardar en regresar. La preocupación inicial, al despertar y ver su cama vacía y sin deshacer, se desvaneció. Mientras, Javier estuvo esa mañana cuatro horas ilocalizable: hasta que quedó a comer con una amiga sobre las 13.30. Ella contó que él le dijo que pensaba que María Piedad le había dejado porque sospechaba que había otro. La mujer explicó que le notó triste y ausente.
A él no se le puede preguntar porque se suicidó colgándose de una torre eléctrica en El Escorial. Lo único que se ha hallado hasta ahora de María Piedad es una gota de sangre. Se localizó en la zona del Palancar, a unos metros del río Guadarrama.
Desde entonces no ha habido ninguna novedad sobre el paradero de María Piedad. Su desaparición se ha convertido en uno de esos llamados casos fríos, de esos que quedan archivados por falta de líneas de investigación. Los investigadores no saben qué hacer ya. La familia, mientras, sigue sufriendo y se encomienda a un milagro o a cualquier persona que sepa algo y esté callada. Lo que sea por encontrar el paradero de María Piedad.