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El separatista Carles Puigdemont y el condenado comisario jubilado José Manuel Villarejo son los impulsores de la teoría conspirativa de los atentados del 17-AKindelán

Centro Nacional de Inteligencia  El CNI deja en evidencia al separatismo conspiranoico en la disparatada comisión de los atentados del 17-A

«Teníamos razón: el cerebro de los atentados de Barcelona y Cambrils, un mes y medio antes del referéndum de independencia de Catalunya, tenía tratos con los servicios secretos españoles». El prófugo Carles Puigdemont publicó este mensaje en la red social X poco después de conocerse que el CNI descartó al imán Abdelbaki Es Satty como confidente tras visitarle en prisión tres años antes de los atentados de Barcelona. Para no dejar dudas, el expresidente de la Generalitat subrayó que «el Estado esconde mucha mierda bajo la alfombra de los secretos». «Miserables», enfatiza.

Se trata de un ejemplo perfectamente claro de cómo opera el separatismo: la realidad dice una cosa, pero los independentistas reinventan una realidad paralela. El proceso es conocido y muy utilizado por los tentáculos separatistas: retorcer la realidad, moldearla según sus propios intereses y proyectar esa nueva historia falseada para que sus seguidores la difundan por todos los cauces posibles. Así, el secesionismo ha impulsado el falseamiento de la Historia de España con mitos disparatados. Miguel de Cervantes, Santa Teresa de Jesús, el Cid, Cristóbal Colón o incluso Shakespeare y Beethoven eran catalanes, o como mínimo tenían un origen catalán. También se ha intentado pintar el año 1714 como la conquista de una Cataluña libre e independiente por España. Esta mentira incluso se conmemora anualmente en Barcelona.

De la misma forma, el separatismo falsea la historia más inmediata, siempre con el objetivo no disimulado de atacar a España. Incluso a costa de las víctimas de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils en 2017. Junts en general, y Puigdemont en particular, han mantenido una actitud obsesiva en relación con el atentado y el bulo de la implicación del CNI. Ya en julio de 2019, la portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras, registró una pregunta parlamentaria interesándose sobre «qué había hecho el CNI para evitar el atentado». Desde entonces, el separatismo ha alentado una disparatada teoría de la conspiración: el atentado fue obra de los servicios secretos del Estado para desestabilizar Cataluña poco antes del referéndum ilegal sobre la independencia del 1 de octubre de 2017. Una teoría que contó con la complicidad del excomisario José Manuel Villarejo, que vinculó los atentados con un error de cálculo del exdirector del CNI, Félix Sanz Roldán: «calculó mal las consecuencias por darle un pequeño susto a Cataluña». Estas palabras abonaron la teoría conspiranoica de Puigdemont hasta hoy en día. De nada sirvió la contundente sentencia de la Audiencia Nacional, que condenó a los tres miembros vivos de la célula terrorista que atentó en Cataluña. Una sentencia validada posteriormente por el Tribunal Supremo. El separatismo había encontrado un relato y le bastaba con sembrar el germen de la duda para sus siniestros propósitos.

Tras el atentado en Barcelona, un grupo de terroristas huyó en dirección a Cambrils, donde atacaron un control de los Mossos con su coche antes de ser abatidosGTRES

En esa estrategia paranoica, Junts forzó en el Congreso la creación de una disparatada comisión de investigación. ¿El motivo? Atacar al Estado desde las propias Cortes. En una situación surrealista, el PSOE abrió la puerta a una comisión en las Cortes para que los enemigos de España pudieran atacar a España. Para ello, exigieron al Gobierno la desclasificación de los documentos del CNI, que ahora se han vuelto en su contra. Los papeles dejan claro que agentes del Centro visitaron en prisión al imán Es Satty, cerebro de los atentados de Barcelona y Cambrils, para obtener información sobre terrorismo yihadista. El Centro descartó la captación de Es Satty como confidente por su «tendencia al engaño».

Es Satty logró convencer a un grupo de jóvenes de Ripoll de cometer un atentado en nombre de Alá, y convirtieron una casa de Alcanar en su «cuartel general», donde planearon el atentado. Es Satty y sus secuaces elaboraron un explosivo, conocido por las siglas TATP y apodado la madre de Satán, utilizado con frecuencia por el Estado Islámico. Poco antes de la fecha prevista para el atentado, se registró una violenta explosión que redujo la casa a escombros. Es Satty y otros dos de sus cómplices murieron en el acto. Los mossos indicaron en sus informes en sus informes que una nube en forma de hongo fue visible a kilómetros de distancia.

Miles de personas mostraron su condena en los días posteriores a los atentados.EFE.

Otra derivada de la teoría conspiranoica sostiene que el imán en realidad no murió en la deflagración que arrasó la casa de Alcanar (Tarragona) donde estaban manipulando explosivos. Otros sostienen que la casa exploto por acción del Mossad y que estos habían avisado a sus homólogos españoles, pero estos no hicieron nada.

La pesadilla del 17-A

Caos, muerte, desolación. El 17 de agosto de 2017, hacia las 16.50 horas, un terrorista islámico que conducía una furgoneta entró a toda velocidad en el concurrido paseo de La Rambla, en Barcelona. En su terrorífico trayecto, zigzagueó durante cerca de 800 metros, con el objetivo de atropellar al mayor número posible de peatones: mató a 16 personas— entre ellos dos niños de tres y siete años— e hirió a más de un 130. Finalmente, la furgoneta se detuvo, inmovilizada por los cuerpos atrapados en los bajos del vehículo. El terrorista huyó y robó un coche tras apuñalar mortalmente a su conductor. Cuatro días después, Mossos d’Esquadra lo localizaron en una zona rural a unos 40 kilómetros del lugar de la tragedia que había provocado. El terrorista se abalanzó sobre ellos al grito de «¡Allahu Akbar!» y, mostrando lo que más tarde se comprobó que era un falso cinturón de explosivos, fue abatido.

Nueve horas más tarde, a las 01.05 horas del 18 de agosto, tuvo lugar un segundo atentado en Cambrils (Tarragona), a unos 120 kilómetros al sur de Barcelona. Cinco terroristas arrollaron con su vehículo a cinco peatones y un policía del puesto de control del paseo marítimo. Los Mossos lograron abatir a cuatro terroristas cerca del coche. El quinto logró huir 500 metros antes de ser también abatido. Al igual que en el atentado de La Rambla, los terroristas llevaban adosados a sus cuerpos lo que parecían ser cinturones de explosivos. Aunque falsos, sirvieron para provocar su muerte mientras realizaban un acto de yihad.

Abdelbaki Es SattyEl Debate

Apenas cuatro años después, la Audiencia Nacional impuso penas de entre 8 y 53 años y medio a los tres acusados de formar parte de la célula terrorista que perpetró los atentados: Mohamed Houli, Driss Oukabir y Said Ben Iazza. Los autores materiales fueron abatidos y el tribunal rechazó atribuir los asesinatos y lesiones a estos tres procesados. Pero la Audiencia Nacional condenó en una detallada sentencia de más de mil páginas a Mohamed Houli (53 años y medio de cárcel) y Driss Oukabir (46) por los delitos de pertenencia a organización terrorista, fabricación de explosivos y estragos de carácter terrorista. Al tercer acusado, Said Ben Iazza, la sala le impuso ocho años de prisión por colaborar con el grupo terrorista.

El independentismo no ha dejado de difundir el bulo de que el atentado fue obra de lo que ellos llaman «las cloacas del estado» y sustentan su paranoia en que el imán de Ripoll había sido confidente del CNI desde su paso por prisión hasta el mismo día del atentado. Los documentos desclasificados del Centro han tumbado la conspiración. Pero da igual. Puigdemont sigue empeñado en su pulso contra el Estado, y todo vale desde Waterloo.