
El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban
El perfil
Aitor, el perito en traiciones que gobernará el PNV
Por sus venas corre sangre castellana. Concretamente de Cañamaque, un pueblo del páramo soriano donde nació su madre Obdulia y viven hoy sus tíos carnales, los Bravo: Jesús (exinspector de Policía) y Gloria
Ortuzar no lo vio venir. El presidente del PNV, aquel que traicionó a Rajoy apoyando la moción de censura de Pedro Sánchez, se ha encontrado con el enemigo dentro. Resulta que Luis Aitor Esteban Bravo (Bilbao, 63 años) que iba de independiente portavoz del PNV en el Congreso, aparentemente poco interesado en meterse en los líos internos del partido, ha terminado quitándole el cargo al correoso Andoni. Desde 2004, Esteban era diputado en Cortes español y desde 2012 portavoz parlamentario, aunque renegando siempre, eso sí, del país que le pagaba 100.662,84 euros anuales. El taimado negociador consiguió engañar a todos todo el tiempo: al veterano Mariano, al que votaba los presupuestos mientras se reunía en secreto —por orden de Ortuzar– con Sánchez y Ábalos para darle la estocada, y al actual presidente, otro experto como él en melés —de hecho, Esteban fue jugador de rugby. Por ello, advirtió a Pedro en su investidura que diera una «continua patada adelante para seguir jugando, pero no de cualquier manera; enviar el balón muy alto para dar tiempo al acuerdo antes de que el balón baje». Lo sabrá él que ha conseguido que Sánchez le incluya en su falaz «bloque progresista» cuando el PNV es un partido con resabios supremacistas; tanto que se puso de perfil durante décadas mientras ETA mataba inocentes.
Aitor heredó la vena nacionalista de su padre, seguidor de Sabino Arana como ahora su hijo, el mismo que con una mano vota desde su escaño en línea con Sánchez y con la otra participa de la ideología de un racista y supremacista como Sabino. O se mete con Vox, partido al que tacha de «ultraderecha» mientras el nuevo jefe del PNV representa como nadie los intereses de las élites empresariales vascas. Su partido borda lo de poner una vela a Dios y otra al diablo. Que se lo digan al difunto Arzalluz, cuando celebraba a los chicos de la gasolina, es decir, a los etarras, «que movían el árbol…» mientras el PNV recibía las nueces en forma de votos. Hasta que Bildu les ha dado sorpasso. Venganza poética.
Esteban es doctor en Derecho por la Universidad de Deusto y, desde los 29 años cuando entró en la Diputación de Vizcaya, no ha abandonado la teta de la vaca vasca que, gracias al cupo, da mucha leche, pero reparte pocas gotas con el resto de España. Hoy domingo se materializará en el frontón Atano de San Sebastián el cambio de líder en el Euskadi Buru Batzar, pero todo seguirá igual. La única ideología del PNV es tener poder, y Sánchez lo mima entre algodones para que nunca le falte su voto. La estrategia del ya exportavoz durante sus 20 años en la carrera de San Jerónimo ha sido la de desplegar sonrisas e ir de dialogante, para sacar los mayores beneficios para su partido y las peores cartas para España. Desde las negociaciones para el cupo, hasta el traspaso de las competencias en prisiones para liberar etarras, la retirada del impuesto de las energéticas y su última medalla, haberse hecho con un palacete parisino que pertenecía al Estado español, que los nacionalistas le alquilarán al Estado para que siga allí la biblioteca del Instituto Cervantes, recibiendo a cambio un millón de euros de nuestros impuestos. Es decir, se impone de nuevo la regla de oro de la política española: el PNV —la banca— siempre gana.
Por sus venas corre sangre castellana. Concretamente de Cañamaque, un pueblo del páramo soriano donde nació su madre Obdulia y viven hoy sus tíos carnales, los Bravo: Jesús (exinspector de Policía) y Gloria. Allí vuelve todos los años a participar de sus fiestas y allí se ha comprado una casa rural con corral y otra vivienda. Esa afición por el campo castellano quizá explique el célebre diálogo en 2016 en el Congreso entre Rajoy y Esteban durante la investidura del primero:—Si bien me quieres, Mariano, da menos leña y más grano.
—Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor.
Con estas gracietas, Esteban se ha ufanado de llevarse bien con todo el arco parlamentario. Tanto que su partido le propuso sottovoce para presidir el Congreso hace un año y medio e intentó convencer a Feijóo de que lo apoyara y tumbar así a la candidata sanchista Francina Armengol. Naturalmente el PP no tragó: solo tuvo que recordar la felonía de la moción contra Rajoy. Casado con Itxaso Atutxa, hija de un histórico portavoz del PNV y actualmente una de las mujeres con más poder dentro de esas siglas, y padre de dos hijos, los que le conocen dicen que tiene obsesión por la guerra civil española y por los indios americanos. Hasta presume de que conoce palabras en siux. Eso sí, aunque promovió el uso del vasco en el hemiciclo, se prodiga en castellano, el idioma que hablan 599 millones de almas, y le gusta usarlo sobre todo cuando insulta a los diputados de Vox y del PP. En el haber del exportavoz del PNV está el haber promovido el reconocimiento de Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela. Pero con su socio Sánchez en la Moncloa a las órdenes de Zapatero y de Maduro, ese rapto de decencia del PNV ha sido solo un brindis al sol. Al sol de Soria, como gusta Aitor.
La Cámara, a excepción de Vox, le ovacionó el miércoles como si fuera el nuevo Demóstenes con chapela. Eso sí, se va con el reto de conseguir antes de la cita electoral de 2027 adelantar a Otegi, pactar un nuevo Estatuto con el reconocimiento del País Vasco como nación y reorganizar un partido a la deriva que solo cuenta con 5 diputados (dos menos que Bildu), aunque bien aprovechados ante el Gobierno más débil de nuestra democracia. Entre lágrimas, Aitor se despidió de la Cámara Baja gritando ¡gora Euskadi askatuta! (viva Euskadi libre) que, como recordaba ayer en estas páginas Edurne Uriarte, era el grito de guerra de ETA. Bonita manera de demostrar su compromiso con la gobernabilidad de España, tal y como presume Pedro Sánchez, que le dio un abrazo de hermano con sabor venezolano.