El jaque de Podemos a la vicepresidenta Díaz cambia toda la partida en la izquierda
Ante las dificultades de Sánchez para garantizar la continuidad de la legislatura, a su izquierda se ha desatado la fiebre por la reunificación de un espacio mal avenido, pero vital para el PSOE

Yolanda Díaz, mirando a Ione Belarra durante una rueda de prensa
Después de una semana complicada para ella, a María Jesús Montero se le escapó el jueves una amplia sonrisa en el Senado. Amplísima, en realidad. La vicepresidenta primera comparecía en la Comisión de Hacienda. En ésas que estaba manteniendo un cara a cara con el senador del PP José Manuel Barreiro cuando Montero afirmó, enseñando dientes y con voz malévola: «’Convoquen elecciones’ no es más que el lema del PP para retrasar sus movimientos internos de cambio de liderazgo. Pero se lo digo ya: pueden cambiar los liderazgos que quieran, vamos a agotar la legislatura. Así que pueden ustedes conducirse con toda la tranquilidad que se quieran conducir».
No hay semana en que algún miembro del Gobierno, o todos, no repitan la cantinela de que este Ejecutivo ha aprobado en esta legislatura 28 leyes (la mitad son decretos leyes y varias más son trasposiciones de directivas europeas, pero eso no lo cuentan), que es el más estable de Europa y que Alberto Núñez Feijóo puede esperar sentado hasta 2027, porque no habrá elecciones antes.
Sin embargo, mientras eso ocurre en el escenario de la política, entre bambalinas han empezado en la izquierda los movimientos para que lo que se rompió oficialmente en diciembre de 2023, recién empezada la legislatura, vuelva a unirse. Para que Podemos y Sumar formen una candidatura de unidad. Porque si la izquierda concurre a las próximas elecciones dividida en dos listas tiene pocas posibilidades de éxito, pero si lo hace partida en tres no tiene ninguna. Y el primero que lo sabe es Pedro Sánchez.
¿Será, acaso, que los socios del presidente no se fían de que vaya a agotar la legislatura, como no agotó la anterior?, ¿será que Sánchez no está en condiciones de garantizar la gobernabilidad hasta mediados de 2027 sin Presupuestos, con un plan de rearme que es una soga al cuello del presidente y encadenado a un prófugo que sigue sin poder poner un pie en España y al que le han entrado las prisas por volver?, ¿será que está permeando el mensaje del PP de que esto no se sostiene, por más pinzas que le ponga Sánchez?El caso es que la ultraizquierda no quiere que una hipotética convocatoria electoral les pille con los deberes por hacer. La asamblea refundacional que Sumar celebró el pasado fin de semana, cuando la plataforma de Yolanda Díaz acabó convirtiéndose en un partido al uso (no hacían falta tantas alforjas para ese viaje), ha desatado la fiebre por la reunificación de un espacio pequeño y mal avenido, pero vital para el PSOE.

Ione Belarra y los otros tres diputados de Podemos, en sus escaños del Congreso
Sin embargo, por más vueltas que le den al molino Izquierda Unida, Más Madrid, Compromís, los Comunes, CHA y demás confluencias, la realidad es una: si Yolanda Díaz es la candidata, Podemos no estará dentro bajo ningún concepto. Es una cuestión personal. Una obsesión personal, más bien, de la pareja de Galapagar. «Cuando uno en política no sabe diferenciar lo personal de lo político, se equivoca», replicó Díaz a Pablo Iglesias el jueves en RNE, después de que éste hubiera asegurado tres días antes que Sumar está muerto políticamente.
En estos días, los morados ya han conseguido ganar la primera batalla. Jaque. Han conseguido que el resto de los partidos asuman ese veto ad hominem a Díaz y que el debate ya no sea candidatura de unidad en la ultraizquierda sí o no, sino si la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo debe volver a ser la candidata o está amortizada. Porque, aunque parezca una criatura de la nueva política, Díaz es lo contrario: hace 22 años que empezó como concejal en el Ayuntamiento de Ferrol.
Cuanto más tiempo pase Sánchez sin convocar elecciones, menos posibilidades tiene Díaz de repetir
La gallega sostiene que aún tiene que mantener un debate consigo misma para saber si quiere o no volver a ser la candidata, como si fuera únicamente una decisión personal. Pero la cuestión es que, cuanto más tiempo pase Sánchez sin convocar elecciones, menos posibilidades tiene su socia Díaz de repetir. Y si no le sale bien la jugada de la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas, todavía menos. Izquierda Unida ya está pidiendo, como poco, que haya unas primarias para elegir candidato. Ahora bien, ¿es Díaz lo mejor que tienen, incluso lo único que tienen?
«Cuando tengamos algo que decir sobre la política de alianzas, lo diremos (…). No estamos en ese debate», trató de zanjar el diputado de Podemos Javier Sánchez Serna hace unos días en el Congreso. La formación morada celebrará su quinta asamblea el próximo fin de semana y saldrá de ese cónclave con una idea fuerza: cualquier alianza, ya sea en clave autonómica o nacional, estará condicionada a que Podemos mantenga su autonomía. No quieren los de Ione Belarra que les vuelva a pasar como en 2023, cuando se vieron fundidos en el magma de Sumar, despojados de su identidad propia.
Si en lo que algunos llaman eufemísticamente ‘la izquierda a la izquierda del PSOE’ cuecen habas, en el PSOE también. La estrategia de Sánchez de enviar a cinco de sus ministros a las batallas autonómicas empieza a provocar tensiones y errores no forzados, como el que Montero ha venido arrastrando desde que en un mitin situó el testimonio de una mujer por encima de la presunción de inocencia.
¿Son ministros a tiempo parcial lo que necesita Sánchez en su Gobierno de supervivencia?
Montero pasa cada vez más tiempo en Andalucía, lo mismo que Pilar Alegría en Aragón y Diana Morant en la Comunidad Valenciana. También Ángel Víctor Torres en Canarias, aunque pronto tendrá que retirarse unos meses para tratarse del cáncer que padece. En el caso de Óscar López, al menos él no tiene que moverse de la Comunidad de Madrid. ¿Son ministros a tiempo parcial lo que necesita Sánchez ahora que su Gobierno está cada vez más en modo supervivencia?, ¿o se viene una remodelación del Ejecutivo antes de que acabe el curso? Ese río está volviendo a sonar. En la anterior legislatura, Sánchez fue investido presidente en enero de 2020 y, un año y medio después, en julio de 2021, hizo una crisis de Gobierno en profundidad. De ésta ya lleva consumidos casi 16 meses.