El sacristán de la iglesia de la Palma de Algeciras, Diego Valencia, asesinado en un ataque yihadista

Ataque yihadista en Algeciras

El heroísmo de un hombre corriente que salvó a un sacerdote: «Esa muerte no iba para él»

Diego Valencia fue confundido por su asesino con el cura de la Palma, que se encontraba celebrando confirmaciones en otra parroquia en el momento del asalto

«Esto nunca había pasado aquí», se escucha de forma recurrente por Algeciras desde este miércoles; puede que se trate de la frase más usada para entablar un diálogo sobre el asesinato del sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, Diego Valencia, en un posible ataque yihadista. Ésta es una de las incógnitas aún por resolver de un atentado que ha dejado una muerte y cuatro heridos y mucho dolor en la ciudad.

El dolor lo personifica, precisamente, el cura de la iglesia de la Palma, Juan José Marina, quien, entre lágrimas, afirmaba este jueves que «esa muerte no iba para él», refiriéndose a Diego, quien era «sus manos y sus pies». En el momento del asalto, el sacerdote se encontraba celebrando confirmaciones en otra parroquia, siendo alertado por varios feligreses de lo que estaba ocurriendo en su templo.

Juan José sostiene que el objetivo del terrorista era él, el propio cura, pero «se confundió» con la víctima. «En San Isidro también buscó al cura, no atacó a nadie más. Si yo hubiese estado, Diego no habría muerto», aseguraba, muy emocionado, a los periodistas a las puertas de la iglesia de la Palma, frente adonde el presunto yihadista remató a Diego.

El cura de la iglesia de la Palma de Algeciras, Juan José Marina, atendiendo a los medios tras el asesinato de su sacristán, Diego Valencia

Previamente, Yassine Kanjaa, asesino del sacristán, dio a éste una primera cuchillada en el patio de la iglesia, desde donde pidió auxilio después de los destrozos causados por su verdugo en el interior del templo, según el relato del sacerdote.

«Si vas a hacer una matanza de éstas, vas cogiendo a todo el que te encuentres por delante, y esta persona fue directamente hacia Diego; se cruzó con catequistas, que creían que las iban a matar, y pasó de ellas», reflexionaba Juan José, consciente de que el heroísmo de un hombre corriente pero «fiel» le salvó la vida.

Entregado a su iglesia

Diego Valencia, de 65 años, casado y con dos hijos –un chico y una chica–, llevaba cerca de 16 años sirviendo en la Palma y «hacía de todo» en este templo, desde abrir y cerrar las puertas hasta los arreglos florales, ya que «antes tenía una floristería». Era una persona «polifacética» y «muy querido» en la comunidad, según el cura.

Entre sollozos, una prima de la víctima, en declaraciones a los periodistas, manifestaba que su muerte «la siente toda Algeciras» y que «cuando se está en una cosa así es porque eres buena persona y confían en uno». No en vano, Diego era los pies y las manos de Juan José.

El sacerdote, por otro lado, pedía «no usar el nombre de Dios en vano», porque «Dios es amor y fortaleza». «La sangre derramada por los cristianos es fortaleza para la Iglesia», señalaba.