Ilustres marinos y militares andaluces al servicio de las armas españolas
Los Pinzones, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Gálvez, Unzaga o Alcalá Galiano, todos ellos andaluces y todos ellos piedras angulares en nuestra historia compartida con América
Desde el mismo comienzo en que los españoles dialogaron con las gentes del Caribe y Tierra Firme, Andalucía y su carácter llegaron al otro lado de aquel viejo mar profundo. Los hermanos Pinzón, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Gálvez, Unzaga o Alcalá Galiano, todos ellos andaluces y todos ellos piedras angulares en nuestra historia compartida con América.
En Sevilla comenzamos, pues desde las postrimerías de la Reconquista se había transformado junto a Cádiz en la bulliciosa yema comercial del mediodía europeo. Así, como difícilmente habría cabido otra opción, los Reyes Católicos implantaron en el corazón atlántico de la ciudad hispalense la Casa de Contratación, como médula de sistematización a los viajes indianos.
Sin embargo, el primero de ellos, el que cambió el curso de la historia, no comenzó en Sevilla, sino en el señorío de Palos, en Huelva. Una villa cuyo tejido nobiliario se ligaba a la muy castellana casa de Medinaceli y en la cual operaban los hermanos Pinzón. Tres, nada menos: Martín Alonso, Francisco Martín y Vicente Yáñez, descubridor del Brasil.
Aún con todo fue Alonso quien, versado como pocos en el arte de navegar, se erigió como principal valedor del almirante Colón y su egregia aventura. Lo cierto es que, a pesar de las mentiras piadosas del Almirante durante y después, nuestro afamado onubense era un auténtico ‘Simbad’ en los muelles más pintorescos de aquella aurora renacentista. Había surcado mares hasta el Golfo de Guinea y los confines del Mediterráneo aragonés, blandiendo carácter y espada contra marinos de todo pelaje.
Se dice que, a bordo de la nao Condesa, fue incluso pirata una vez. O lo que es igual, comerciante sin paciencia. Y fue él, aún con el signo del destino herrumbroso tras regresar del primer viaje colombino, quien anunció la primicia con la que comenzó el derrumbe del mundo antiguo.
En lo que a nuestra historia en América se refiere, Martín Alonso fue el más aventajado de los andaluces en una empresa de cuatrocientos años. Siguiendo sus pasos, del otrora gran califato que Castilla repobló, salieron Sebastián de Belalcázar, Cristóbal de Olid, Jiménez de Quesada y un largo etcétera de ilustres que modelaron el continente de ultramar desde Alaska a Tierra de Fuego.
Pero avancemos en nuestra epopeya. El siglo XVIII también fue testigo de la gran aportación que los andaluces realizaron con grandes dotes de sacrificio y genialidad. Podríamos hablar de muchos ilustres personajes que escribieron con letras de oro la crónica de la Hispanidad, como el padre Celestino Mutis, don Pedro Messía de la Cerda o del duque de Montemar, entre muchos. Pero con en el tsunami cultural que nos está empezando a estremecer del 250º aniversario de la independencia de los Estados Unidos, centremos mejor nuestra atención sobre el glorioso malagueño Bernardo de Gálvez, cuya aportación fue decisiva para que los independentistas liderados por Washington pudieran librarse del yugo de Londres. Se acordará el lector de la sutil, certera y directa consigna: no taxation, without representation, que en español vendría a significar algo así como no a los impuestos sin representación.
Don Bernardo, al que póstumamente se ha nombrado «ciudadano honorífico de los Estados Unidos», sería nombrado gobernador –y luego virrey- de la Luisiana por don Luis de Unzaga, paisano de nuestro personaje, que había bautizado a Norteamérica con el actual nombre de los Estados Unidos.
Mas regresemos a lo que aquí nos ha traído y pongamos nuestra mira en las vitales acciones de Gálvez. España apoyaba a los independentistas estadounidenses en una hábil maniobra diplomática, al tiempo que públicamente exhibía una cuidadosa neutralidad, en privado daba apoyo logístico y financiero a los hombres de Washington, desde la base de Nueva Orleans. En 1779 Madrid declararía oficialmente la guerra a Londres, a partir de lo que don Bernardo podría desarrollar abiertamente su maestría en el viejo arte de la milicia.
Nuestro ilustre malagueño se lanzó a la protección de la Luisiana, para lo que realizaría una dura campaña en los territorios limítrofes de los actuales estados de Alabama y Florida, culminando en la conocida toma de Pensacola de 1781, por lo que el Real Ejército le ascendería a teniente general, el más joven de su tiempo. Pero destaquemos un último detalle, en esta brillante acción militar, la Real Armada aportó hasta 32 buques que ondeaban el pabellón de Carlos III, en que el San Juan Nepomuceno, otro ilustre de la Hispanidad se batió el cobre contra la Royal Navy, apresando a la fragata de Su Graciosa Majestad London, una gloriosa acción naval que les contaremos en otra ocasión.