La dueña de una tienda de ropa cuelga su mercancía en la calle de Aldaia, al oeste de Valencia, tras las devastadoras inundacionesAFP

DANA

Los cordobeses que mandan camiones de ayuda a Valencia: «Mientras nos sigan necesitando, continuaremos»

Bea, Rocío y Carlos empezaron su tarea desde una casa particular para después desplazarse a una nave donde organizaron el envío de material para los habitantes de las localidades afectadas

Las imágenes de los destrozos causados por la DANA nos recuerdan que la fuerza de la naturaleza arrasa sin hacer distinciones, nos hacen tomar conciencia de que la vida de cualquiera de nosotros puede cambiar de un segundo a otro y que en este tipo de catástrofes sale a relucir lo peor, pero también lo mejor del ser humano.

Ayudar y pasar a la acción calma la frustración y el dolor ante tanto sufrimiento. Si algo ha quedado claro es que la capacidad de organización y acción que tiene un conjunto de buenas personas en cualquier punto de nuestra geografía, puede mucho más que unos políticos que no han sabido estar a la altura del puesto que ostentan.

Los voluntarios son personas que no buscan culpables, sino que pasan a la acción antes de que se les pida, con la prisa que su conciencia les dicta. Niños y mayores, que vienen por libre, pero también procedentes de parroquias, clubes, hermandades; militares que no pueden desplazarse, pero sí colaborar como un ciudadano más. Durante estos días, ha quedado patente que la buena voluntad, cuando se tiene, es absolutamente imparable.

Centenares de camiones, furgonetas y coches han puesto rumbo a la Comunidad Valenciana durante estos días –y siguen saliendo– para llevar esperanza de puerta a puerta. Ropa, comida, artículos de limpieza, medicamentos, cubos, palas, juguetes… Son tantas las pérdidas materiales que toda aportación parece que se queda corta. Se trata de una ayuda que responde a la demanda que llega de allí, no hay intermediarios, de ciudadano a ciudadano, de corazón a corazón.

Solidaridad desde Córdoba

Bea, Rocío y Carlos –y decenas de amigos y familiares que han acudido a su llamada– lo están haciendo desde Córdoba. No hace falta decir más, porque en sus nombres y en esa ciudad están representados todos los españoles que en estos días han dado un paso al frente para llegar a donde no lo hacen los gobiernos –nacional y autonómico– que, en teoría, deberían velar por el bienestar de quienes lo han perdido todo.

En su caso, la idea surgió sobre la marcha, la tarde del 31 de octubre ya estaban haciendo cajas y con tres camiones –luego se sumaría uno más– dispuestos para cargar y salir. Empezaron en una casa particular, pero, por falta de espacio, tuvieron que desplazarse a una nave y la organización comenzó a fluir, no sin esfuerzo y trabajo duro, equiparando carga y contenido para que todos recibieran de todo. «A través del tú a tú, de las redes sociales, de clientes… Sin más papel ni burocracia que el compromiso y la palabra de gente que quería mandar su ayuda».

Y, de esta manera, el domingo 3 de noviembre, a las 11.30 h., cuatro camiones llegaron a sus destinos: Paiporta. Aldaya, Alfafar y Massanassa. Dicen que «esto no ha hecho más que empezar. Mientras nos sigan necesitando y tengamos gente y logística, continuaremos. Nos organizaremos por turnos. De hoy para mañana. Actualizaremos información a diario y daremos salida a la mercancía de puerta a puerta». Hasta ahora han llenado siete camiones de una tonelada aproximadamente y un tráiler de 16 metros que, más o menos, puede trasladar unos 30.000 kg.

Y, en su cometido, seguirán teniendo como referentes a San Juan Pablo II –«El amor vence siempre»– y a Santa Teresa de Calcuta –«Juntos podemos hacer grandes cosas»–. Desde que comenzaron con esta iniciativa, los audios de agradecimiento no dejan de llegar. Son estas palabras que reciben por parte de los damnificados las que dan verdadero sentido a la encomiable labor de quienes se dejan la piel en cada caja, introduciendo no solo las donaciones, sino también un trocito de su alma… que se quedará para siempre en la Comunidad Valenciana.