La depresión es un trastorno multifactorial, en el que tiene una influencia importante la predisposición genéticaLVC

Málaga

«Descubrir las sustancias alteradas en el cerebro a causa de la depresión puede llevarnos a su cura»

La depresión es una de las enfermedades mentales más populares y extendidas en las sociedades modernas actuales. Afecta a 300 millones de personas diagnosticadas en todo el mundo, pero son sólo la punta del iceberg: otros cientos de miles la sufren sin saberlo a causa de la falta de asistencia médica o la imposibilidad de reconocer el propio sufrimiento.

Manuel Narváez, profesor titular y doctor en el Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga (UMA), investiga la depresión desde el año 2017. Recientemente, este medio se hizo eco de los «resultados prometedores» del estudio que dirige acerca de un nuevo tratamiento para combatir esta enfermedad.

Pero, para hablar de depresión, hay que saber diferenciarla de simples períodos de tristeza, estrés o ansiedad. La depresión es un trastorno del estado de ánimo en el que siempre «se cumplen dos criterios fundamentales: el sentimiento de tristeza, la incapacidad de disfrutar y la pérdida de interés, unido a la permanencia de estos síntomas durante más de dos semanas», explica el doctor.

Según Narváez, nuestro estado de ánimo «puede ser oscilante y no por estar triste unos días implica que suframos depresión». Un período de duelo por la muerte de un familiar o alguna tragedia que pueda surgir en nuestras vidas es normal. «A veces estamos alegres y a veces tristes, lo que no podemos hacer es querer quitarnos la tristeza de un plumazo con fármacos antidepresivos, eso es un error tremendo».

Esta urgencia y esta necesidad por querer sentirnos bien todo el tiempo va muy unida a la proliferación de la depresión en una época, la nuestra, donde no dejamos descansar al cerebro. «El ritmo de vida que llevamos hoy en día, de no parar, de tanta información, tantos avances digitales… Por un lado, pueden ser muy positivos. Pero, que el ritmo social o de trabajo vaya muy acelerado, no quiere decir que nuestro ritmo cerebral para procesar y digerir esas emociones, que a veces son contradictorias, no necesite su tiempo», razona. Por eso, muchas veces nos falta tiempo material para «recuperar el estado emocional normal» y buscamos «medicarnos rápidamente para no sentir».

Ahí radica el problema de la automedicación y los problemas con los ansiolíticos. Ocurre lo mismo con los fármacos antidepresivos. «Muchos de mis pacientes están tristes porque acaba de fallecer un familiar y directamente quieren tomarse antidepresivos para no sentir tristeza. Yo les explico que están dentro de un período de luto normal que tiene que superar uno mismo y que tenemos mecanismos fisiológicos naturales para ir asimilando poco a poco esa situación».

La esperada cura definitiva

Hacer frente a la depresión no es tarea sencilla. Los fármacos actuales, que se han venido desarrollando en los últimos 60 años, han estado encaminados a «elevar los niveles de serotonina», la hormona de la felicidad. El problema con este tipo de fármacos es que «tardan entre 2 y 4 semanas en empezar a hacer efecto, además de los efectos secundarios que pueden provocar y los pacientes que, o bien no les hace efecto, o bien recaen en la depresión». Esto les hizo lanzarse a él y a su equipo a desarrollar nuevas fórmulas contra la depresión.

Su investigación ha tenido «unos resultados preliminares muy prometedores». Tras haberlo testado dentro de un modelo fisiológico (animales normales) de forma exitosa, ahora se encuentran probando el modelo patológico, es decir, en modelos de animales que sufren depresión. En estos estudios realizados con ratas, mamíferos con un cerebro similar al humano, han observado «una mejora del estado de ánimo de los animales, tal y como lo podría producir un fármaco antidepresivo, además de cambios muy importantes en el cerebro, como la creación de nuevas neuronas en el hipocampo», hecho que contribuye no sólo a la mejora del ánimo, sino también de la memoria.

Para llegar a los ensayos clínicos con seres humanos y que se pueda hacer frente a la depresión de una manera más segura y efectiva habrá que esperar varios años porque, a día de hoy, su cura se desconoce. Tal y como explica el doctor Narváez, «ningún trastorno cerebral, bien sea de tipo mental, como la ansiedad o la depresión, o enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, tiene una cura exacta. El cerebro es muy difícil de estudiar, es un órgano muy sensible en el que no podemos biopsiar porque supondría un daño cerebral irreparable. Por eso siempre nos hemos guiado por modelos de animales con circuitos cerebrales y sustancias neurotransmisoras similares a las nuestras», además de estudios de neuroimagen y estudios con cerebros de personas muertas. Es por ello que, quizá, al desconocer el funcionamiento exacto del cerebro «estemos equivocados en el enfoque desde el que estamos tratando la depresión», reconoce. «Si logramos encontrar el mapa de sustancias que pudieran estar alteradas en la depresión, quizá sí podría tener una cura definitiva».

Algo que el doctor tiene muy claro es que la depresión es «una enfermedad multifactorial», en la que influye tanto nuestra predisposición genética, como nuestra capacidad de resiliencia, además de los factores ambientales, de la suerte o el azar que tengamos en nuestra vida. «Yo siempre les explico a mis pacientes que influye la dieta que tomamos, el descanso, las horas de sueño, el ejercicio físico moderado… Un estilo de vida saludable nos va a ayudar también a la cura de la depresión».