Málaga
El motivo por el que los minutos de los relojes del Metro de Málaga sólo tienen 59 segundos
Su origen se remonta a tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando un ingeniero suizo recibió el encargo de diseñar los relojes de las estaciones de tren
Puede parecer un error. Que hay una avería en su mecanismo, que se ha atascado la manecilla de una manera extraña o incluso que ha sido una simple ilusión óptica. Cualquier cosa excepto que todo funciona correctamente, que es un detalle sin mayor importancia y que volverá a ocurrir en 59 segundos. Y, después, en otros 59 segundos. Así, hasta que se detenga por completo cuando la maquinaria deje de marcar las horas.
Y es que los relojes del Metro de Málaga no son como los del resto de España. Aunque a simple vista parecen exactamente iguales que cualquier otro reloj, en los del suburbano malagueño los minutos duran 59 segundos. Basta fijarse en el recorrido del segundero durante el desarrollo de un minuto. Todo marcha con normalidad y a una velocidad y un ritmo constantes hasta que la manecilla llega el segundo 59 (58,5, para ser absolutamente precisos) y entonces se detiene durante dos segundos, esperando que un nuevo impulso eléctrico lance la manecilla roja al comienzo de un nuevo minuto, evitando así que haya un desfase entre la hora marcada por el reloj y la hora real.
Este curioso hecho, lejos de ser un fallo del sistema, es un homenaje a la puntualidad y un reconocimiento del valor relativo del tiempo y la tranquilidad y está vinculado nada menos que con los relojeros suizos y el metro de Londres.
El ingeniero suizo Hans Hilfiker (1901-1993) fue el encargado de diseñar los relojes de los andenes de las estaciones de Suiza en 1944, mientras trabajaba en los Ferrocarriles Federales Suizos (SBB). Así, confeccionó el ya clásico y mítico reloj con un estilo neutro y minimalista, con sencillas rayas negras sobre un fondo blanco, bicromía sólo rota por el círculo rojo que marca los segundos. Ni siquiera añadió cifras, con la clara intención de que se pudiera leer la hora desde lejos.
Una vez creado el diseño, el gran reto de Hilfiker consistió en lograr que todos los relojes de todas las estaciones de trenes del país funcionaran de manera perfectamente sincronizada para garantizar la puntualidad del servicio ferroviario. Para ello necesitaba un reloj principal que ejerciera un impulso, que se enviaba a través de un cable de teléfono desde la sede de Zúrich.
Tras la introducción del segundero, el ingeniero se encontró con el desafío de evitar que posibles oscilaciones en las frecuencias de la red eléctrica del país influyeran en la puntualidad, algo esencial para los suizos. Por ello, Hilfiker decidió acelerar el segundero, completar cada vuelta en 58,5 segundos y detenerse en la posición de las 12:00 horas, hasta que llegara otro nuevo impulso eléctrico y arrancara el siguiente minuto.
Su original sistema se expandió por medio mundo tras la Segunda Guerra Mundial, llegando desde España hasta Bélgica, Dinamarca, Alemania o Suecia y acabó por establecerse como modelo general, siempre con pequeños cambios en el diseño, pero manteniendo su esencia técnica. A día de hoy, sólo los suburbanos de Londres y Málaga siguen marcando los minutos de esta manera tan peculiar.
Concretamente, en el Metro de Málaga, los relojes se diferencian de los suizos únicamente en un detalle del diseño y es que en los malagueños sí aparecen números en lugar de líneas. Aunque, desde el punto de vista técnico, la pausa del segundero no sería necesaria a día de hoy puesto que los relojes funcionan a través de señales satelitales con una precisión exacta, el suburbano de la capital costasoleña mantiene este guiño, como parte de la tradición y la historia y como un pequeño y a simple vista desapercibido homenaje a la paz y la tranquilidad de la que goza el último minuto antes de la salida del tren.