La pequeña tienda de Gonzalo tiene una increíble variedad de moneda histórica en oro y plataRocío Martín

Málaga

Gonzalo González, numismático malagueño: «El dinero es papel, pero el oro es un valor en sí mismo»

El malagueño regenta desde hace 40 años uno de los pocos negocios numismáticos con venta directa al público que sobreviven no solo en Málaga, sino en toda España

«Desde los tiempos prehistóricos, la mujer ha querido adornarse y adornar las paredes del lugar donde vivía. Se ponía pendientes, pulseras, collares, colgaba tapices, ponía cuadros, mostraba sus tesoros para que otros los admirasen, pero, ¿quién tenía el tesoro oculto? El varón. Entonces, genéticamente, la mujer no ha llegado a asimilar que algo muy valioso esté escondido y solo lo pueda disfrutar ella. La numismática, fundamentada en metales preciosos, se basa en esa ocultación para deleite propio. Por eso es, principalmente, cosa de hombres».

Gonzalo González Rivas lleva prácticamente toda la vida sumergido en el mundo de la numismática, desde que de niño, sin ser consciente de lo que hacía, jugaba con el saco de monedas de oro que su abuelo heredó de su bisabuela. Su tienda, frente a la Catedral de Málaga, lleva abierta más de 40 años ofreciendo pequeños trozos de historia tallados en oro y plata y de valor muchas veces incalculable. A día de hoy, su establecimiento es de los pocos que quedan en España que venden directamente al público y, además de metales preciosos, el numismático malagueño acumula anécdotas e historias para varias vidas.

«En realidad, el origen de mi afición numismática me llegó cuando me puse a indagar sobre las monedas que tenía mi novia guardadas en una caja de puros. Eran unas monedas que yo no había visto nunca, nada que ver con las de mi abuelo, así que me compré un catálogo en inglés, ‘Roman Coin’, me puse a estudiarlas y descubrí que eran sestercios de Marco Aurelio, de Trajano, de Adriano, y aquello fue descubrir una pasión, fue el origen de mi colección de monedas romanas», cuenta González.

Sus tres especialidades son la moneda griega, la moneda romana y la moneda imperial española en oro y plata. Su clientela demanda principalmente oro y es de lo más variada. «Lo mismo tengo un cliente que es general del Ejército de Tierra, que un diplomado del Estado Mayor, que un pastor. Un señor que cuida cabras en los montes de Málaga y que habla de manera gutural sabe más de reales de a ocho que muchos otros coleccionistas que acuden a mi tienda y que son doctores», asegura.

Por su establecimiento han pasado grandes monedas muy valiosas, no tanto por el metal con el que están fabricadas, sino por su historia. Los 320 reales de José Napoleón, «una de las monedas más caras y más extraordinarias que hay en la numismática española»; un ocho reales de Carlos III de Guatemala, «que tuve que irme a vender a Barcelona porque aquí no tenía clientela»; los famosos columnarios, un tipo de moneda de plata «que está muy de moda y no dejan de pedirme desde Estados Unidos porque las columnas de Hércules que aparecen en ellos son las predecesoras del símbolo del dólar»; o los 50 pesos mexicanos, que «entraron a España por el puerto de Málaga en los años 40 gracias a Manolete, que cobraba en pesos cuando toreaba en México y los cambiaba en Chinitas por billetes de mil pesetas».

La Reina Sofía, clienta de honor

Pero, sin duda, una de las más especiales es la que representa su tienda, cuyo dibujo adorna la fachada desde sus inicios: un tetradracma ático de Atenas, que fue acuñada para conmemorar la victoria de los griegos frente a los persas y cuya belleza «aún no ha podido ser igualada. Incluso la Reina Sofía me compró una de estas para regalársela a su hija».

Hoy en día, la compra de monedas llega a tres tipos de público con inquietudes y visiones distintas. Tal y como explica González, por un lado está «el nuevo rico, el que tiende a la moneda de oro de inversión»; por otro lado, «el estudioso, el amante de la moneda antigua que compra un denario de plata con 2.000 años que vale 120 euros»; y por último, «el prudente, que es un híbrido entre los dos: teniendo cultura y amando la moneda de colección sabe, además, que parte de su patrimonio debe estar a salvo de ‘crashes’ económicos, que los hay cíclicamente, y decide hacerse con moneda de inversión».

Y es que, para el numismático malagueño, el ahorro y la inversión en oro es una garantía. «El dinero es papel, es una promesa. El oro no es promesa ninguna, es un valor en sí mismo, un bien patrimonial. Es por ello, además, que las monedas, ya sean aquellas con simplemente valor intrínseco en metal precioso o aquellas que además tienen como valor añadido la prima numismática, no pueden ser consideradas como un gasto, sino como una inversión».

A pesar de la pasión con la que Gonzalo habla de sus monedas, de Historia y de los asombrosos precios del mercado internacional, su negocio no tiene mucho futuro. Su jubilación debería haber llegado hace unos años, pero se niega a «oxidarme tomando el sol» y sus tres hijos no tienen ningún interés en la numismática, pues sus estudios y sus vidas profesionales les han llevado por otros derroteros. «Mi negocio morirá conmigo».