El columnista de El Debate ha recibido la medalla que le distingue como nuevo AcadémicoCedida

Málaga

Gabriel Albiac: «¿Puede un hombre de mi edad hablar acaso de otra cosa que no sea de lo ido?»

El filósofo, escritor y columnista de El Debate ha tomado posesión como Académico electo en Madrid de la Real Academia Española de Bellas Artes de San Telmo en un acto celebrado en el malagueño Palacio de la Aduana

A las 07:00 de la tarde de este miércoles, 20 de noviembre, los asistentes congregados en el Salón de Actos de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo recibían en pie a su nuevo miembro, el filósofo Gabriel Albiac, quien, arropado por el director de El Debate, Bieto Rubido, ha recibido la medalla y los honores de la histórica Academia malagueña de manos de su presidente, José Manuel Cabra de Luna.

Las palabras de cariño, respeto y admiración por parte de Cabra de Luna hacia el escritor han inaugurado una ceremonia en la que se ha recordado especialmente a las víctimas y los damnificados por el temporal de Valencia; precisamente Utiel, municipio de nacimiento de Gabriel Albiac, ha sido uno de los más perjudicados por la catástrofe. «Nos solidarizamos de todo corazón y nos acordamos de ellos en este acto», ha afirmado.

Tras describir al nuevo Académico como «amigo de las palabras y buscador de la verdad», el Presidente ha querido agradecer la presencia de Bieito Rubido, «periodista de gran templanza y sentido común» y director de un periódico, El Debate, «con importantes raíces en Málaga, puesto que fue dirigido por Ángel Herrera Oria durante más de 20 años».

Con un discurso titulado Lo que el mármol cierra. Espejos y espejismos de la muerte, Gabriel Albiac ha comenzado recordando sus años vividos en Málaga, de donde se marchó junto a sus padres hace algo más de medio siglo pensando que no dejaba nada atrás, ni familia, ni patrimonio, ni raíces. Ahora, 57 años más tarde, ha descubierto que lo dejó todo, «lo que importa: aquello sin lo cual un hombre habrá de aprender a vivir en el desarraigo».

Recuerdos de una Málaga que no existe

Albiac ha rememorado la desaparecida Casa de la Cultura, lugar donde estudió Ser y la Nada de Jean-Paul Sartre y que determinó «la más grave de mis elecciones: la filosofía»; también el cine, que hace ya tiempo que tampoco existe, en el que descubrió Los 400 golpes de François Truffaut y a Antoine Doisnel, «ningún rostro, ni real ni imaginario, me ha vuelto a conmocionar así». Estos recuerdos, unidos a los de sus años en el colegio de los Hermanos Maristas y los amigos y conocidos que han ido marchándose, se traducen en la pregunta que ha desencadenado su exposición: «¿puede un hombre de mi edad hablar acaso de otra cosa que no sea de lo ido?»

El escritor ha hablado, por supuesto, de la muerte, abordada desde diferentes puntos de vista e interpretada, vivida y sentida por muchos otros pensadores antes que él, desde Góngora (al que ha homenajeado con el título de su texto) hasta San Juan de la Cruz, pasando por Quevedo, Virgilio o su admirado Borges.

«La vida entera de los hombres se cifra en su volátil relación con lo innombrable a lo que fingimos llamar muerte y de la cual todo lo ignoramos. Se vive lo que se muere; se muere lo que se está viviendo. Y no se habla de ello. No muere lo que no vive: no hay más que eso que sea, en rigor, enunciable de la muerte. Muere lo que está viviendo».

Para Albiac, toda la literatura, «la más sublime como la pésima, habla de muerte. Y fracasa. Y no hay menos tragedia en que ese fracaso lo acometa la negrura policiaca del personaje de Horace McCoy tratando en vano de narrar en primera persona el instante en el cual la bala hace saltar su cráneo, que en el resolutivo fogonazo conceptual del Epicuro que proclama cómo ‘la muerte…, mientras vivimos no existe, y cuando está presente no existimos’».

«Conozco el lugar»

«El viaje, al cual llamamos vida, es siempre el mismo», ha explicado. «Circular es la derrota de las naves, que da siempre con el héroe desnudo, de bruces sobre las arenas de una playa ignota, antesala del infierno. Sí, es asombrosamente fácil descender al Hades». Porque, para el filósofo, en realidad no hay viaje, sólo pérdida absoluta en cada instante. «El viaje es aprendizaje del retorno. Y el mundo, tan idéntico a sí mismo en cada recodo de sus confines cuanto idéntico en el tiempo es nuestro imaginario».

Albiac ha finalizado su discurso recitando el célebre I know the place (Conozco el lugar), de Harold Pinter, en el cual el autor inglés «cobra certeza de que el mundo de los hombres es sólo el decorado de su muerte».

José Manuel Cabra de Luna ha cerrado el acto con la contestación al discurso del nuevo Académico, en el que ha alabado de nuevo la trayectoria del valenciano, que «ha tocado todos los palos». Ha cultivado el ensayo filosófico y el político, la novela, la poesía, la tertulia radiofónica y televisiva y la entrevista y ha publicado una treintena de libros.

Sin embargo, Albiac «es, por encima de eso, filósofo; pero no de aquellos formadores de un sistema que a la postre su creador acaba encadenado, sino que lo es desde la más absoluta, plena y radical libertad», ha recordado.

Por último, el presidente ha querido resaltar la dificultad, a día de hoy, de encontrar dentro del panorama intelectual español y, por supuesto, dentro del espacio periodístico «artículos y propuestas de pensamiento de la hondura como la que hallamos en tantos escritos de Gabriel Albiac». Leerlo, escucharlo y tratar de comprenderlo es un privilegio.