Entrevista cofundador de Smartick Thinking Daniel González de Vega: «En un futuro, la capacidad de prestar atención será tan importante o más que el cociente intelectual»
El ingeniero malagueño considera que «el pensamiento crítico necesita de una mentalidad flexible y abierta, es decir, estar dispuesto a cambiar de opinión y eso es algo que actualmente brilla por su ausencia»
Smartick, el método educativo online para ayudar a los alumnos de todo el mundo a mejorar en lengua y matemáticas, es ya un viejo conocido del que cualquier familia ha oído hablar y, muy probablemente, ha «caído en sus redes». Sus ejercicios rápidos, sencillos y muy entretenidos provocan que todos aquellos que lo prueban quieran repetir y, sin apenas esfuerzo, mejoren su rendimiento en las dos asignaturas malditas que suelen sacarnos los colores con cada informe PISA.
Sin embargo, los creadores de esta innovadora herramienta, mitad malagueña, mitad madrileña, quisieron mirar más allá y apostar por un nuevo programa centrado en un objetivo, a simple vista, mucho más complejo: enseñar a los niños a pensar. Así nació Smartick Thinking, la aplicación con la que miles de alumnos ya están debatiendo, identificando informaciones falsas, solucionando problemas e incluso razonando acerca de la condición humana.
Daniel González de Vega, ingeniero malagueño y cofundador del revolucionario método, ya era un apasionado de la filosofía en su adolescencia y, a través de esta nueva aventura, está logrando que miles de niños puedan acercarse a esta rama del conocimiento de una manera ágil, cercana y directa.
–Tras el éxito de Smartick en sus ya clásicos programas de Lengua y Matemáticas, ¿qué les lleva a pensar en la necesidad de lanzar Smartick Thinking?
–Nos dimos cuenta de que había niños que tenían problemas a la hora de discernir qué datos eran los relevantes en un problema de los que no lo eran. También veíamos problemas evidentes a la hora de sacar buenas conclusiones. Por eso, empezamos a pensar en una solución para trabajar de manera global esas habilidades. Y así es cómo se gestó la idea de crear Smartick Thinking.
Poco después, conseguimos reunir un equipo de filósofos, matemáticos, maestros, psicólogos, desarrolladores e ilustradores para diseñar a la perfección el contenido y la manera de estructurarlo. La verdad es que todos se implicaron al máximo desde el primer minuto, conscientes del impacto y trascendencia que este proyecto podría tener. Y es que no había ninguna otra extraescolar similar a lo que nosotros teníamos en mente.
Así que, unos años después, lanzamos un complemento de 5 minutos a los programas de matemáticas y lectura y, en este curso, por fin Thinking ha visto la luz como programa independiente, de 15 minutos, siguiendo la metodología Smartick.
– ¿Cómo es Smartick Thinking? ¿De qué manera o con qué herramientas es capaz de ayudar a los niños a tener un pensamiento crítico?
–Estructuramos el contenido en tres vías. En primer lugar, poniendo en práctica habilidades y actitudes del pensamiento crítico. Así, en un entorno ameno, se ponen en la piel de detectives que resuelven casos analizando distintas informaciones. También se convierten en caballeros que participan en torneos de debate combatiendo y detectando falacias, en magos que descubren informaciones ocultas y en periodistas que deben valorar la fiabilidad de las noticias.
En segundo lugar, a través de la filosofía para niños. Socra-Tick, un curioso robot que acaba de llegar a la Tierra, les plantea diálogos y dilemas éticos para que sean más reflexivos y piensen mejor antes de actuar. También les enseña a valorar la filosofía de la mano de fragmentos adaptados de una selección de textos de filósofos clásicos. Siguiendo el método socrático, el pequeño robot pregunta a los niños por las grandes cuestiones que nos hacen humanos: la amistad, la verdad, la mentira, los medios y los fines…
Y en tercer lugar, ejercitando la creatividad. El pensamiento crítico no puede desvincularse del creativo. Por eso, se incorporan diversas actividades que tienen que ver con proponer soluciones originales a diversos problemas, o pensar fuera de la caja para conseguir que una broma sea graciosa.
– En su nuevo «programa» hablan de diferenciar hechos y opiniones, de tomar decisiones de manera reflexiva, de aprender a pensar y a escuchar al otro… ¿Esto se tiene que enseñar en el cole o tendría que venir un poco aprendido o motivado desde casa?
– En un mundo ideal, los niños podrían venir aprendidos y motivados y, también, en el aula se debería incentivar que los profesores fomentaran de alguna manera esa actitud inquisitiva, curiosa. Pero la realidad es que muchos profesores se sienten abrumados con la burocracia, la atención a la diversidad en el aula, que no encuentran a veces el tiempo para embarcarse con sus alumnos en debates que fomentarían esa actitud. Y, también hay que decirlo, hay profesores que confunden eso con cierto adoctrinamiento que, desde luego, nosotros no hacemos en Smartick. La influencia de las redes sociales en la manera de pensar y de actuar de muchos adolescentes es creciente y un programa como Thinking les incentiva a pararse y a pensar sobre cómo están tomando sus decisiones. Pero sí, es una actitud que se puede educar en casa y también en el aula. Nosotros lo hacemos de una forma sistemática durante 15 minutos pero nuestro sueño sería que esas sesiones dieran pie a conversaciones interesantes luego en familia.
– En el sistema educativo de toda la vida, la asignatura de Filosofía era la encargada de poner en práctica el pensamiento, de ejercitarlo, de incentivar al alumno a hacerse preguntas y a cuestionarse todo lo que le rodea. Con esta asignatura defenestrada y casi olvidada a día de hoy, ¿cómo cree que ha afectado este cambio a la educación de los jóvenes?
–Bueno, el caso es que, después de las movilizaciones de los profesores de Filosofía por su asignatura, sí que se ha visto un interés creciente por estos temas entre los más mayores. De hecho, hay profesores de filosofía que tienen sus espacios en los medios. También es verdad que hubo quien tuvo unos profesores de filosofía maravillosos, como los que siguen organizando las olimpiadas de filosofía, y hay otros que no se complican mucho más allá de dar una mera historia de la filosofía. En cualquier caso, como sabemos desde los clásicos precisamente, siempre tenemos esa mirada de que van a peor pero, las redes, bien usadas, están viendo una divulgación del estoicismo como nunca, por ejemplo. Contestando a tu pregunta, creemos que es una asignatura que no tiene la fama de interesante que se merece y que, con programas como Thinking, se puede contribuir a que los niños lleguen más motivados para aprenderla en Bachillerato. Pero dejaría atrás el pesimismo: tenemos la sensación de que la filosofía y el pensamiento crítico interesan en la actualidad bastante.
–«El pensamiento crítico es nuestra defensa contra la manipulación y el fanatismo», tal y como afirma J.A. Marina en Libro blanco de la profesión docente. Reformulemos su idea: ¿la sociedad de hoy es víctima de la manipulación y el fanatismo debido a la ausencia del pensamiento crítico? ¿Inciden más factores?
–Sí, pensamos que hay cierto efecto «masa» en nuestra sociedad, lo que la hace altamente manipulable. Por lo que sea, cuesta más llevar la contraria a la mayoría y, con más información que nunca a nuestro alcance, también nos hace falta la capacidad de poner el foco, la atención, en lo verdaderamente importante.
Con Thinking aspiramos justo a eso, a que los niños sean capaces de concentrarse, de pensar sobre cómo piensan, que, por otra parte, es un camino apasionante y muy satisfactorio. Ya estaba en Delfos el «conócete a ti mismo» y es lo que tratamos de cultivar porque el que inicia la senda del autoconocimiento también lleva encendida la mecha de querer aprender más, de la curiosidad.
–Hace unas semanas, lanzaron un reto a los padres de sus 'alumnos' para saber si consideraban un buen argumento la afirmación que decía que una pócima era buena porque en el reino había una mayoría de jóvenes que afirmaban que les daba mucha energía. Un 30 % de esos adultos consideró que sí, que era un buen argumento, y no distinguió la falacia en la que caía esa justificación. Viendo cómo «se la colaron», ¿cree que falla o falta algo también en la manera de pensar de los adultos?
–Desde luego. Resulta claro que si buena parte de los adultos cree que hacer algo es positivo por el mero hecho de que lo haga así la mayoría, pues tenemos un serio problema.
Y es que el pensamiento crítico necesita de una mentalidad flexible y abierta, es decir, estar dispuesto a cambiar de opinión y eso es algo que actualmente brilla por su ausencia. Basta atender al hooliganismo, ya sea deportivo o político, que se rige únicamente por las emociones más primarias de identidad y pertenencia, en detrimento de la objetividad y la circunspección.
Vemos todos los días que hay muchos adultos que caen en esto, tambaleándose así uno de los pilares de las sociedades democráticas, en las que se presupone que los ciudadanos no son fanáticos, sino que juzgan la realidad política de manera crítica. Y las consecuencias ya fueron descritas por los clásicos: la democracia puede devenir en tiranía en cuanto se explotan mucho mejor las emociones más que los argumentos racionales.
–Vivimos en la sociedad de la inmediatez, donde todo sucede a golpe de click, se actúa por impulso y cualquier cosa que se quiere se consigue a toda velocidad. ¿Nos estamos olvidando de parar a pensar antes de actuar, llevados por esa necesidad de inmediatez?
–Sí. De hecho, la atención, como suele decir Gregorio Luri, va a ser tan importante o más que el cociente intelectual. Las personas que sean capaces de concentrarse y reflexionar tendrán una ventaja sobre el resto. Nosotros intentamos que en esos 15 minutos de Thinking el niño esté concentrado en esa tarea, ajeno al fenómeno del scrolling, con un propósito muy claro, que es hacer las actividades propuestas de la mejor manera. En Thinking, pretendemos que se den cuenta de lo importante que es analizar sus impulsos, que reflexionen sobre su naturaleza y cómo poder autocontrolarlos. Y, además, dotarles de un andamiaje ético que, como dice David Cerdá, haga posible que cuando sientan esas emociones, puedan orientarlas de forma noble.