Sevilla es la segunda ciudad más cara de Andalucía para alquilar, por detrás de Málaga

Crónica en primera persona

La odisea de alquilar un piso en Sevilla: cada vez hay menos oferta y cuestan más

No ha sido fácil encontrar un piso de alquiler para iniciar mi nueva vida en Sevilla. Desde que fui nombrado delegado de El Debate en Andalucía, mi principal desvelo, junto al resto de mis nuevas responsabilidades, ha sido el de instalarme en lo que a partir de ahora llamaré hogar.

El mercado del alquiler en Sevilla, como sucede con las grandes urbes en España, está complicado. Pensaba que, al proceder de Madrid, esta situación sería llevadera e incluso favorable en la comparativa con la capital española. Ahora que todo ha pasado, tengo mis dudas.

Un vistazo a los titulares de prensa antes de mi llegada me puso en alerta: 'El precio medio del alquiler en Sevilla vuelve a subir y se coloca en 864 euros al mes' (Diario de Sevilla, junio de 2023); 'Sevilla es la segunda ciudad más cara de Andalucía para alquilar, con precios por encima de la burbuja de 2007' (Fotocasa, octubre de 2023); 'El precio del alquiler en Sevilla sube un 10 %, el efecto de la Ley de Vivienda de PSOE y Podemos' (ABC, septiembre de 2023). Todos los rotativos que abordaban el tema parecían confirmar la tendencia: los pisos cada vez costaban más y la oferta cada vez era menor. Con esas perspectivas en el horizonte, comenzó mi búsqueda.

Los primeros contactos

Tras la exitosa presentación de esta delegación autonómica que tuvo lugar en Málaga, parece que la fortuna me sonreía. «Con todo, has tenido suerte, por aquí la cosa está más complicada», me decían los habitantes malacitanos que se acercaron a arroparnos aquella noche en el Palacio del Limonar.

Una radiografía inicial que si bien no me servía en mi cometido, me alivió. Mal de muchos, ya se sabe. De regreso a Sevilla, comenzó mi búsqueda como tal. Lo primero que me di cuenta es que toda persona que venga sola y busque un piso de al menos una habitación dentro de la ciudad (exceptuando Sevilla Este, posiblemente la zona más alejada del centro) ha de contar con un desembolso medio de unos 750 euros en adelante. Una cantidad excesiva para muchos trabajadores.

De hecho, en mis primeras pesquisas, encontré varios anuncios en la zona de Nervión (una de las más cotizadas de la capital hispalense, cierto es) que ofertaban pisos con una sola habitación y un tamaño medio de 50 metros cuadrados por 800 euros como mínimo. Es decir, a 16 euros el metro cuadrado. Un exceso muy por encima de la media que ya está inflada.

Lo más preocupante es que tampoco me parecía que hubiera una oferta excesiva, quizás motivada por las fechas de mi llegada. La Semana Santa, primero, y la Feria de Abril, después, anunciaban su cercanía. «La brecha entre oferta y demanda cada vez es más considerable. El furor por vender, la vuelta de las viviendas turísticas al mercado vacacional y la sobrerregulación del mercado, considerada así por los propietarios, han contraído el stock de manera drástica. Esta situación sumada al incremento de la inflación, que influye en las viviendas que salen al mercado, dificulta todavía más el acceso a la vivienda», declara María Matos, directora de Estudios y Portavoz de Fotocasa.

Baño de realidad

Así las cosas, empecé a enfriar mis propias expectativas. Casco histórico, Nervión, Macarena o Triana eran mis prioridades, ya que como recién llegado y sin conocer a fondo la ciudad, prefería estar bien conectado.

Dado que la situación descrita no mejoraba, deposité la mirada sobre otros sitios más periféricos: Cerro-Amate, Bellavista, Reina Mercedes, así como la ya mencionada Sevilla Este, que jocosamente redenominan como Córdoba Sur por lo lejos que cae.

El mes de marzo avanzaba y topaba con otro obstáculo. La proliferación de pisos turísticos. De hecho, ocupaba uno durante los días inmediatos a mi llegada para tener margen para encontrar casa. Sevilla es una ciudad tomada por el turismo internacional. Basta con pasear por las inmediaciones del río Guadalquivir y dejar volar al oído para comprobarlo.

Pisos turísticos

La Junta de Andalucía ha puesto sus ojos –al igual que previamente ya lo hicieran ciudades importantes como la propia Sevilla o Cádiz–sobre las viviendas turísticas para frenar mediante la regulación este tipo de colonización de los edificios que acaba provocando problemas de convivencia.

El Tribunal Supremo ya dictaminó que el alquiler turístico es una actividad económica como tal y por tanto, aquellas comunidades que tienen estatutariamente prohibida la utilización de pisos para cualquier tipo de negocio, podrán negarse al alquiler vacacional.

Andalucía está de moda. El turismo impacta de lleno sobre la economía. Pero la proliferación de este tipo de alquileres rotatorios, ante la llegada de fechas marcadas en rojo en el calendario sevillano, ha sido otra piedra en el zapato para un alquiler de larga estancia.

Una vez visitados varios pisos y tomada la (difícil) decisión, hay que hacer notar que alcanzar esa meta no siempre depende de uno mismo. Al superar con creces la demanda a la oferta, son los propietarios (y las agencias que contratan) los que pueden establecer una especie de casting de inquilinos para decidir qué individuo o individuos ocuparán su vivienda. Una competición.

​Yo experimenté en mis carnes un rechazo pese a que el piso me gustaba, lo que te obliga a reiniciar la búsqueda y volver a la carga. A veces no hay motivo aparente, pero es la realidad.

​Por si fuera poco, una vez se logra esa aceptación, hay que afrontar un primer mes de numerosos gastos extra independientemente de la cantidad que te cobren por el alquiler.

​Algunos propietarios, para blindarse ante posibles desperfectos, pueden exigir dos meses de fianza, una práctica legal, que sumados a la mensualidad, elevarán la primera factura a 2.400 euros por un piso que se ofertaba a 800.

​Además, todos suelen exigir acreditar solvencia económica mediante la presentación de tres nóminas y el contrato de trabajo, lo que coloca en una situación delicada a los autónomos.

​En el caso de que la vivienda se contrate a través de una inmobiliaria, algunas de ellas siguen cobrando al futuro inquilino sus honorarios, que suele ser una mensualidad. Una práctica prohibida por ley.

Este periodista incluso vivió la experiencia de escuchar cómo, al rechazar la mediación de una agencia que pretendía cobrar esa cantidad, me ofertaron reducirla a la mitad «para no perder» el piso que ellos creían que me interesaba.