«Los niños son grandes maestros para mí», confiesa el doctor en esta entrevistaCedida por el entrevistado

Entrevista

Doctor Quiroga: «Los niños son capaces de sonreír a pesar de ir por el pasillo recibiendo su tratamiento»

La carrera 'Tus kilómetros nos dan vida', que se celebra en Sevilla, recaudará fondos para la lucha contra el cáncer infantil

Todos los sentimientos del mundo caben en el día a día de una familia que tiene a alguno de sus miembros con cáncer. Desde la preocupación ante el diagnóstico a la alegría en los avances que pueden anticipar la ansiada recuperación, pasando por el cansancio en los días más duros de tratamiento…

Subidas y bajadas de ánimo que se afrontan de la mano, especialmente cuando quien lo padece es un niño. La familia es el sustento, el apoyo y el consuelo. Verlo sufrir es, probablemente, una de las peores pruebas a las que se tengan que enfrentar unos padres, pero el pequeño paciente da lecciones cada día. Su aparente fragilidad se convierte en proeza cotidiana, porque su capacidad de remontada es verdaderamente asombrosa. Y así, partido a partido, va haciendo frente a su particular liga.

Bien lo sabe el doctor Eduardo Quiroga, especialista en Hemato-Oncología Pediátrica del Virgen del Rocío de Sevilla, que impulsa junto a otros profesionales y familias de pacientes la carrera solidaria por la lucha contra el cáncer infantil Tus kilómetros nos dan vida, que ya ha agotado los dorsales.

–¿Cuál es el punto de partida de esta iniciativa y cómo se puede seguir colaborando con ella?

–Es una carrera que nació en el año 2013, porque se celebraba en Sevilla un congreso nacional de Oncología Pediátrica. De la Sociedad Española de Hemato-Oncología Pediátrica partió la idea de organizarla para obtener fondos destinados a la investigación. Y tuvo tanta aceptación que este año alcanzamos la 12ª edición, comenzamos con 2.000 participantes y este año hay 6.000 inscritos. Aunque ya no se puede participar corriendo, sí se puede colaborar adquiriendo un dorsal en nuestra página web y asistiendo el día de la prueba al Parque del Alamillo, ya que habrá una barra solidaria y llevaremos a cabo otras acciones con un único objetivo: recaudar fondos para la investigación. Todos –médicos, padres y voluntarios– estamos allí montando, recogiendo… No hay mediadores y así conseguimos que lo obtenido se dedique íntegramente a este fin.

–Y cuando hablamos de que «se dedica a la investigación», ¿a qué nos referimos exactamente?

–En este caso, a la Sociedad Española de Hemato-Oncología Pediátrica, donde se becan los mejores proyectos de investigación contra el cáncer infantil. Para llevar a cabo esos proyectos hay que pagar a las personas que se van a dedicar a ello, los materiales que precisan… Este tipo de acciones como la carrera se hacen porque la Administración llega hasta donde llega, pero hace falta mucho más para investigar. Todos tenemos que arrimar el hombro.

–Sus pacientes son niños que tienen cáncer. ¿Qué diferencia hay, por lo general, entre cómo afronta el adulto esta enfermedad y cómo lo hace un niño?

–Para responder a esta pregunta solo tenemos que ponernos en la piel de aquel niño que fuimos y recordar qué pasaba por nuestra cabeza cuando íbamos al médico. Atendemos a niños de todas las edades y cada uno lo vive de una forma. En general, los niños lo afrontan mejor que los adultos porque tienen la capacidad de vivir el presente, el día a día. Van a la escuela del hospital, juegan con los profesores, los voluntarios… Hay momentos muy difíciles, pero el ambiente en la planta es muy bueno.

–¿Qué destacaría del día a día que vive como profesional en la planta de Oncología Pediátrica?

–Los niños son grandes maestros para mí. Su inocencia, su capacidad de sorprenderse, de jugar… Todo eso lo perdemos cuando crecemos. Ellos pueden sonreír, tirar hacia adelante o gastarte bromas, a pesar de ir por el pasillo recibiendo su tratamiento de quimioterapia. Cuando se curan, tocan una campana que tenemos aquí, es un día grande para ellos. Comparten con nosotros su testimonio, nos hacemos fotos con ellos y sus familiares y es un momento muy bonito. También es especialmente emotivo para mí cuando alguno de los pacientes que traté siendo niños, contactan conmigo ya de mayores y me cuentan que están bien, que han formado sus propias familias… Eso hace que ejercer nuestra profesión y organizar este tipo de iniciativas merezca la pena.

Pero también quiero tener un recuerdo para aquellos que no consiguieron curarse, esos se quedan en nuestro corazón para siempre. Vinieron para enseñarnos muchas cosas y cabe destacar que muchos de sus familiares se involucran en proyectos de ayuda, porque sus hijos les hicieron prometer que seguirían luchando por los niños que están en esta planta.

–¿Qué considera que podría hacer el Estado por familias como las que trata a diario para hacer más llevadero este proceso?

–El Estado hace bastante, pero siempre se puede hacer más, especialmente en el ámbito de la investigación. Afortunadamente, tenemos un índice de curación del cáncer infantil bastante alto, pero en investigación –en comparación con Alemania, Inglaterra, Estados Unidos o Canadá– estamos a la cola. Cuando estos países hacen avances al respecto, nosotros también los aprovechamos, en ese sentido las familias pueden estar tranquilas, pero no somos pioneros. No sé cuánto vale hacer una guerra, pero el Hospital de Día que se construyó gracias a ANDEX costó 1.000.000 de euros.

–Por último, centrándonos en la sociedad en general, ¿qué importancia tiene que todos nos impliquemos en iniciativas de este tipo?

–La enfermedad no es un problema de los médicos, nos atañe a todos. En esta planta tenemos una pequeña parte de la sociedad y sus conciudadanos no pueden mirar hacia otro lado. Los niños con cáncer no necesitan compasión, necesitan fondos para la investigación. Por eso, es tan importante y agradecemos la colaboración de todos los que se apuntan a iniciativas como esta.