Fernando Mendoza, en su casa, donde se celebró esta entrevistaEl Debate

Entrevista

Fernando Mendoza, memorias de un arquitecto: «Sevilla se ha devorado a sí misma»

El prestigioso arquitecto y restaurador de bienes culturales repasa la situación de la ciudad: «Entre los años 60 y 70, perdió más del 30 % de su patrimonio»

Fernando Mendoza es uno de los arquitectos más prestigiosos de Sevilla, una ciudad que, pese a sus incuestionables atractivos, defiende que ha sido muy maltratada arquitectónicamente hablando.

Especialista en restauración de bienes culturales y divulgador, es autor también del libro ‘Memorias de un arquitecto’ (Mascarón de Proa, editorial Almuzara), un compendio de la arquitectura y patrimonio histórico de la ciudad en el siglo XXI.

Mendoza critica en esta entrevista con El Debate tanto la destrucción del casco histórico como lo mal entendida que ha sido en esta urbe la modernidad, que le han llevado a pérdidas patrimoniales que él cifra en más de un 30 %.

Y podía haber sido peor, ya que su militancia a favor de algunos de los símbolos de la ciudad le llevó a formar parte de la oposición al derribo del Puente de Triana, gracias a que un grupo de arquitectos combativos paró su sustitución por otro de hormigón.

¿Qué le parece que el Guadalquivir no haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad?

–Un auténtico despropósito. Durante 200 años fue la cuna de América, todos los barcos que iban allí pasaban por él. Es la madre de todas las provincias americanas. Qué decir de Magallanes, que para iniciar su travesía salió del Guadalquivir, ya que Sanlúcar de Barrameda era el puerto obligatorio de salida. Concederle ese título sería de justicia.

–Opina que Sevilla ha sido una ciudad muy maltratada. ¿Por qué?

–Porque ha tenido unos políticos que nunca se han dejado aconsejar y han tenido ocurrencias lamentables que han destrozado su patrimonio, llenando la ciudad de asfalto. Unos políticos, en definitiva, que Sevilla no se merece. Esta ciudad debería ser como Florencia, pero es que en los 60 y los 70 perdió más del 30 % de su patrimonio.

–¿Por qué se tomaron esas decisiones?

–Porque el franquismo no se tomó en serio Sevilla, y después, a la ciudad le faltaba peso político para que se le prestara atención. Para colmo, no se hacía caso a los expertos y a las academias, y ahora siguen igual.

¿Qué es aquello que se ha perdido?

–Era una ciudad homogénea y pintoresca, precisamente por las casas y corralas de vecinos, que ya han desaparecido. Queda la del Corral del Conde, que afortunadamente lo compró el Duque de Segorbe y lo rehabilitó. Pero todos las que había en Triana han desaparecido para hacerse bloques de viviendas…

La arquitectura ha perdido su poso artístico, ya que tras la Segunda Guerra Mundial se convirtió en algo exclusivamente funcional

–Imagino que ha influido la sobreturistificación y la masificación que acarrea…

–Pero todo esto es muy anterior. Pese a que Sevilla era la ciudad proveedora de bienes y servicios a América, cuando se cambia la Casa de Contratación a Cádiz, entra en una decadencia tremenda que dura hasta más allá de la Guerra Civil. Entonces la manera de hacerse un dinerito para el sevillano era vender la casa para hacer pisos. Una especie de canibalismo urbano, en el que la ciudad se ha devorado a sí misma.

–Argumenta en el libro que el regionalismo es lo que ha hecho frente a la especulación…

–El regionalismo coincidió con el modernismo en Cataluña y fue un hecho de afirmación nacional tras la pérdida de las últimas colonias. Su representante más importante es Aníbal González, que empezó como modernista pero se pasó al regionalismo porque entendió nuestra herencia islámica. En el periodo de entreguerras, Sevilla resurge, y apostaron él y otros por ese estilo que es una mezcla de neomudéjar y plateresco, simbolizada en nuestra Plaza de España. La especulación llega cuando se pone a la venta una casa regionalista por cuatro duros y puedes hacer apartamentos tras derribarla.

–De todos los edificios rehabilitados en los que ha participado, ¿de cuál se siente más orgulloso?

–De la rehabilitación de la Iglesia de El Salvador porque estuve trabajando en ella casi 40 años. Empecé con pequeñas obras de emergencia y poco a poco conseguimos rehabilitarla completamente.

Esta ciudad debería ser como Florencia, pero los políticos nunca la entendieron ni la tomaron en serio

–¿Ha perdido la arquitectura poso humanista y social para estar más al servicio de las necesidades de los habitantes?

–Lo que ha perdido es su vertiente artística, si recordamos que la arquitectura es la mayor de las artes. A partir de los 30 y 40 y la reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial, su tarea fue simplemente funcional, perdiendo su valor artístico y demonizándose lo decorativo y lo estético. Además, se perdieron los oficios, porque el regionalismo se apoyaba en los albañiles, carpinteros, cerrajeros, ... que actualmente son muy difíciles de encontrar y además carísimos.

–¿Qué es lo que más le gusta de pasear de Sevilla?

–La restauración de La Giralda es maravillosa, porque antes estaba negra. Y también me gusta cómo ha quedado la primera fase de la Fábrica de Artillería, cuya restauración me parece modélica.